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La 'lealtad' en un país que ha vendido su identidad pierde sentido y, en cambio, cuando esta lealtad es a Estados Unidos, tiene un costo funesto

Las recientes luchas electorales que se escenificaron en Guerrero y en Baja California Sur, fueron unos verdaderos sainetes que sólo confundieron más a los confundidos espectadores-electores que votaron por candidatos disfrazados como tartufos con todas las banderías políticas en competencia por el mercado del poder. Se han desdibujado las ideologías en una mezcolanza de intereses políticos, económicos y delicuenciales.

Y mientras se solazan en las grillas partidistas, la guerra contra la supuesta delincuencia organizada sigue sin final posible.  ¡Ah, pero el señor Calderón hace el paseíllo llamado de la “marcha de la lealtad” en remembranza a esa marcha de los cadetes de Chapultepec acompañando a Francisco I. Madero! Ya sabemos cuál lealtad ofrecieron los miembros de las fuerzas armadas a Calderón, en primerísimo lugar los secretarios de la defensa y de la marina, la lealtad en los sueldos que cobran, por ejemplo el general secretario, que se mete 1 millón, 859, 712 morlacos, muy sabrosos y así p´al real todos los demás heroicos militares mexicanos.

Y la lealtad se prueba en el campo de batalla, o sea, en los negocios que se realizan en la supuesta guerra contra la delincuencia organizada con la promotoría de los Estados Unidos. La compra de armas y ventas de drogas a los gringos.

Lo malo de tanta “lealtad” es que se está generando una crisis marca madre, que busca destruir el tejido social que nos mantiene frágilmente unidos, y así imponer los intereses combinados de los USA y sus socios locales que mal gobiernan en este desdichado país.

El saldo del gran negocio, salta a la vista, más de 30 mil muertos que no tienen nombre y que vagan como almas en pena que no tiene un sepulcro para descansar, “una nación rota, despoblada y destruida irremediablemente”, a menos que se organice y se levante el pueblo contra el destino trágico y ominoso que le depara la oligarquía y el imperialismo.

La bachicha

Se fue Mubarak, se quedó el ejército. La plaza Tahrir vive.