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Por qué ser despedido fue bueno para Maquiavelo (y puede serlo para ti)

Por: Luis Alberto Hara - 08/06/2013

Podemos leer la historia de Nicolo Machiavelli como una manera sabia de convertir los sinsabores de la vida en lecciones que, aunque duden de la virtud de los hombres, también pueden enseñarles sobre su propia naturaleza.

maquiavelo

En la narrativa de nuestras propias vidas solemos creer que los eventos, afortunados o desafortunados, deben ser medidos sólo en la duración de nuestra propia vida. Pero hay hombres cuyas narrativas sobrepasan el transcurso de una breve vida humana e impactan en la civilización. Una de esas narrativas –transformada en libro– es la de Nicolo Maquiavelo, un político italiano que el 12 de noviembre de 1512 tuvo un pésimo día al enterarse de que el estado florentino, al que sirvió dignamente durante 14 años, había caído frente a un golpe de Estado para reinstaurar a la familia Medici en el poder.

Maquiavelo fue encarcelado y torturado como parte del proceso casi burocrático de cambio de gobierno. No era nada personal: era un proceso para enviar un mensaje: un nuevo amo había llegado.

Maltrecho y dolido en su orgullo personal, Maquiavelo regresó a la finca familiar en la Toscana donde pasaba las mañanas leyendo, las tardes en la taberna local jugando juegos de mesa, y las noches entregado a una tarea por la que su nombre se volvió sinónimo de pragmatismo para los estudiosos de la filosofía política y para los entrepreneurs con necesidad de consejo: Il Principe, el best seller político por excelencia.

Pero Nicolo no podía ver el futuro, así que no se imaginaba el impacto que sus observaciones sobre la vida de los poderosos tendrían en la cultura occidental desde su publicación, hace más de cuatro siglos. En un verano como este del año 2013, pero hace medio milenio, Nicolo simplemente escribía. En una de las cartas más famosas de Maquiavelo, relata así la sensación de entregarse por entero a la tarea que su propio destino le exigía dentro de él:

En el umbral de mi estudio me retiro las ropas del día, cubiertas de barro y polvo, organizo los instrumentos apropiada y gentilmente y, ahora en ropas apropiadas, entro en la venerable corte de los hombres antiguos, donde recibido por ellos con afecto, me nutro en ese alimento que es mío solamente y para el que nací, donde no me sorprende hablar con ellos y preguntarles por la razón de sus acciones y ellos con gentileza me responden, y durante cuatro horas de tiempo no siento aburrirme, olvido cada problema, no sufro la pobreza, no me aflige la muerta: entéramente me entrego a ellos... y porque Dante dice que el conocimiento no se produce cuando escuchamos sin recordar, he compuesto un pequeño trabajo sobre los principados..."

Ser despedido a fin de cuentas hizo toda la diferencia, al menos en lo que se refiere a la historia de la literatura y la política. Como Maquiavelo, tú también podrías aprovechar el momentum de ser removido de tu trabajo para entrar en otro estado de conciencia y dedicarte a un talento subyacente, y aunque tal vez no seas recordado por la historia universal, es muy posible que tu historia personal te lo agradezca. 

Con información de BBC.