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DECÁLOGO dedica esta entrega, a modo de conmemoración, al 20 aniversario del estreno de "Magnolia", haciendo un repaso por las películas y documentales más sobresalientes de Paul Thomas Anderson

Magnolia, estrenada en 1999, tuvo una exposición limitada en salas de cine, escasas nominaciones al Premio Óscar y una tibia reacción dentro de la serie de premiaciones que acontecieron dicho año, salvo por el triunfo rotundo que la cinta tuvo en el Festival Internacional de Cine de Berlín, donde obtuvo el Oso de Oro. Incluso la película anterior de su director, Juegos de placer, había tenido una mayor atención, pero 1999 centró los focos de la industria en cintas como El informante, Belleza americana, Las reglas de la vida, y la taquilla ubicó sus blasones en Episodio 1: La amenaza fantasma, y la sorpresiva y destellante Matrix. En parte, gracias a la aparición de Tom Cruise, máxima estrella de la época y una de las más longevas y duraderas estrellas de la historia de Hollywood, Magnolia llamó la atención por su variopinto reparto; Cruise ese mismo año apareció en otra polémica cinta, Ojos bien cerrados, última entrega del mítico Stanley Kubrick. Ojos bien cerrados y Magnolia son consideradas dos de las mejores cintas en la transición de siglo y milenio.

Paul Thomas Anderson confirmó con Magnolia  que su carrera, anunciada por Juegos de placer con tintes de genialidad, tendría una confirmación al trazo con Magnolia, no sólo a nivel cinematográfico, sino desde la perspectiva filosófica que contiene su narrativa. Sus siguientes películas fueron recibidas con entusiasmo, y fue sorprendiendo a medida que sus motivos y protagonistas aparecían lo mismo para generar asombro que comprensión; Adam Sandler sería su siguiente opción en una de sus mejores actuaciones, en Embriagado de amor, y tras una tibia recepción vendría su obra maestra, Petróleo sangriento, en cuyas vicisitudes encarnaría el gran Daniel Day-Lewis- Anderson había construido un canon fílmico variado y por demás interesante para ser estudiado en las distintas escuelas de cine, muchas de las cuales consideran al director californiano como uno de los mejores directores de su generación y de nuestro tiempo.

DECÁLOGO dedica esta entrega, a modo de conmemoración, al 20 aniversario del estreno de Magnolia, haciendo un repaso por las películas y documentales más sobresalientes de Paul Thomas Anderson, el escritor que imaginó, cual lienzo, una nocturna lluvia de ranas para redimir a sus personajes y que en su humedad convergió historias que se entrelazan por destino, fatalidad, casualidad o suerte; y el director que logró en Tom Cruise, Burt Reynolds, Philip Seymour Hoffman, Adam Sandler, Joaquin Phoenix y Daniel Day-Lewis ofrecer algunas de sus mejores actuaciones en personajes que requerían, más allá de su despliegue físico, la inmersión sicológica de su interioridad.

 

10. Cigarrillos y café (Cigarettes and Coffee) 1993

1 década antes de que el símbolo del cine independiente estadounidense Jim Jarmush presentara su ya clásica Café y cigarrillos, la cual tardó varios años para ser completada en su totalidad por la distinta agenda de sus protagonistas, Paul Thomas Anderson estrenó un cortometraje con una símil titulación, historias entrelazadas por un móvil, pero con su peculiar estilo para explorar lo humano. En Cigarrillos y café, Anderson relata un suceso coral unido por tres historias en torno a un billete de 20 dólares, el cuál, más allá de la valía financiera alta o no, conjuga un serial de sucesos azarosos vertidos en la paradoja, la tragicomedia y el humor involuntario de la suerte y la intención cuando son definidos por la circunstancia.

Los 20 dólares unen material e intencionalmente las vidas de personajes esperanzados en la acción desatada por el billete: la apuesta depositada en un casino, la sorpresa de recoger un billete tirado en el suelo, ganar por casualidad o consigna en el juego, la dirección de unas víctimas anotadas al reverso del billete, son algunas de las acciones que llevan y traen los vericuetos de un cortometraje por demás hilarante que nos presenta lo que el director abordará en varias de sus películas posteriores.

La telaraña tejida en torno a un suceso, los pequeños detalles entre vidas que se tocan y los accidentes que las unen se verán reflejados en Magnolia, de la misma forma que la ambición tendrá tintes futuros en Petróleo sangriento, y el juego de la vida como un hado de casualidades estará de manifiesto en Juegos de placer.

Con Cigarrilos y café, Paul Thomas Anderson, como la mayor parte de los cineastas experimentales e independientes, invirtió sus propios recursos para financiar la cinta, y reunir al elenco, así como conseguir el equipo necesario, convirtió la realización en un caos que como resulta, ofreció un corto que causo sensación en diversos festivales, abriendo la puerta a Anderson para que la fundación del Festival de Sundance apoyara sus siguientes realizaciones, incluyendo su ópera prima, Hard Eight, también conocida como Sidney.

 

9. Sidney (Hard Eight) 1996

Philip Baker Hall, John C. Reilly y Philip Seymour Hoffman inauguran la carrera de Anderson y de paso se afianzan como asiduos en sus producciones al devenir. Ópera prima del director también conocido como P. T., Sidney narra la historia de un buscavidas del juego que en su camino se topa con un necesitado de dinero; parvedad y deseo convergen al unirse para obtenerlo, en uno el enigma de ansiar seguir jugando, en otro la necesidad de atender el funeral de su madre, en ambos la necesidad de alcanzarlo. Los casinos como hábitat, las apuestas como instrumento y el dinero como motivo coadyuvan el desarrollo de la trama en la cual aparecerán primero Gwyneth Paltrow en el papel de Clementine, para sumarse a la incierta causa, y después Samuel L. Jackson para ponerla a prueba.

Secuencias pletóricas de caos desbordante y confusos giros entre los personajes llevan la tensión dramática a la duda permanente entre la lealtad, la conveniencia y la confianza; funerales, moteles y casinos son los escenarios donde Anderson plantea su observación de la circunstancia que determina más allá del discernimiento. La estructura narrativa de Sidney está unida por situaciones que tienen la fatalidad como vínculo de las mismas, lo que sin duda proviene del cortometraje Cigarrillos y café; de hecho, el éxito del ya mencionado proyecto experimental permitió que Anderson lograra fondos y apoyo para distribuir en el circuito de festivales su primera cinta. Los instantes llevados al límite y la toma de decisiones ante ellos fungirán como un explicativo, más no una justificación de las actitudes, procederes y acciones de sus personajes futuros.

 

8. Embriagado de amor (Punch Drunk Love) 2002

Cuando se anunció que la siguiente película de P. T. Anderson tras Magnolia estaría protagonizada por Adam Sandler, las críticas anticipadas no se hicieron esperar, una ola de perspicacia manifiesta y prejuicio dominaron la víspera del estreno de la tercera película del director en 2002. Para sorpresa de muchos, Sandler no desmereció al grado esperado e incluso alcanzó un reconocimiento al ser nominado al Globo de Oro, y es que su personaje, sin demeritar su actuación, se acompaña de un elenco habitual en Anderson, destacando Philip Seymour Hoffman y Luis Guzmán, a quienes acompaña la interpretación de la siempre efectiva Emily Watson.

Embriagado de amor, estrenada en el Festival Internacional de Cine de Cannes, presenta una trama rectangular tanto por sus personajes como por el escenario donde se desarrolla, lo que genera una especie de claustrofobia anidada en bodegones, oficinas y cuartos a paredes opacos, para liberar aún más la sensación de libertad, ahogo y gritos ahogados expuestos en la estridencia de un descontrol de comportamiento o incapacidad de asumir la frustración como una variable. Barry (Sandler) quedará embriagado de amor o de la sensación de sentirlo ante un encuentro fortuito con Lena, lo que él considera fortuito, y que en realidad ha sido planeado por ella.

Una horda de hermanas impulsivas denuestan a Barry con la sorna de incontrolable irritabilidad, hasta el momento en que él, llevado por el agobio asfixiante, pierde el control y al mismo tiempo se adentra en un círculo de vacilación, deseo, instinto, amenaza, extorsión, regaño, desesperación y la obsesión conducente de la ira, que serán tanto las entradas como las salidas al laberinto del anhelo. Para el canon de Anderson, Embriagado de amor pareciera ser una obra de menor atención y estudio; no obstante, resulta una de sus más audaces propuestas, y cuenta con una fiel legión de seguidores que han colocado la cinta en un proceso de culto culposo, involuntario y consciente.

 

7. Junun (Junun) 2015  

Dentro de las ocho películas que ha dirigido P. T. Anderson, la banda sonora ha resultado fundamental en todas y cada una de las cintas. Sea por la música incidental o por la banda sonora ex profeso, cada obra del canon Anderson porta un sentido melódico peculiar y estrictamente calculado por el autor, y si algún compositor ha capturado la esencia del director, es sin duda Jonny Greenwood, compositor y guitarrista de la banda británica de rock alternativo Radiohead, una de las más célebres agrupaciones de las últimas 3 décadas. Greenwood, habitual en las últimas realizaciones del director californiano, realizó incluso la banda sonora de Petróleo sangriento y, de hecho, fue nominado al Premio Óscar por El hilo fantasma. Anderson, a contraportada, decidió filmar un documental sobre la realización en 2015 del álbum Junun, realizado por el compositor israelí Shye Ben Tzur, la banda Rajasthan Express de la India y el propio Greenwood, y que fuera producido por Nigel Godrich, productor de la citada banda británica.

En Junun, Anderson despliega sus dotes documentales con una narrativa que apela más a las intenciones que inspiraron el álbum que a los objetivos de su lanzamiento, es decir, se anida en los porqués de la música desde su composición y de la esencia misma de la música como lenguaje. La audacia de Anderson para describir las emociones, la inspiración y la energía desplegada en la grabación, resulta deslumbrante, haciendo de Junun uno de los documentales más desafiantes de la década y una de las principales obras testimoniales referentes a la grabación de álbum alguno. Los planos panorámicos como lienzos de espiritual conexión que resultan admirables, parecen en cambio dejar los deseos por mayor información, o quizá inventiva en el afán de Anderson por conocer  y compartir más sobre las razones, los porqués y para qués de la propuesta musical.

Filmado en Mehrangarh Fort en Rayastán, en la India, Junun fue un proyecto concebido casi en secrecía, entre la realización de Puro vicio y El hilo fantasma, y se convirtió en el primer largometraje documental del reconocido director, al grado de sorprender a la industria con un proyecto del que se sabía, a propósito, muy poco, no sólo de la cinta sino también del álbum en sí.

Junun es una apuesta distinta en la trayectoria de P. T., sin fines festivaleros ni taquilleros; más bien, es un proyecto a modo de vestigio de un disco producido, realizado y compuesto con una estructura similar a las películas de Anderson, entrelazando historias, uniendo vínculos, proyectando emociones sin explicación, observando, percibiendo, abriendo la mente y los sentidos a la historia.

 

6. Puro vicio (Inherent Vice) 2012

Adaptación de la novela homónima de Thomas Pynchon, Puro vicio es una película ambientada en los años 70, época que parece ajustarse a los preceptos de Anderson para desarrollar sus realizaciones. Joaquin Phoenix lidera un elenco que incluye entre otros a Owen Wilson, Eric Roberts, Katherine Waterson, Benicio del Toro, Josh Brolin, quienes se ven relacionados por la desaparición de Mickey (Roberts), acaudalado novio de Shasta (Waterson), expareja de Larry (Phoenix). Anderson recibió una nueva nominación a los Premios de la Academia por su guión adaptado, que si bien pudiera resultar complejo de comprender desde las aproximaciones, nexos y nodos en los que presenta un argumento de posmoderno film noir, ofrece una interesante tensión de suspenso, crimen, evasión, depresión, confabulación y ansiedad por los apegos extraviados por los andares de la vida.

La resolución de un caso es el motivo de la cinta en un primer plano; el vicio, cigarro, marihuana y deseo, el complemento. Sin embargo, la secuela de dudas que abre sin cerrar una a otra parece inferir en el espectador una sensación de decadencia que se vive desde la interpretación de Phoenix, en la medida en que el vicio inherente es también una incapacidad del personaje por desapegarse del pasado y bloquear asimismo un presente que no ofrece al detective Larry las salidas al laberinto de un caso que ha tomado más por orgullo que por interés. La fotografía es verdaderamente evocadora, y comulga con la sagacidad del director para adentrarnos a la novela negra con la misma sensación de curiosidad, morbo y ansiedad que las interpretaciones ofrecen, melancolía, vacío, soledad, envueltas entre las risas a gritos callados de un humor negro que proyecta la novela y la película en un camino paralelo.

La banda sonora de la cinta hace que la fotografía, el léxico y las inquietudes narrativas adquieran tintes de hipocondría colectiva, donde las angustias, filias y fobias rebasan cualquier posicionamiento maniqueo y brindan, una vez más, la visión del efecto derivado de la circunstancia, el albur o la determinación de la vida en aquellos a quienes el vicio de uno por calmar el ímpetu es el placebo de otros por develar lo sucedido. El clima social, la corrupción, la descomposición social, el dinero, la avidez, la codicia y la desazón, parecieran etiquetar como suerte de vitral a una década y a las consecuencias de sus actos, con esa mirilla animista de atestiguarlo desde dos perspectivas: por una parte la novela original, y por otra la estupenda adaptación del director, que si bien no hace amena la cinta para disfrutarla de forma lineal y sin sobresaltos narrativos, apela a la nula intención de Anderson por explicar y de algún modo empatizar con quienes viven, sufren y envician la historia.

 

5. The Master (The Master) 2012

Enorme duelo actoral entre Philip Seymour Hoffman, Amy Adams y el inmenso Joaquin Phoenix, todos nominados a las categorías de actuación tanto estelar como de reparto respectivamente, The Master es una película alucinante, dura y puntillosa respecto de los fanatismos, cultos y adoctrinaciones que lo mismo atraen y captan que recelan y alejan a quienes por una parte lo practican y por otra lo sufren practicando, un viso que no es exclusivo de culto alguno y más bien una observación universal de los mismos. En general se considera  a la dianética y a su fundador como el referente de Anderson para escribir su historia, y, aunque fuese así de primera instancia para Anderson, desde mi punto de vista va más allá de una crítica concreta para abrir los recintos de la reflexión y de la necesidad del ser humano por encontrarse en un grupo, encontrar respuestas, hallar soluciones a la angustia existencial.

Un exveterano de la segunda guerra mundial, Freddie, desvanece la irresoluble posibilidad de responderse las cuestiones más elementales y perennes de la vida, y en esa cuita filosófica encuentra a Lancaster, quien aboga por un movimiento, grupo, creencia energética y mental denominada “La causa”.

Esta será la sujeción que unirá personajes, trama y mensaje, una búsqueda de esperanza y encuentro, situada en la ambientación de los años 50. Anderson, quien logra presentar sus relatos en distintas épocas, explora la alteridad entre maestro y alumno, de pastor y rebaño, de gurú y devoción, en una época caracterizada por un ambiente ambivalente, los dejos de una guerra, los vientos de triunfo y el espejismo real o ficticio de etapas nuevas.

Maestro y discípulo enfrascados en una socrática dubitación entre moral, ética y verdad, la adaptación a una sociedad que parece indiferente, o la indolencia ante los efectos traumáticos de la aproximación con la muerte a propia mano: una sociedad que se aboca a la producción, al desarrollo y al crecimiento, al trabajo sin descanso y al viable bienestar financiero, abre el espacio de quienes ofrecen la espiritualidad como camino, y la actitud apropiada como requisa para adentrarse al grupo desde una creencia o doctrina, y hacerlo con tan disciplina, que una vez dentro no puede salir de voluntad consentida. En esa sinergia de acciones y reacciones están presentes la supresión, la autodestrucción, la pretensión y la expectativa de quien ofrece y quien recibe, haciendo de esta película una espléndida obra sobre los límites y extremos de la condición humana.

 

4. El hilo fantasma (Phantom Thread) 2017

Una poesía lírica, emotiva, profunda, desgarradora desde sus silencios, tenue de dolor en sus no dados abrazos y una original pieza romántica no convencional, así podríamos definir a la última actuación de Daniel Day-Lewis en la gran pantalla. Dirigido por Paul Thomas Anderson, Day-Lewis ofrece una épica interpretación sobre un modisto que igual hace de su vida un doblez de entrega hacia la confección, que un vacío hacia los sentires más humanos. Y justo cuando alcanza su climático poder artístico, el sastre percibe en una de sus musas que los sentimientos no pueden ser ajenos como ajenos no pueden ser los deseos cuando se desea, ansía y abraza.

Inmerso en este conflicto interior, al cuidado vigía de su hermana, interpretada por Lesley Manville, en una exquisita actuación, no escapa de la posesión del amor que lo mismo intoxica que cura, que lo mismo envenena que sana; el amor que llegará, como un fantasma que no avisa pero se advierte, a través de Alma, caracterizada por Vicky Krieps. Reynolds Woodcock ha pasado su carrera dedicado al más mínimo detalle, al meticuloso arte de zurcir, bordar, diseñar, aplicar, pegar, colocar, pieza a pieza, botón a botón, al hilo invisible de una aguja que enhebrando la ilación de un vestido como si fuesen etapas, momentos, situaciones, recibe los halagos y a su vez el vacío de la soledad.

Es ahí, en ese juego solitario de pretender estar solo, anhelar estarlo o estarlo porque no hay alternativas, donde se anida la perfección de Day-Lewis como actor; su actuación es un poema de la interioridad que se confronta ante los ojos del otro, de ese otro que despierta lo que estaba dormido, que es capaz de dar vida al sentido de matarlo y revivirlo al mismo tiempo, primero en el engaño, después en el consentimiento de quien se abandona en el sentir, en el deseo, en ese hilo fantasma que teje las relaciones y los apegos.

 

3. Juegos de placer (Boggie Nights) 1997

Burt Reynolds, recientemente fallecido, leyenda, ícono y superestrella durante los años 70 y 80, tiene un momento de redención único en la extraordinaria visualización que Anderson hace de la industria pornográfica en el cine, Mark Wahlberg protagoniza Juegos de placer, la segunda cinta coral de Anderson, una aproximación puntual e hilarante que retrata con alta fidelidad una época y su contexto. 

El ascenso, el auge y la caída como proceso natural, artificial o inevitable de la industria cinematográfica, sirve como palestra para analizar las vertientes que el cine y el sexo ofrecen desde el capital, al tiempo que detalla, como una calenda de hechos factibles y supuestos, el paso de una década a otra y la percepción de su protagonista que, como si fuese un observador, ve incrementar y disminuir sus oportunidades como si el éxito se agotase al obtenerse.

Infidelidades, orgías, desengaños, promesas, engaños, adicciones, lujos, armas y el suicidio como una consecuencia del asesinato, serán los temas cruciales de una película que se inspiró en otro cortometraje de Anderson, The dick diggler story, y que basado en John Holmes, actor porno diagnosticado con el virus del VIH y que muriera en el año de realización del corto, Juegos de placer está dedicado a la influencia que Anderson recibió tanto de su vida como del cortometraje que realizara en 1988. Sendas nominaciones a los Premios Óscar para Burt Reynolds y Julianne Moore en la categoría de Actor y Actriz de Reparto respectivamente, y una más para Anderson como Mejor Guión Original, fueron parte de los galardones que la crítica otorgó a su segundo largometraje. 

 

2. Petróleo sangriento (There will be blood) 2007

Una de las mejores actuaciones de la historia, reconocida por propios y extraños como el retrato perfecto de una interpretación en pantalla, el Daniel Plainview de Day-Lewis es un personaje complejo, intempestivo, lo mismo predecible en el actuar que impredecible en el sentir, rudo y calculador, insostenible ante la espera y persistente en la búsqueda, el personaje alcanza matices sólo compatibles con la cátedra actoral de un consumado maestro.

Petróleo sangriento ha sido considerada de igual forma como una de las mejores películas del siglo XXI, la mejor quizá de la primera década de la centuria, y el legado de Daniel Day-Lewis a su trayectoria, y es que no podemos separar la lírica aguda, precisa y operística de Paul Thomas Anderson de la interpretación del actor británico. La fiebre del petróleo, su anhelo, la búsqueda permanente y desesperante del elixir negro que nace del mar y de la tierra, la persecución de su emerger y la industria que conllevan el mercar el capital y su riqueza, forman el corolario para la relación de Plainview con su hijo adoptivo por circunstancia, H. W., y con Paul Sunday o Eli Sunday interpretado a dualidad por Paul Dano. Dualidad que se enfrasca en la propia fe de un pueblo por su iglesia, en el fanatismo que converge en la fe y en la propia ambición.

A medida que el capital fluye como fluye el petróleo, también fluyen el recelo, la envidia, la avaricia y la escasa posibilidad de verse en la otredad de quien habita la tierra donde se vierte la sangre apegada al oro negro. Daniel Day-Lewis en el pináculo de su poder interpretativo y Paul Thomas Anderson en su plena madurez realizadora, hacen de Petróleo sangriento una obra maestra de la cinematografía universal y de Lewis el testamento fiel de un actor, su obra y su dejo para la historia que le recordará de forma presente como uno de los más talentosos, brillantes y artísticos actores de todos los tiempos.  

 

1. Magnolia (Magnolia) 1999

Era el fin del milenio, los temores, angustias, las filias y fobias dominaban las incipientes pero nacientes redes sociales y los medios masivos de comunicación; el Internet por completo se ponía a prueba para anunciar el cambio de siglo y sus consecuencias probables de caos y transformación; el advenimiento de un futuro incierto, del devenir y de su locura, de la incertidumbre. El fin de la historia, su reescritura, o el fondo de un agujero negro sin fondo, matizaron los últimos meses del año; la esperanza no era una constante, el miedo una posibilidad, la matemática caería y el mundo sucumbiría a sus propias reglas mediante siglas indescifrables. Nada de esto sucedió, al menos como estaba estipulado al darse las cero horas del primer día del año 2000.

Todo se dio más tarde, lento y de a poco. Después del año 2001 nada sería igual en el mundo. Nada; ni siquiera los temores volverían a ser los mismos, lo conocido sería desconocido y a partir de entonces la precaución sería hacia los imprevistos. Así también el cine avistó la degradación, el abandono, el suicidio colectivo de la desesperanza; Belleza americana se acuñaba como la película ganadora del Óscar a Mejor Película, pero una cinta estrenada en diciembre de 1999 quedaría en la memoria, no en la historia, como un aviso permanente de una sociedad que sigue en búsqueda de su espacio a destiempo.

Paul Thomas Anderson condensa la caída de la posmodernidad y su pesquisa de identidades en una pieza de dolor, arrepentimiento, vacío y desesperación; cada uno de los personajes interconectados con la casualidad, con la casualidad o con el infortunio, porta en sus líneas y sobre todo en sus expresiones la suma de todos los miedos y ansiedades que la falta de cariño, apego y motivos corresponden. La búsqueda de un estado de felicidad que parece no existir, la resignación, el sueño lúcido o las máscaras que cubren las secretas intenciones caracterizan las notas musicales de una canción compartida, de una risa amable, de una petición rota, de un intento fallido y de las buenas acciones sin objeto ni sentido. Magnolia es una bella página en la historia del cine contemporáneo, bella aunque duela, bella aunque asuste, bella aunque en sí misma parezca deplorable o poco atractiva.

La pléyade de grandes actuaciones deja su huella como si el papel fuese ese lienzo en donde caben las mareas, los temblores y el arcoíris al final de la tormenta. Julianne Moore, John C. Reilly, Philip Seymour Hoffman, William H. Macy, Felicity Huffman y Jason Robards -en su último papel-, entre otros, acompañan la poderosa, cínica, sensible y quizá mejor actuación en la carrera de Tom Cruise, para hacer de Magnolia una de las mejores películas de la década, una reflexión individual y colectiva sobre la paradoja, los sentimientos, apegos, la confirmación de un gran director y el advenimiento de una lluvia impregnada de los más vacíos aromas posmodernos. Cruise obtuvo su tercer Globo de Oro y tercera nominación al Premio Óscar como Mejor Actor de Reparto por el papel de Frank T. J. Mackey, personaje que ante el paso del tiempo se ha convertido en uno de culto para quienes analizan, estudian y reconocen el cine de Paul Thomas Anderson. Magnolia gravita momentos realistas, crudos y desconcertantes, lo mismo que pende intervalos surrealistas vestidos de existencialismo, desazón e incertidumbre, la causalidad y el azar agobian y liberan, castigan y redimen las cuitas de la vida como un caleidoscopio doloso de soplo y aliento.

 

* Escritor y documentalista. Considerado uno de los principales exponentes de la literatura testimonial en lengua hispana. Sus novelas El Surco y El Ítamo, que abordan la migración universal, han sido estudiadas en diversas universidades a nivel internacional. Dirigió los documentales La voz humana y Día de descanso. Es Director Editorial de Filmakersmovie.com.