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Análisis del affair del presidente hondureño Manuel Zelaya ¿será esta una lección para los políticos de la región o sólo una oportunidad más para salir en la foto?

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El 28 de junio el presidente de Honduras fue sacado a empujones de su cama para informarle que, por ser un traidor a la patria, se le había expulsado del poder. De entonces a la fecha el "affaire Zelaya" ha sido aprovechado por un buen número de políticos para proyectarse en la escena internacional. Chávez, como siempre, jaló el reflector para pontificar que Venezuela nunca aceptaría a un presidente que llegara al poder por medio de un golpe de Estado y Clinton declaró que la injerencia de Chávez era inadmisible, España designó a su vicepresidenta primera Teresa Fernández de la Vega para ejercer presión a favor de la reinstalación del presidente y Calderón aprovecho la demora de Zelaya en la frontera de su país para recibirlo en México.

La decisión generalizada ha sido la de condenar el golpe de Estado y la estrategia la de no rascar tanto en las razones que lo originaron. El presidente de Costa Rica Oscar Arias presentó, casi un mes después, una propuesta de diez puntos, que se conoce como el Acuerdo de San José, que intentaba buscar una salida pactada al conflicto al reponer al presidente Hondureño en su cargo hasta una nueva convocatoria a elecciones en octubre de este año.

Lo cierto es que el "affaire Zelaya" vuelve a poner de manifiesto el destino antidemocrático de la región latinoamericana y su incapacidad para resolver los conflictos políticos a través de las instituciones. La intención de Zelaya de mantenerse en el poder a punta de decretos ha demostrado que el autoritarismo se combate con más autoritarismo y que así, la única ley que vale es la de a ver quién gana. Si a esto se suman las manifestaciones a favor de ambos "presidentes" lo que resulta obvio es que la hondureña es una sociedad dividida e intolerante, incapaz de encontrar por sí misma el camino a la reconciliación.

¿Será Honduras el primer país que revierta un golpe de Estado? eso depende de los oficios de los "buenos samaritanos" que tan desinteresadamente se están ofreciendo como mediadores en el conflicto y, cómo no, de las presiones, embargos, cercos y condenas de las grandes o pequeñas potencias de las que depende ese país. Lo cierto es que el fantasma del retorno a las épocas de la guerra sucia es algo que nadie quiere para América Latina, pero que tampoco la entusiasta defensa de un personaje como Zelaya, del que lo menos que se puede decir es que es intransigente e incompetente, es lo más deseable para nuestros países.

¿Y después del golpe qué? Los signos de desgaste de las autoridades se vuelven cada vez más evidentes y no sólo para Honduras, lo cierto es que cada vez se cree y se respeta menos a los gobernantes y cada vez más se piensa que lo eficiente es buscar que se haga justicia por la propia mano. Esperemos que los otros presidentes latinoamericanos intenten sacar lecciones de esta experiencia en lugar de aprovecharla sólo para salir en la foto.

¿Qué consecuencias tendrá esto en el tejido político del país?

Yolanda Meyenberg Leycegui es columnista invitada de Pijamasurf. Es investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

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