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Moreno Valle, ¿mata, miente y duerme?

Por: Maite Azuela - 08/05/2014

A sus 13 años, José Luis Alberto Tehuatlie recibió un impacto en la cabeza que lo desvaneció por completo. Las autoridades poblanas condicionaron su atención médica a que la madre firmara un testimonio que inculpara a los manifestantes

PRD-pueblaUna madre caminaba a orillas de la carretera con su hijo José Luis; iban lento porque los acompañaba la abuela que no conseguía paso ligero. Avanzaron entre los manifestantes, quienes pacíficamente exigían que el registro de sus difuntos no se trasladara a sitios distantes. En el intento de simplificar los trámites burocráticos que el gobierno había decidido complicar, los pobladores de Chalchihuapan protestaban legítimamente. Pero se enfrentaron con balas de goma y cartuchos de gas que fueron lanzados a manos de la policía poblana para evitar que siguieran su trayecto.

A sus 13 años, José Luis Alberto Tehuatlie recibió un impacto en la cabeza que lo desvaneció por completo. Las autoridades poblanas condicionaron su atención médica a que la madre firmara un testimonio que inculpara a los manifestantes. La madre valiente se negó. José Luis murió unos días después sin que se le permitiera a su madre estar cerca de él en sus últimos tres días de vida. 

Para entender cómo sucedieron las cosas podría funcionar ponerse en los zapatos de los policías, quienes por lo visto llevan instrucciones explícitas para disparar o atacar manifestantes. Quizá tengan la certeza de que la razón de su sueldo, uniforme y categoría laboral dependen de que agredan a quienes se manifiesten contra las decisiones gubernamentales. Quizá la falta de educación y de oportunidades sociales les impida formar un criterio propio que los detenga a tiempo, antes de soltar balas de goma o lanzar cartuchos de gas contra menores de edad. Pueden incluso aludir a la confusión y el temor de su propia integridad para actuar de prisa, sin responsabilidad alguna y lastimando a decenas de individuos que sólo caminan como protesta. Es distinto ponerse en los zapatos de sus jefes: Facundo Rosas, Secretario de Seguridad de Puebla o Rafael Moreno Valle, gobernador del estado. Los zapatos de las autoridades son de otro tipo de suela, las cintillas y la horma con que se calzan las decisiones les otorga otro nivel de responsabilidad. Con esto no exculpo a los granaderos que directamente asesinaron al menor, pero si llegaron hasta ahí, fue recibiendo órdenes.

Las reacciones del gobierno poblano han sido caóticas, insensibles, tardías y cada vez derrapan más en el cinismo. Tras las declaraciones oficiales de la Procuraduría de Justicia del estado, que aseguran que el niño fue víctima de una “onda expansiva” provocada por un cohetón, la Comisión de Derechos Humanos local expidió un documento cuyas conclusiones se derivaban de informes provenientes de 2011 en donde el gobierno admitía no haber adquirido balas de goma desde ese año. Con errores garrafales, el gobierno aseguró que varias organizaciones de la sociedad civil avalaban su actuar. Afortunadamente esa falaz complicidad quedó desmentida; incluso, Claudio X. González, de Mexicanos Primero, lamentó la muerte del niño y negó que la organización que preside se haya pronunciado al respecto. Después se abrieron las ventanas desde donde se exhibió la relación estrechísima entre Moreno Valle y Juan Pablo Piña Kurczyn, quien habría entrelazado trabajos en la Comisión Nacional de Derechos Humanos y el gobierno de Puebla. No es de sorprender que justo ahora que la Comisión Nacional de Derechos Humanos cita finalmente a Facundo Rosas el gobernador otorgue un cargo de alta responsabilidad a Piña Kurczyn, quien tiene a su vez vínculos muy cercanos con el ombudsman nacional y que seguramente pagará el espacio con la garantía de que su gobernador salga ileso de este asunto.

Tardó dos semanas para matizar su discurso, después de las críticas que como ráfaga llovieron a su persona. Ahora resulta que Rafael Moreno Valle hasta se ha disculpado y dice lamentar la muerte de José Luis. No sólo sus zapatos son distintos, también debe ser diferente su consciencia y la de sus colaboradores, quienes dedican su trabajo a construir murallas de complicidad que se compensan con jugosos cargos públicos. 

No hay duda de que, para algunos, la angustia que ocasiona la culpa y el remordimiento que quita el sueño cuando se lastima a un semejante, para otros es la pasiflora que, con poder y dinero ajeno, elimina efectivamente cualquier insomnio causado por mentir o por matar. 

La posibilidad de que la verdad sea admitida y las responsabilidades asignadas es muy pequeña, ya que quienes dirigen las instituciones garantes de los derechos humanos y la justicia juegan en el equipo de Moreno Valle, no en el del niño José Luis, su madre o su abuela. Lo que quizá si sea posible es que difundamos los hechos y alertemos sobre que alguien que pretende, en unos años, saltar a la presidencia de la República, tiene causales de insomnio que no nos representan.

 

Twitter de la autora: @maiteazuela