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Jack Kerouac sobre el silencio diamante que nos recuerda que todos somos budas

Arte

Por: Luis Alberto Hara - 10/10/2017

Esto es lo que le dijo el silencio del desierto a Kerouac

En Los vagabundos del dharma, una de las grandes novelas del movimiento beat, Jack Kerouac introduce una particular veta del budismo a la cultura estadounidense del jazz y el blues, la marihuana y el whisky, los aventones, el camping en montañas desoladas y una incipiente libertad sexual. Esto ocurría en la década de los 50. El budismo que Kerouac celebra es el de los "lunáticos zen de China y Japón", grandes maestros que vagaban por las montañas, viviendo en la naturaleza, sin necesidad de la sociedad, libres de convenciones y preocupaciones, a veces bebiendo vino, a veces simplemente contemplando la Luna y la primavera. Una veta que luego Trungpa Rinpoche introduciría en Estados Unidos como "crazy wisdom" ("sabiduría demente"). Kerouac amaba acampar en la naturaleza, escalar montañas y meditar o rezar. En Los vagabundos del dharma escribe memorablemente, después de "meditar y llorar":

No hay un sueño como el de una noche de invierno en el desierto. El silencio es tan intenso que puedes escuchar tu propia sangre rugir en los oídos sólo que mucho más fuerte es el misterioso rugido de lo que siempre he identificado como el rugido de la sabiduría diamante, el misterioso rugido del silencio en sí mismo, que es un gran Shhhh que te recuerda algo que parece que has olvidado en el estrés de los días que han pasado desde que naciste. Me gustaría explicarlo a aquellos que amo, a mi madre, a Japhy, pero no hay palabras para describir la nada y la pureza [de ese silencio]. "¿Hay una enseñanza certera y definitiva que otorgar a los seres vivos?". Esa fue la pregunta que se le hizo probablemente al lanudo anciando Dipankara, y su respuesta fue el silencio estruendoso del diamante.

Eso que hay que recordar, esa sabiduría diamante que está en el silencio es sin duda la propia naturaleza búdica, el postulado fundamental del budismo mahayana, al cual pertenece el zen. Todos los seres en su naturaleza más básica son budas, sólo que por oscurecimientos propios de la rueda del sufrimiento (el estrés del samsara) han olvidado esta naturaleza prístina, acaso como el vidrio de una ventana se ensucia con el tiempo o como la superficie de un espejo. Lo único que es necesario, a fin de cuentas, es recordar eso siempre, purificar la mente, y todas las cosas serán vistas como en realidad son: libres, perfectas, iluminadas.

El diamante (vajra, en sánscrito) es el símbolo del dharma indestructible o eterno y de aquello indestructible en los seres vivientes, esto es, la naturaleza búdica o tathagatagarbha.

Dipankara es uno de los budas que antecedieron a Gautama Buda, según la tradición budista. Su silencio recuerda el silencio de Gautama en el momento fundacional del zen en el que Mahakashyapa obtuvo la iluminación simplemente compartiendo el silencio del Buda. El silencio es el emblema de la verdad, puesto que ésta es inefable, no puede limitarse en palabras; sólo puede experimentarse en silencio.

Ante una asamblea de 80 mil monjes en el monte Grdhrakuta [monte Buitre], el Buda sostuvo una flor en su mano y guiñó el ojo. Nadie en la asamblea entendió lo que estaba haciendo, y permanecieron en silencio. Mahakashyapa sonrió... El Buda sostuvo una flor y mostró que no estaba cambiando. Mahakashyapa sonrió para mostrar que era eterna. De esta forma Shakyamuni y Mahakashyapa se conocieron y sus pulsos se entremezclaron. El entendimiento perfecto y puro no involucra la mente que discrimina, así Mahakashyapa se sentó en meditación y cortó la raíz del pensamiento. 

 

Aquí la historia completa del origen del zen: el silencio, la flor y la sonrisa