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La imagen occidental del yoga suele presentar a esta ancestral disciplina ascética como una especie de fitness con tonos lite de espiritualidad, pantalones sexys, respiración controlada, y posiciones automatizadas cuyo significado tiene algo de místico y mucho de un simbolismo desconocido... algo intermedio entre el jogging y cosas más herméticas. Sin embargo, antes de la proliferación de la calcomanías con el símbolo de OM en SUVs, el yoga era entendido como una práctica menos domesticada, que requería de una dedicación descomunal digna de hombres santos y salvajes, con una rica iconografía llena de simbolismo esotérico y dioses temibles.

Esta imagen preconsumista del yoga es rescatada un poco por la exposición Yoga: The Art of Transformation que se exhibe en el Museo Smithsonian, y la cual cuenta con 130 objetos, algunos de los cuales se remontan hasta el siglo III. Los asistentes a la expo podrán participar en clases de yoga in situ, haciendo asanas en medio de una sala atestada de dioses furibundos y bodhisattvas congelados en samadhi, en un claro contraste de lo sagrado y lo profano, harto común a la forma en la que se ha adoptado el yoga en el mundo occidental.

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Twitter del autor: @alepholo