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Los humanos, “como responsables de este planeta, tenemos el imperativo moral no sólo de liberarnos del paradigma darwiniano, sino también [de liberar] a todas las criaturas de la Tierra. Nuestro viaje a un estado post-biológico, post-darwiniano, será mutuo”

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La cuestión de la inteligencia humana –ese supuesto diferenciador que, junto con el lenguaje, es nuestro pretexto histórico para agenciarnos el dominio del reino natural— ha fascinado a científicos, artistas y filósofos de todos los tiempos. ¿Qué es, en qué consiste, de dónde viene? Para la ciencia médica existe un fascinante, prometedor y polémico campo de estudio que busca aumentar artificialmente la inteligencia de algunos animales.

George Dvorsky, del Instituto para la Ética y Tecnologías Emergentes, está del lado de los entusiastas del imperativo ético del “uplift” (mejoramiento o aumento), un procedimiento experimental para explorar las posibilidades prácticas y los imperativos filosóficos de la inteligencia.

Dvorsky asume que los humanos, “como responsables de este planeta, tenemos el imperativo moral no sólo de liberarnos del paradigma darwiniano, sino también [de liberar] a todas las criaturas de la Tierra. Nuestro viaje a un estado post-biológico, post-darwiniano, será mutuo”. ¿Pero qué tan cerca estamos realmente de ser capaces de aumentar la inteligencia de otros animales? ¿De qué animales? ¿Y para qué? Según Dvorsky, la idea será usar animales para aprender sobre problemas cognitivos humanos, incluyendo enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.

¿Superanimales?

Un equipo del MIT estableció un vínculo entre la inteligencia y los genes, y fue capaz de modificar un ratón genéticamente para producir el gen FOXP2, ligado a la capacidad de nuestro cerebro para aprender y hablar. La idea era saber si la presencia del gen humano podía mejorar la habilidad de los roedores para resolver problemas. Efectivamente, los ratones que produjeron el gen completaron pruebas estándar mucho más rápido que los roedores sin modificaciones genéticas.

Otro estudio dirigido por Sam Deadwyler, de la Universidad de Wake Forest, usó macacos Rhesus para estudiar los factores que llevan a la gente a sufrir Alzheimer y perder el control de sus procesos de pensamiento. El equipo entrenó a los monos en tareas que implicaban aprender y reconocer imágenes y símbolos; luego les suministraron dosis de cocaína para “atontar” su inteligencia y repetir las pruebas, que realizaron con pobres resultados.

En la siguiente fase, los mismos monos recibieron prótesis neuronales (implantes cerebrales diseñados para monitorear y corregir las funciones de las neuronas dañadas por la cocaína). Los implantes restauraron correctamente las neuronas dañadas y las funciones normales de los monos; pero lo increíble es que si el implante se colocaba en un mono cuyo cerebro no estuviera dañado por la cocaína, el desempeño de los primates mejoraba muy por encima del promedio esperable (o “normal”).

Voces encontradas

Sin embargo, no todos en la comunidad científica son tan entusiastas del “uplift” de inteligencia. Paul Graham Raven es investigador de la Universidad de Sheffield, y cree que el “aumento” no sólo representa la arrogancia de los científicos, sino que parte de una creencia errada de la superioridad humana sobre la demás vida en la Tierra.

“Se asume que nosotros sabemos lo que es mejor para otras especies. Dado que hemos demostrado muy poca evidencia de saber lo que es mejor para nuestra propia especie, me inclino a desconfiar de ese supuesto, aunque sea bien intencionado”.

¿Qué pasaría si, en lugar de asumirnos como el pináculo de la evolución, pensáramos que somos sólo una de las versiones que la evolución ha desarrollado? Bajo la misma lógica del “uplift”, ¿no sería esperable un escenario de ciencia ficción donde los humanos también pudieran beneficiarse de las mejoras de otras especies? Aquí entraríamos en la franca especulación… y en el universo de los héroes de cómics.

[BBC]