Qué extraña escena describes y qué extraños prisioneros, son iguales a nosotros.
Platón, La república, Libro VII
Ahora vemos confusamente, como en espejo; pero después veremos cara a cara.
I Corintios 13:12
Este día, la empresa Samsung presentó un par de nuevos modelos de teléfonos móviles cuya característica más notable es su cámara de video, que permite grabar videos de realidad virtual (algo que hasta ahora sólo era posible hacer con dispositivos más especializados y costosos).
La noticia puede ser importante en sí misma o específicamente para el ámbito de la tecnología y las comunicaciones; sin embargo, el motivo por el que está circulando con cierta profusión en medios es otro: una imagen en donde se ve a Mark Zuckerberg caminando por una de las salas del Mobile World Congress 2016, un paseo que algo tiene de triunfante, pues él es la única persona con los ojos descubiertos entre una multitud atenta más bien a la pantalla minúscula que han puesto voluntariamente frente a sus ojos, recubierta por todos lados para que eso sea lo único que miren.
“¿Es esta imagen una alegoría de nuestro futuro? La gente en una realidad virtual mientras uno de nuestros líderes camina entre nosotros”, dice el tweet de Nicolas Debock que, atinadamente, resume esta situación, con reminiscencias de la literatura distópica que, en el mejor estilo de George Orwell, Aldous Huxley o Philip K. Dick, previó el sometimiento de las multitudes por la vía mansa de la distracción y la luminosidad de los espectáculos que nunca cesan.
La escena también podría suscitar ciertas evocaciones del mito de la caverna platónico, esa conocida parábola que cuenta el filósofo por vía de Sócrates en el Libro VII de La república. Grosso modo, la historia consiste en una serie de prisioneros que viven encadenados en torno a una hoguera, pero de espaldas a ésta, con la vista hacia las paredes de la cueva donde nacieron, por lo cual lo único que ven y conocen son las sombras de las formas que pasan detrás de ellos, frente al fuego. Hasta que un día uno de ellos escapa o es liberado y se da cuenta de que el mundo que conocía hasta entonces no es más que una proyección del que en realidad es y al cual, aunque conocía por sus sombras, se podría decir que más bien ignoraba. La historia concluye con el regreso del prisionero liberado a la caverna para contarle a los otros prisioneros la verdad, a la que ellos reaccionan burlándose de él y desacreditándolo.
En la imagen de Zuckerberg, sin embargo, el símil tiene un variación sutil pero decisiva. Es como si él fuera ese prisionero que conoce el mundo auténtico pero que, en vez de volver para intentar liberar a sus compañeros mostrándoles la verdad, regresa para apretar aún más sus cadenas, para reforzar su creencia de que la realidad está en esas sombras que se proyectan ante sus ojos. No un salvador, sino un tirano. Un hombre que, como en ciertas tragedias griegas, se presenta provisto de un instrumento que lo vuelve poderoso y acaso invencible: el conocimiento.