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8 consejos para no abandonar tu vida por causa de la depresión

Buena Vida

Por: Jimena O. - 11/19/2017

El sentimiento de abandono que suele acompañar a la depresión no tiene por qué arrebatarte tu deseo de vivir

La depresión es una especie de “enemigo silencioso” que se agazapa en la vida de más personas de las que imaginamos. Nuestro compañero de trabajo o de escuela puede actuar “normal” pero, debajo de esa apariencia, sentirse profundamente triste y llevar consigo la carga de una depresión con la que apenas puede. También es posible que nosotros mismos seamos ese compañero(a).

Esa contradicción entre lo que sentimos y la necesidad de continuar con la vida –que no se detiene– tiene un punto difícil de afrontar en el sentimiento de abandono que suele acompañar a la depresión. 

Abandono en un sentido amplio: de tu cuidado personal, de tus labores cotidianas, de tu bienestar, de tus relaciones y, en general, de tu existencia. La depresión, en este sentido, es como un agujero negro que amenaza con tragarse cosas que has construido a lo largo de la vida, a veces incluso sin darte cuenta.

A continuación compartimos ocho consejos que, sin ser terminantes ni concluyentes, pueden ayudar a más de una persona para comprender que la depresión, la tristeza profunda o como sea que se le llame, no tiene por qué matar el amor a la vida.

 

Sal de tu casa (y de tu rutina)

La depresión es, fundamentalmente, un encierro. A nivel emocional, sí, pero que encuentra expresión en un hecho muy palpable: las personas deprimidas suelen perder el ánimo para salir de su casa, ya sea por un sentimiento de protección, por miedo o por algún otro motivo. 

Lo lamentable, sin embargo, es que el encierro se convierte en un pretexto para mantenerse en el ciclo nocivo de la depresión: la inactividad, el stalkeo, los pensamientos negativos y autocompasivos, la repetición inane de la misma canción, la misma película, el mismo videojuego…

Si es tu caso, intenta salir. No es fácil, lo sabemos, pero es importante. Piénsalo así: las habitaciones que no se airean terminan por adquirir un “olor a encerrado” muy particular, e igualmente sucede así con todo lo que se estanca, que termina por pudrirse. Sal, camina, ve a un parque cercano, túmbate a contemplar el paso de las nubes, mira lo que tu pasa a tu alrededor. 

Salir es uno de los primeros pasos para salir de ti mismo(a), de ese encierro en el Yo que es la depresión.

 

2. En este momento, haz lo que puedes hacer

La realidad sigue su marcha, en muchos casos sin importar el momento en que nos encontramos. Aunque te sientas deprimido(a), es muy probable que tengas que seguir trabajando, cumpliendo con tus deberes de la escuela, etc. Como en el inicio de "El Aleph", el cuento de Borges, el curso de la vida sigue a pesar de nuestras pequeñas o grandes tragedias personales.

Eso no significa que tengas que ignorar lo que te sucede. Más bien, lo opuesto. Tómalo en cuenta al respecto de esos otros ámbitos de tu vida y, paralelamente, piensa que este momento “también pasará”. Una vez que la tristeza se disipe, ¿con qué te vas a encontrar? ¿Con que perdiste tu trabajo o reprobaste algunas materias? ¿Con que quizá ya no puedes retomar el contacto con ciertas personas? Es injusto que la depresión sea capaz de barrer con otras cosas que has construido, ¿no crees?

En este sentido, es necesario hacer un ajuste de expectativas y medidas. A diferencia de otros momentos de tu vida, en medio de una depresión no te encuentras en posesión completa de tus recursos. Quizá no puedes concentrarte o no tienes ánimo de emprender ciertas tareas, por ejemplo. Sé compasivo contigo mismo: quizá mañana puedas hacer más, quizá lo puedas hacer mejor, pero hoy no.

 

3. No demerites lo logrado

En la depresión suele sobrevenir un estado de abandono total que, entre otros efectos, nos lleva a perder de vista nuestros logros anteriores. Una relación termina y, con suma injusticia para con nosotros mismos, vivimos esto como un fracaso más en la lista inclemente de los descalabros amorosos.

Nada más falso, sin embargo, pues nada ocurre sin que produzca efectos. Incluso de la relación más tormentosa podemos extraer aprendizajes que nos permitan conocernos y hacer de esa experiencia un nuevo saber para la manera en que vivimos y entendemos el mundo, las relaciones, el amor, etcétera.

De hecho, una actitud frente a la depresión más útil que tumbarse en la cama o el sillón con ninguna otra compañía más que una botella de vino y Netflix es emprender el examen más o menos consciente de por qué estamos tristes, por qué ese incidente en particular nos llevó a la depresión y, también, qué de lo que somos nos encaminó a esas circunstancias.

 

4. No te encierres en ti mismo(a)

Este punto parece repetitivo con respecto a la consigna de salir de casa que señalamos al principio. No obstante, aunque afín, se refiere a otro dominio: el de las relaciones personales. La salida al laberinto de la depresión se encuentra también en los otros. 

Quizá pienses que no puedes hablar con los demás de lo que te sucede, que tu tristeza es algo que debes cargar contigo y no molestar a otros con eso, o que a nadie le importa lo que te ocurre. Nada más falso. Lo más probable es que haya alguien en tu círculo social que no tenga ningún problema en escucharte, que quizá hasta llore contigo o que, a su manera, entienda por lo que pasas y tal vez hasta te dé un consejo o te diga algo que encuentres reconfortante o provechoso. Y quizá no suceda nada de esto, pero de cualquier forma no puedes saberlo si no sales de tus pensamientos y estableces contacto con otros.

Una vez más: sal.

 

5. Cuídate

Días sin bañarse o sin arreglarse, noches de consumo intenso de alcohol, comidas de alto contenido calórico en las que se busca el consuelo que no se encuentra, compras caprichosas e inútiles… 

La depresión puede llevarnos fácilmente por caminos de autodestrucción que pueden tener consecuencias más serias de las que imaginamos en el momento en que realizamos tales actos. Y aunque hasta cierto punto son respuestas más o menos previsibles a la tristeza intensa que sentimos en nuestro interior, al mismo tiempo es necesario tomar conciencia de dichos impulsos para retomar el amor por lo que somos y vivimos.

 

6. Busca ayuda

En ciertas culturas existe el prejuicio de que los profesionales de la salud mental están reservados para las personas con algún desequilibrio marcado y evidente, los “locos” de la historia que primero fueron venerados, después expulsados de las ciudades y al final encerrados en manicomios y hospitales psiquiátricos.

Es cierto, sobre las llamadas ciencias de la mente pesa esa historia oscura, ¿pero de verdad eso es lo que te impide buscar ayuda? ¿Y qué si estás loco(a)? La verdad es que, como dijo Lewis Carroll, “todos aquí estamos locos”, sólo que ni todas las personas dejan ver la locura que llevan consigo ni todas lidian con ella de la misma manera. 

Dicho con otras palabras, lo cierto es que todos tenemos alguna dificultad con la cual nos enfrentamos en la vida y todos respondemos de distinta manera frente a ella. Una de esas maneras también puede ser pedir ayuda, darnos cuenta de que no podemos solos con lo que se nos presenta y reconocer que quizá alguien más –por su experiencia, por su formación profesional– es capaz de ayudarnos a encontrar la salida del laberinto.

 

7. Evita la trampa de la autocompasión

Uno de los ciclos autodestructivos de la depresión es pensar que, por sentirnos decaídos, todos deben tenernos consideración y tratarnos de modo especial. Y ese “todos” también nos incluye también a nosotros mismos. 

Esto, además de falso, es dañino, pues cuando ese “cuidado especial” se mantiene más allá de ciertos límites, tiene el efecto nocivo de impedirnos salir de esa zona en la que la depresión o la tristeza cumplen una función inconsciente de comodidad y goce. 

Así es, aunque pueda sonar extraño o inaceptable, lo cierto es que la depresión cumple una función en tu estructura psíquica y emocional presente. En lo singular, nadie más que tú puede saber qué función, pero en lo general es posible decir que la depresión y sus variantes son una “respuesta aprendida”, es decir, una respuesta que en tus años de formación aprendiste a elaborar ante ciertas circunstancias. La autocompasión es una expresión de dicho escenario, es una forma en que tu inconsciente te lleva a mantener las coordenadas en las que, paradójicamente, parece que sentirte mal te hace sentir bien.

 

8. ¿Puedes convertir tu depresión en algo más?

Una frase conocida asegura que en la vida nunca se deja de aprender. Como decíamos en un punto anterior, también de la depresión es posible extraer aprendizajes valiosos. De hecho, es posible que sea uno de los estados emocionales más ricos pues, como otras crisis, revela los puntos de inflexión de nuestra psique que claman a gritos que los escuchemos, los atendamos y quizá incluso que les permitamos salir. En ese sentido, aprender sintiendo la depresión pueden llevarnos a zonas de nosotros mismos hasta entonces desconocidas. No es casualidad que tantas personas creativas en la historia (en las artes, la filosofía, la literatura, etc.) hayan sido también grandes “deprimidos”

 

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Imágenes: Broken isn't Bad