¿Qué podemos aprender de la primera víctima mortal del cannabis?
Por: Luis Alberto Hara - 02/13/2014
Por: Luis Alberto Hara - 02/13/2014
La británica Gemma Moss es la primera persona sometida a una autopsia, ya que "fue envenenada mortalmente por fumar cannabis". Muchos periódicos se refieren a su caso como "la trágica prueba de que la cannabis puede matar", buscando rebatir uno de los argumentos más fuertes a favor de la legalización de la marihuana en el mundo: el que fuera imposible morir de una sobredosis. Sin embargo, aunque el hecho es trágico, Moss no murió de una sobredosis.
David Nutt fue durante mucho tiempo el principal consejero sobre drogas en el Reino Unido. Cuando se le preguntó qué podíamos aprender del caso de Moss, su respuesta fue: "Pienso que la respuesta es nada". Una respuesta que no es parca sino realista: "No puedo comenzar a entender la certeza del patólogo acerca de que la cannabis matara a Gemma Moss, pero tampoco deseo contradecirlo directamente".
Y es que la muerte de Moss pudo haber sido acelerada por la marihuana, pero no necesariamente provocada por ésta:
"El cannabis usualmente hace que el corazón trabaje un poco más fuerte y sutilmente afecta su latido y su ritmo. Cualquier estrés menor en el cuerpo puede ser la gota que derrame el vaso, el aleteo de mariposa que desate la tormenta. La señora Moss sufría de depresión, lo que en sí incrementa el riesgo de un súbito ataque cardiaco. Es posible que la adición de un poco de estrés causado por un porro de cannabis desatara un ataque cardiaco [con probabilidad de] uno en un millón, justo como ha sido registrado con mayor frecuencia en los deportes, el sexo, los saunas e incluso al ir al baño."
Sugerir que fumar la cantidad de cannabis que Moss fumó (menos de un porro) es una prueba contundente de que la cannabis es peligrosa, cuando la historia afirma lo contrario, no sólo es irracional, sino que desvía la discusión de la peligrosidad de otras drogas y enrarece el debate. Para Nutt, el problema sigue siendo la educación formal sobre drogas y la falta de información pública confiable, pues "nuestra conversación nacional sobre drogas se construye alrededor del relato de historias trágicas como las de Gemma Moss, Leah Betts y Amy Winehouse".
"Aunque los hechos puedan ser parcialmente verdaderos, estas historias estereotipadas restan, más que añadir, al entendimiento público de las drogas... Los tipos de drogas, la gente y el daño en estas historias no son representativas del peso real que las drogas tienen en nuestra sociedad."
De hecho, en su experiencia, Nutt afirma que estos casos restan atención a la investigación de los potenciales beneficios de las drogas. En 2009, Nutt renunció a su cargo como consejero de drogas para el gobierno británico al criticar la clasificación bajo la que las drogas entraban en el registro de sustancias ilegales, afirmando, por ejemplo, que el éxtasis era tan peligroso, estadísticamente, como montar a caballo.
Nutt sigue investigando el potencial de drogas como el MDMA y la psilocibina (hongos de poder) como herramientas para tratar desórdenes psicológicos como la depresión o el estrés post-traumático, afirmando que durante décadas, el LSD, el éxtasis (MDMA), la psilocibina o la marihuana han sido clasificadas como "drogas de abuso", a pesar que durante siglos hayan formado parte, de un modo u otro, de la farmacopea médica:
"En los '60", escribe Nutt, "más de 1,000 publicaciones científicas narraron las maneras en que el LSD podía ser usado como ayuda para hacer la psicoterapia más efectiva. De manera similar, el MDMA comenzó a ser usado como complemento en la terapia oral durante los '70. La marihuana ha cruzado miles de años como medicamento para enfermedades y padecimientos que van de la malaria al reumatismo."
Pero es el miedo de los gobiernos a hablar públicamente de las drogas y tratar de legislar su utilización lo que restringe la investigación y criminaliza a los usuarios. "Los psicólogos quisieran saber si el MDMA puede ayudar con el estrés post-traumático intratable, o si el LSD o la psilocibina pueden suministrar alivio para la migraña de racimo o el desorden obsesivo compulsivo", pero mientras las leyes siguen aceptando como fuente del derecho la noción de que todo usuario de drogas es un yonqui y un adicto, la legislación mundial seguirá siendo un jardín de niños. Tal vez deberíamos aprender más de Uruguay.