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Ahí está lo que ya decíamos de la falsa pregunta y la respuesta presupuesta. Ahí está la mano rectora de la maestra, que llega para estandarizar. Ahí está el estereotipo a pleno. Ahí están los ejercicios y sus arbitrariedades: ¿Cómo reinterpretar la escuela? A continuación, dos ejemplos concretos.

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Algunos lectores me dicen que mis artículos son concéntricos, que me repito sobre los temas y me piden que avance sobre ejemplos concretos de la escuela nueva que insinúo.

Hoy —domingo— les quise hacer caso y volteé a los primeros ejemplos que me vinieron a la mano. En casa hacían sus tareas mis hijos y sus primos. Me detuve en las de Eva, de 7 años, segundo grado de primaria, y en las de Renato, de 6 años, primer grado de primaria. Estudian en dos escuelas diferentes; escuelas ni mejores ni peores que las otras; escuelas privadas de São Paulo que representan la media de la escuela brasilera privada de la ciudad.

Eva tenía que completar en casa los ejercicios que le planteaba una típica Guía escolar de ejercicios para hacer en casa. Al inicio de la página había una foto (pequeña y estándar, como siempre) de un niño que cargaba cajas de cartón en la calle, de día. La Guía le preguntaba a Eva si la foto mostraba algún derecho del niño que estuviera siendo irrespetado.

Primer nivel de análisis.

El folleto se llama “libro de actividades” y en realidad creo que se trata, más bien, de un folleto de ejercicios. La diferencia entre libro y folleto no voy a desarrollarla ahora, pero es un tema de dignidad de los libros; no todo conjunto engrapado de hojas impresas es por eso un libro. Pero el desplazamiento de la noción de actividades a la de ejercicios sí tiene trasfondo pedagógico. “Actividades” supone hacer cosas y no veo a Eva haciendo cosas, sino simplemente respondiendo preguntas. Eso no es una actividad. Pero además, ni siquiera las llamaría preguntas, porque no son más que afirmaciones disfrazadas. La respuesta a esa pregunta formulada en el folleto preexiste a la formulación de la misma. Eso no es una pregunta; es —más bien— su negación como posición epistemológica.

Eva había hecho esa tarea unos días antes y había respondido que sí, que  estaba siendo irrespetado porque estaba siendo obligado a trabajar y no podía divertirse. Su maestra corrigió su respuesta; la sustituyó sobre el cuaderno por otra que decía así “en la foto están siendo irrespetados los derechos de juego y vivienda”.

¿Qué hay por detrás de toda esa escena simple? El mundo escolar, el imaginario escolar y, sobre todo, los presupuestos escolares. Todos juntos, bastante evidentes y en estado bastante puro.

Ahí está lo que ya decíamos de la falsa pregunta y la respuesta presupuesta. Ahí está la mano rectora de la maestra, que llega para estandarizar. Ahí está el estereotipo a pleno. Ahí están los ejercicios y sus arbitrariedades. Ahí están sus fallas constitutivas, también, porque esa foto (mala foto, además) dice muchísimas más cosas que lo que la maestra “quiere que ella diga a Eva”. Y Eva que acepta, pero no entiende. Y Eva, que había empezado a apropiarse, pero ya no…

¿Cuánto se perdió en esa pequeña escena? ¿Cuánto se dañó en esa escena escolar? ¿Cuántas escenas de estas hay por día en las escuelas de nuestra región?

Pero para no quedarme apenas con ese ejemplo, viré la vista y me puse a ver en qué andaba Renato, mi sobrino. Él estaba con inglés. Y su ejercicio consistía en “colorear y recortar” un dibujo (también, muy malo) cuyo título decía algo así como “holidays” o algo parecido y había un conjunto de personas en la playa, con los estereotipos de siempre a su alrededor. Ah, también le pedía que reescribiera la palabra “holidays” debajo de la ya impresa, en letra de molde.

Resulta que en inglés, donde se trata de asumir la lengua, Renato tiene que invertir 90% del tiempo de la tarea en colorear y cortar “¿en inglés?”. ¿Aprenderá con eso? Luego la escuela se queja de que la carga horaria para el inglés es muy baja, pero la poca o mucha que tenga la malinvierte porque no entiende en qué consiste enseñar inglés a un niño, y vuelve a escolarizarlo todo.

Renato no necesita cortar y pintar; Renato necesita oír hablar en inglés y tratar de hacerlo él. Oír y oír, mil y una veces, miles de acentos diferentes. Sumergirse en el mar de la lengua y tratar de nadar en él. Inmersión, que le llamamos. Y ganar confianza en que puede entender y puede, poco a poco, empezar a interactuar. Eso necesitan Renato y todos los niños del mundo, para aprender otra lengua (y muchas cosas más). El método de la inmersión no reglada, interactiva y constructiva. Y la generación de confianza en ese mar. Que puede y se pruebe que puede. Y juegue con la lengua que desconoce y no traduce. Y se divierta aguzando su oído para poder comunicarse luego con quien le hable en inglés, venga de donde venga y sea quien sea.

¿Cuánto se perdió en esa pequeña escena? ¿Cuánto se dañó en esa escena escolar? ¿Cuántas escenas de estas hay por día en las escuelas de nuestra región?

Brasil no es ni más ni menos que México, Argentina, Perú o Guatemala. Escolarmente hablando, es igual. Tenemos todos los mismos problemas porque nos tiene envueltos y apresados el mismo imaginario, al que podemos llamar cárcel, de que la escuela debe ser escolar.

Siempre es así, en realidad, más allá de estos ejemplos aleatorios de domingo a la mañana. Y ese es precisamente el problema.

Espero que este golpe de realidad nos haya servido. 

Twitter del autor: @dobertipablo