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'Beautiful Boy': ¿las drogas destruyen la belleza y la promesa de la juventud?

Arte

Por: Luis Alberto Hara - 03/16/2019

Una historia que refleja con desgarrador realismo la forma en la que la adicción a las drogas destruye a una familia y la belleza de una persona

La película Beautiful Boy es una de las mejores representaciones de lo que sucede cuando un joven se vuelve adicto a las drogas, en una violenta espiral que puede acabar con la muerte. Con excelentes actuaciones de Steve Carell en el papel del padre, David Sheff (autor de la novela en la que se basa la película), y Timothée Chalamet en el papel de Nic Sheff, un joven sensible, inteligente y guapo que descubre las drogas en la adolescencia al vivir en un ambiente californiano abierto. El mismo David Sheff ha dicho que el logro de la película es tal que le pareció estar viendo un video casero que él mismo hubiera grabado, además de, por razones obvias, ser una película devastadora.

Entre todo el pleito emocional, la desgarradora transformación de un hijo que parecía tener una excelente relación con su padre pero que se vuelve un extraño velozmente, el filme muestra sobre todo la belleza del alma de un chico que se va perdiendo, que se va convirtiendo en una persona sin ninguna reserva moral, capaz de dañar y casi destruir el amor que se le ha dado y que brilla en sus ojos, si bien cada vez más pálido. En este sentido, la cinta hace reflexionar sobre el peligro que yace en las drogas. Es cierto que las adicciones a las drogas no son causadas sólo por las drogas en sí mismas, sino por una alienación o un sentimiento de desconexión, una carencia (y ese es el caso de la historia real que se narra en Beautiful Boy); pero también es cierto que tomar drogas puede ser como jugar con fuego -incluso drogas aceptadas como la marihuana y el alcohol, si no se tiene una cierta madurez y solvencia emocional- y las drogas más duras pueden ser un veneno que emponzoña la vida entera. Nic se va destruyendo, una vez tras otra. Primero deja de estudiar y desperdicia su talento para la escritura, haciendo que su bella novia universitaria lo abandone; luego destruye la confianza de sus padres y roba dinero de sus hermanos pequeños. Una vez tras otra, decepciona la confianza de su padre, hasta el punto de que éste, para el bien de Nic y para dejar de ser un facilitador de su enfermedad, debe dejar de apoyarlo dándole dinero y le cierra las puertas de su casa (a la cual él mismo ha entrado a robar). Es realmente desgarrador ver el hecho puro de cómo la belleza -que brilla a través del amor, la bondad, la inocencia- se va desbaratando, oscureciendo su luz, como si un rostro dejara de reflejarse en el agua y se convirtiera en la sombra de lo que era.

Advirtiendo que lo siguiente puede ser un spoiler, hay que decir que pese a que al final Nic sigue vivo, en la película y en la realidad (pues incluso escribió su propia biografía y actualmente lleva 8 años sobrio), no sólo puso en riesgo su vida, sino también el amor de sus padres -que es realmente ejemplar, duro y verdaderamente hermoso-. Y en todo caso, fríamente visto, su historia, que es emblemática de muchas otras historias, muestra claramente lo absurdo que es romantizar las drogas (mea culpa, algo de lo que este sitio pecó en su infancia y adolescencia). Creer que sólo puede accederse a esas sensaciones de intensidad vital y de conexión eufórica y hasta cósmica con el mundo a través de las drogas habla de un nihilismo, una suerte de materialismo hedonista, altamente confundido. De hecho las drogas, en todos los casos en los que se convierten en formas de escapar o de evadir -y no sólo cuando son adicciones-, son enormes obstáculos para sostener el asombro prístino de la existencia, la capacidad de maravillarse ante el mundo, de ser frescos, espontáneos y dejarse poseer por la vida y lo divino. Pues pese a todo lo que logran, generalmente lo hacen a través de una suerte de anestesia, de evitarnos sentir por unos momentos el dolor que llevamos con nosotros -los opiáceos porque literalmente son analgésicos, y otras drogas porque nos distraen con una cascada de sensaciones sobrecogedoras-. Curiosa paradoja, camino antitético, pues ese buscar satisfacer el ansia existencial, lo que Jung llamaba sed de espíritu, se convierte en el principal obstáculo para encontrarla y actualizar la propia esencia: la semilla de belleza que lleva el ser humano. Beautiful boy.