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Luego de varias peticiones y hasta ultimátums, padres de un hombre de 30 años en Nueva York tuvieron que acudir a la Corte para conseguir que su hijo saliera del hogar familiar

Mucho se ha hablado en años recientes de una “crisis” que vive cierto sector de las generaciones más jóvenes que, a diferencia de las precedentes, parecen vivir en un estado de menor bienestar material

Los salarios, se dice, son menores, o su valor adquisitivo ha caído drásticamente; beneficios sociales como la salud pública, la educación gratuita o el retiro no existen más o se han precarizado y, en lo que concierne a la vivienda, la inflación de los costos relacionados con ésta se ha elevado de tal modo que parece que vuelve impensable aquello que otros en las generaciones anteriores sí consiguieron: vivir en una casa propia.

En ese contexto, no es extraño que la “independencia” material parezca tardar cada vez más. Ahora es común que personas que rondan los 30 años de edad vivan aún en el hogar familiar, so pretexto de la inviabilidad económica de poder llevar una vida aparte. En varios de estos casos, quienes así lo hacen cuentan con la anuencia de sus padres, quienes parecen conformarse con la situación y aceptan apoyar de esa manera a sus hijos. ¿Pero será esta una decisión de la cual se sienten plenamente convencidos? ¿O quizá los padres se sienten obligados a admitir a sus hijos sólo porque el vínculo familiar “obliga”? ¿No llegará el momento en que los hijos se convierten en extraños en una casa que, después de todo, no es la suya? ¿Y no será esto un tanto insoportable para los padres?

Un caso un tanto radical de esta situación ocurrió recientemente en Nueva York, donde un hombre –que no “joven”– de 30 años fue obligado a dejar la casa de sus padres por orden de un juez, luego de que sus padres demandaran la intervención oficial de la autoridad judicial.

Es difícil decir dónde comienza esta historia, pero para fines prácticos podemos fechar su inicio en febrero de este año, cuando Christina y Mark Rotondo comenzaron a pedirle a su hijo Michael que abandonara la casa familiar en Camillus, cerca de Syracuse. Cabe mencionar que Michael había vivido ya fuera de ésta, pero por razones que no han sido aclaradas regresó a vivir con sus padres en el 2010, sin intenciones verdaderamente manifiestas de volver a salir del hogar familiar.

En febrero pasado, decíamos, los padres de Michael comenzaron a dirigirse a él por medio de cartas y notas breves en las que, con distintos tonos y ofrecimientos, le anunciaban que debía dejar la casa, se lo pedían o le daban un ultimátum. “Después de discutirlo con tu madre, hemos decidido que dejes la casa inmediatamente”, puede leerse en una de estas notas. Incluso, en otra ocasión (el 18 de febrero) los padres de Michael acompañaron la carta de mil 100 dólares y algunas ofertas de trabajo que se tomaron el tiempo de buscar para su hijo, esto para facilitarle la mudanza y el “difícil” tránsito de encontrar nuevas condiciones de vida.

Sin embargo, los días transcurrieron, y a juzgar por el curso que tomaron los hechos, Michael hizo caso omiso de las peticiones y las advertencias de sus padres, quienes ante esta respuesta optaron en abril por acudir a la Corte local y plantear una demanda de desalojo contra su hijo. Curiosamente, se les dijo ahí que la instancia donde su caso podía proceder era la Suprema Corte, la cual atrajo el caso y recibió en audiencia a la familia Rotondo el martes pasado.

Donald Greenwood fue el juez encargado de dirimir entre las partes en litigio. Luego de escuchar tanto a los padres como al hijo, Greenwood intentó convencer a Michael de dejar la casa familiar, pero según reporta The Guardian, Michael argumentó que tiene derecho a vivir al menos 6 meses más en el hogar de sus padres. Greenwood rechazó dicha pretensión, la calificó de “indignante” (outrageous) y en respuesta a Michael le obsequió una orden de desalojo (que Michael, a su vez, consideró también indignante).

La historia es sin duda un tanto rocambolesca, digna de una comedia satírica de Molière, pero de algún modo refleja también ciertos elementos de la subjetividad compartida de este tiempo. Más allá de la adversidad propia de la vida (presente en todas las épocas), parece existir también cierta dificultad entre los individuos de las generaciones recientes para “despegarse” definitivamente del seno familiar y enfrentar el desafío de vivir por cuenta propia, acometiendo por un lado las circunstancias presentes reales, pero realizando también el trabajo o el esfuerzo de obtener la realización de aquello que se quiere, se necesita o se desea.

 

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Imagen: ABC7