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El LSD y el yoga son fascinantes por separado, y esta chica se preguntó qué pasaría si los juntara. Su crónica es una estimulante invitación al viaje
Imagen: barefootongravel.com

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Las sustancias psicoactivas (o enteógenas) y el movimiento físico han formado una mancuerna indivisible desde los días de Eleusis hasta Woodstock: es por ello que la practicante de yoga Rae Lland se decidió un buen día a encerrarse en una cabaña en las montañas a practicar algunos asanas mientras estaba bajo la influencia de una dosis de LSD.

A decir suyo, “cada pose se sentía como si mi cuerpo se abriera al mundo circundante como nunca antes lo había hecho”. Lland incluso llegará a comparar la fluidez de los asanas en LSD “con la euforia física del sexo”.

Y es que los efectos físicos del LSD para realizar actividades concretas han sido poco explorados: a diferencia de sus efectos en la creatividad, en la capacidad para resolver problemas complejos (de tipo lógico, técnico o genealógico, es decir, psicológico) o como guías durante trances espirituales, el impacto del ácido lisérgico en el cuerpo en movimiento es un campo virtualmente virgen para la exploración.

Existen casos como el del beisbolista Dock Ellis, quien jugó un partido en LSD en 1970. Luego de ganar se le preguntó si había visto la última jugada. “¿Verla?”, respondió; “¡Tú debiste verla como yo la vi!”.

En el caso del yoga y psicodélicos, Lland recomienda tener experiencia previa con ambas cosas antes de embarcarse en la búsqueda conjunta: conocer las limitaciones del propio cuerpo durante la práctica del yoga, así como conocer las reacciones físicas y psíquicas individuales a los psicodélicos, nos permitirán sacar a flote lo mejor de ambas experiencias.

Una vez dicho esto, lo más interesante que describe Lland es la euforia en la concatenación de los asanas: el flujo en el que el cuerpo parece ser llevado como una corriente de energía, que permite llegar a nuevos estados de meditación y aventurarse en zonas de la psique a donde nos suele dar miedo ir.

Sigue el flujo de la respiración y trata de dirigir conscientemente el aliento rumbo a áreas del cuerpo en tensión. Aclara la mente y deja que el pensamiento se derrita. Encuentra aquellos espacios ‘sin pensamiento’, y disfruta del silencio y de la sensación de la energía fluyendo por el cuerpo.

Probablemente los practicantes asiduos de yoga no crean necesario o útil el uso de psicodélicos durante la práctica; afortunadamente, como la tradición yogui nos enseña, el soma no es de uso generalizado y se trata solamente de una herramienta en el contexto de una práctica espiritual y física, a la manera de un “tapete” para la mente.

Los psicodélicos de uso recreativo suelen aparecer en fiestas, festivales de música y retiros en el bosque: utilizarlos dentro de un contexto deportivo también es responsabilidad de quien los usa.