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El Guggenheim tiene una interesante exposición en la que los usuarios podrán reposar (y explorarse) en un ambiente de casi perfecto silencio

Como hemos mencionado antes aquí, el silencio en nuestra era es una necesidad poco reconocida que se ha convertido en un lujo. El silencio, que es lo místico, es también la raíz de la salud de la mente. El silencio, que es oro (según la frase popular), es ahora también una atracción de museo.

El Museo Guggenheim de Nueva York ofrecerá a sus asistentes un desierto sintético, acústicamente blindado, en el que se podrá tener una experiencia de la amplitud que nutre la mente. El proyecto PSAD Syntethic Desert III es el hijo de la mente del artista Doug Wheeler, un proyecto que ha madurado, con desprecio a la premura y a la agitación que caracteriza a nuestra época, desde hace 50 años (en el silencio, el tiempo se desvanece). El desierto sintético de Wheeler consiste de una plataforma --que da la impresión de suspenderse sobre un abismo en el que se encuentra una serie de pirámides hechas de un material que apaga el sonido (una versión de las cámaras anecoicas usadas en experimentos). La iluminación, a su vez, hace que se tenga la ilusión de que la galería es un espacio interminable, sin límites visibles. Se tiene entonces la sensación de estar en el mar o en el desierto, algo que mimetiza el desierto de Arizona, caro a Wheeler. 

Quizás este espacio pueda servir como un destello del silencio tan apreciado por diversos místicos. Uno de los más destacados en la actualidad, David Chaim Smith, escribe en The Awakening Ground:

La práctica contemplativa empieza con el amor al silencio. Silencio en este caso no se refiere a la mera ausencia de sonidos audibles, aunque este es uno de los aspectos que invitan a la mente a la gran expansión de su naturaleza esencial. El gran silencio es pleno, resonante y habla a través de todas las cosas. Puedes empezar llamándolo en tu interior, donde reside sin interrupción.

El amor al silencio es una especie de hambre o sed. Cala profundamente hondo. La urgencia de unirse a él es como el fuego que intensifica la aspiración gnóstica.