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La multimillonaria industria del porno cautiva la atención de millones de personas todos los días, y quizás está mermando nuestra capacidad de relacionarnos y pensar claramente

Hace algunos meses el gobernador de Utah, Gary R. Herbert, firmó una resolución que declara que el porno es un problema de salud pública, sosteniendo que lleva a "un amplio espectro de daños a la salud pública y social". La resolución llama al porno una "epidemia" y pide una reforma preventiva y educativa que se traduzca en un cambio de política. Es difícil dejar de lado que Utah es un estado predominantemente mormón, lo cual supuestamente hace que sean sexualmente recatados. Esto en el papel, ya que Utah es el estado donde más porno se consume por cabeza, según varios estudios. Lo anterior, sin embargo, no invalida del todo el argumento de esta resolución.

Diversos estudios muestran que el porno daña el cerebro de las personas que pasan mucho tiempo videos pornográficos. Asimismo, mucho porno suele ir acompañado de alienación social y afecta la conducta sexual de quienes son adictos a este tipo de entretenimiento, haciendo que les sea más difícil formar relaciones íntimas. Y, como menciona la resolución, el porno contribuye a crear una imagen fantasiosa de la sexualidad, muchas veces proyectando una idea de las mujeres como objetos sexuales. 

Esto es bastante obvio para cualquiera que analice el tema; no obstante, merece una reflexión, ya que existe un casi constante incremento en el consumo de porno en el mundo y esto podría acentuarse con el porno de realidad virtual 3D inmersivo.

En Estados Unidos, el porno genera cerca de 12 mil millones de dólares al año y unos 97 mil millones anuales a nivel global. El 90% de los niños ha visto porno antes de los 18 años y el 60% de las niñas, pero la edad promedio a la que se introduce el porno son los 11 años. El porno es quizás el principal método de educación sexual. Existen varias dificultades para medir de manera confiable la adicción a este tipo de entretenimiento; sin embargo, se cree que esta cifra está al alza. Una de las principales características de esta adicción es que genera un desbalance en la producción natural de dopamina

El maestro budista Traktung Geshe Dorje sugiere --un poco como Baudrillard-- que el porno es un pobre sucedáneo de la realidad: el sexo virtual que consumimos va haciendo que el erotismo real sea menos frecuente. "Las redes sociales son al diálogo auténtico lo mismo que el porno en línea es al amor", dice Traktung Geshe Dorje, quien llama a Facebook "Fakebook". 

No se trata de satanizar el porno; evidentemente las personas deben ser libres para ver el tipo de contenidos que gusten. No obstante, es importante educar sobre los efectos que tiene la pornografía y quizás notar que en este caso la libertad puede caer fácilmente en el libertinaje si no existen ciertas restricciones, ciertos controles o al menos una sólida estructura que permita a los individuos ser más conscientes de los efectos que tienen ciertos medios y ciertos contenidos. Esta es la verdadera libertad, no hacer solamente lo que uno quiere, sino saber lo que es bueno y necesario y ser capaz de realizarlo.