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Esta instalación de Jeppe Hein genera la ilusión de una flama surgiendo del corazón de una fuente, mostrando al agua y al fuego en convivencia y comunión.

 

Las fuentes son probablemente uno de los ornamentos más antiguos en la historia de la arquitectura, adornos públicos y privados, de calles y ciudades pero también de palacios y casos, que asimismo generan la sensación de tranquilidad y sosiego, incluso de belleza y experiencia estética gratuita, que se ofrece sin más, como en Les jeux d’eau à la Villa d’Este de Franz Liszt.

Y si bien esta tradición ha sido intervenida, esta modificación ha sido sobre todo en la forma de las fuentes, en los materiales utilizados, pero casi nunca en que aquello que mana y que da cuerpo al espectáculo: el agua.

De ahí uno de los elementos más sorpresivos de esta pieza realizada por el artista Jeppe Hein quien sin dejar de utilizar dicho líquido, montó una fuente en la que también hay fuego, el cual convive con el agua en sus saltos y sus caídas.

Flama de agua” es el nombre de la instalación, posible gracias a un mecanismo que despide gas natural en medio del agua, generando así la ilusión de comunión de ambos elementos.