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¿Cuál es el secreto de los orientales? O, ¿qué es lo que está haciendo mal la cultura occidental?

Vivimos en una época depresiva, al menos estadísticamente (diversos estudios de la OMS muestran que la depresión ha aumentado un 18% en los últimos años). Existen diversas razones por las cuales la depresión está en aumento; una de ellas probablemente tiene que ver con que la tecnología digital, aunque promete conectarnos con los demás, en general nos aliena y nos distrae de lo que le da sentido a la vida. Otra razón seguramente tiene que ver, paradójicamente, con el deseo, casi obligatorio y constantemente reforzado por la sociedad, de ser feliz. Hay en nuestra sociedad un mercado que propaga ideas e imágenes de felicidad y bienestar masivamente, muchas de las cuales son irreales o irrealizables, acaso porque esto promueve el consumo. Al compararse con las imágenes que ve en Instagram, la persona nota que su vida es una pálida sombra de la vida de las personas que sigue y por lo tanto debe hacer algo al respecto, generalmente comprar cosas. La tercera razón que parece importante en este sentido, relacionada a la pasada, tiene que ver con que en Occidente no solemos aceptar que las emociones negativas también están bien. Es decir, que existe riqueza y valor en sentirse mal, en la melancolía, en la tristeza y demás -además de que es parte de la vida, que es, como dijo el Buda, sufrimiento-.

Según Brock Bastian, psicólogo de la Universidad de Melbourne, la depresión tiene un componente cultural. Una persona que vive en Occidente tiene 40% más posibilidades de experimentar depresión o ansiedad clínica que una persona que vive en Oriente. Bastian cree que esto se debe a que en China y Japón, por ejemplo, las emociones negativas (al igual que las positivas) son consideradas como parte esencial de la vida, y no se hace un juicio tajante que permita unas y reprima otras. No existe una constante presión de mostrarse alegre. Esto podría tener que ver también con el entrenamiento mental de ciertas culturas; por ejemplo, la psicología budista se entrena en reconocer las emociones y contemplarlas sin rechazarlas, simplemente observándolas. 

Bastian realizó un estudio bastante revelador en 2017. Tres grupos debían resolver un anagrama que en realidad no tenía solución. A uno se le dijo que era posible que fracasaran. A otro se le colocó en un "cuarto feliz" con todo tipo de afiches motivacionales y notas alegres. A un tercero se le colocó en un cuarto neutral. Después de la prueba, todos los participantes tomaron un examen que medía sus respuestas emocionales con respecto a haber fracasado en la prueba del anagrama. Los resultados mostraron que las personas en el "cuarto feliz" se preocuparon mucho más por su fracaso y se frustraron. De aquí que Bastian crea que cuando las personas se encuentran en un contexto donde se estima sobremanera la felicidad, esto ejerce una presión añadida en los individuos a sentirse de esa forma, lo cual los prepara para una depresión, pues difícilmente pueden sostener un estado de ánimo positivo todo el tiempo. 

En cambio, Bastian señala que los momentos dolorosos pueden, de hecho, hacernos más felices a la larga, creando bases emocionales más sólidas y contribuyendo a que desarrollemos nuestra resiliencia. La clave no consiste en buscar experiencias dolorosas sino en, cuando éstas se presentan, no evitarlas, no rechazarlas, no buscar un estado interminable de felicidad (lo cual es simplemente una fantasía o una oscura influencia psicosocial). Como ya hemos escrito aquí antes, la auténtica felicidad se parece más a la eudaimonía que al hedonismo.