¿Cómo definir la sensación que nos recorre la espina dorsal cuando pasamos por ciertos lugares u observamos los ojos perdidos y siniestros de las muñecas? En su famoso estudio sobre lo siniestro (das Unheimliche), Sigmund Freud caracteriza este sentimiento como una "angustiante familiaridad", algo que se asemeja a algo que conocemos y que, a la vez, es profundamente perturbador.
Freud se basa en "El cuento de arena" de E. T. A. Hoffmann para caracterizar lo siniestro, pero existen ejemplos más cercanos a la cultura pop que lo ilustran igual de bien: Chucky el muñeco diabólico, para poner un ejemplo demasiado obvio, al igual que el payaso Pennywise de It, obra de Stephen King. Annabella (precuela de El conjuro) es otra película de terror que explora el tema de la posesión diabólica y la perturbadora presencia de la muñeca basta para poner incómodo a cualquiera, por no decir asustado.
Las historias de muñecas embrujadas abundan: sus rostros no siempre denotan la ternura e inocencia que comúnmente asociamos con la infancia; en ocasiones son severas, incluso tristes, y su gama emocional aumenta y varía según las proyecciones de sus poseedoras. ¿O debemos decir, del ente que las posee?
Indagando un poco por internet es fácil descubrir un submundo dedicado a la compra y venta de "muñecas diabólicas". Uno puede encontrarlas en la sección de "varios" en sitios como eBay o Etsy, y algunas llegan a venderse por más de mil dólares. Las descripciones de un vendedor incluyen los adjetivos "sadista, "canalla", "pervertida" y "poseída" para referirse a una tierna muñeca.
La descripción de los vendedores solamente alienta el interés de los compradores, pero debemos preguntarnos si parte del interés de la compra no proviene de la historia que rodea a la muñeca. El aura, según Walter Benjamin, es aquello que "fascina" de las obras de arte: aquello que hace que millones de personas hagan filas interminables para echar un vistazo a la Mona Lisa original en el museo del Louvre, aquello intransferible que tiene la Mona Lisa, pero que no tienen sus reproducciones fotográficas.
La narrativa asociada a las muñecas probablemente sea una forma de "aura", de exceso o desborde que añade algo externo, pero no secundario, a una obra o un objeto.
Un ejemplo muy sencillo: alguien nos presta una pelota de futbol. La observamos y vemos que es una pelota común y corriente. Luego nos dicen que esa pelota pertenecía a un niño que fue ofrecido a una entidad espiritual malévola en una misteriosa y sangrienta ceremonia; dicen (esto es importante), pero no podemos confirmarlo, que el espíritu del niño saltó al balón. Probablemente, si logramos que la historia resulte convincente (o interesante) podríamos conseguir algunos cientos de dólares extras por el balón, a pesar de que sea solamente un simple balón de futbol.
Una de las razones por las que la gente ve películas de terror (además de mejorar el sistema autoinmune) radica en el alivio al estar a salvo después de experimentar un atisbo de peligro imaginario. Atravesamos la película de terror, de susto en susto o bien, con el aliento contenido (cuando la película es buena), con el fin de ver los tranquilizadores créditos finales. Probablemente la lógica detrás del arquetipo proyectivo de la muñeca diabólica obedece a la misma idea. O bien, existen entidades demoníacas que se introducen en juguetes infantiles con el fin de torturar a los mortales. No podemos dejar ninguna hipótesis fuera mientras seguimos experimentando la "fascinación" benjaminiana.
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Nota: El redactor de esta nota fue hallado muerto abrazando a una muñeca en circunstancias misteriosas, unos días después de haber escrito esta nota. Aunque una investigación forense ya se encuentra en proceso, Pijama Surf recomienda a sus lectores no tomarse tan a la ligera los extraños casos de muñecas diabólicas. La moneda está en el aire.