El hombre que consumió 40 mil pastillas de éxtasis
Por: Jimena O. - 12/03/2009
Por: Jimena O. - 12/03/2009
Aunque esta persona dejo de consumir drogas hace 7 años, ahora tiene 37 y aún sufre diversos efectos secundarios, incluyendo extremas lagunas de memoria, paranoia, alucinaciones y depresión. También padece una dolorosa rigidez muscular en el cuello y en la mandíbula que a veces le impide abrir la boca. El hombre conocido como Mr. A (mejor hubiera sido Mr. E o Mr. M) en la publicación Pyschosomatics al principio sólo tomaba 5 pastillas a la semana, pero gradualmente escaló de 3 a 5 al día. En su pico llegó a consumir 25 pastillas al día, no se dice cómo lograba pagar su hábito (tomando en cuenta que difícilmente podría haber ido a trabajar y, si sí, nos gustaría conocer esa oficina). Después de colapsarse en un par de fiestas, Mr. A dejó de consumir dicha sustancia, pero durante los meses subsiguientes todavía se sentía bajo los efectos del éxtasis. Hay que considerar la posibilidad de que este caso haya sido exagerado por parte de la comunidad médica para sentar un ejemplo que aleje a la gente de las drogas, posiblemente "inflando" los efectos secundarios de esta sustancia.
En un principio, el MDMA iba a ser llamado "empatía", por su capacidad de formar rapport entre las personas que lo consumen, sensibilizarlos a las señales del cuerpo y con una tendencia casi telepática a conectarse. Pero, debido a que este nombre no era tan atractivo para la calle, se le llamó éxtasis. Tal vez desde ese momento esta sustancia selló su destino de incomprensión y abuso. El MDMA tiene un gran potencial terapéutico, capaz de salvar relaciones o de llevarlas a una profundidad insospechada, pero visto como un mero recurso para obtener éxtasis fácilmente sin una base mental sólida, llega a ser justamente su contrario: altera la producción natural de serotonina yse convierte en una puerta al mundo sublunar de la depresión. Si acaso, Mr. A nos deja la lección de que no debemos despilfarrar nuestro éxtasis, aunque, como diría Robert Anton Wilson, cada hombre tira la sustancia que ama.