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Más que una consigna histórica, «Pan y Rosas» es el grito silenciado de mujeres que exigieron no solo sobrevivir, sino vivir con plenitud. Andrea D’Atri revive en sus páginas las luchas olvidadas de la Revolución Francesa y nos recuerda que, sin ellas, la historia está incompleta

“Pan y Rosas”. ¿Qué hay en esas dos palabras? ¿Una mera consigna? ¿Una metáfora romántica de luchas olvidadas? En realidad, es un grito profundo que resuena a través del tiempo, a través de las páginas de la historia. Esta frase, que nació en las huelgas textiles de principios del siglo XX, especialmente en la huelga de Lawrence, Massachusetts (1912), no solo pedía pan para el cuerpo, sino también rosas para el alma. Las mujeres en esas huelgas exigían, por supuesto, mejores condiciones de trabajo, y también algo más: dignidad, belleza y una vida más justa. Sin embargo, la autora Andrea D'Atri no solo se refiere a este contexto reciente, sino que, al invocar este título, también nos invita a pensar en las luchas invisibilizadas de las mujeres durante la Revolución Francesa, un acontecimiento en el que el grito de "pan y rosas" resonaba en el corazón de las calles de París, donde las mujeres, aún no reconocidas en los libros de historia, se alzaron por un espacio en el mundo: por ser vistas, por ser nombradas.

En el fulgor de la Revolución Francesa, cuando las calles se cubrían de polvo, sudor y sangre, las mujeres de los barrios obreros de París no solo luchaban por el pan, sino por una necesidad aún más urgente: ser reconocidas como agentes de cambio. Y esas rosas, tan suaves y olvidadas, florecieron entre la miseria como un grito de belleza, de dignidad, de justicia.

Es precisamente aquí donde se sitúa Pan y rosas, el libro de la escritora Andrea D’Atri, que destapa las capas ocultas de la Revolución Francesa para mostrar lo que la historia ha querido callar: que la lucha por la igualdad, por el derecho a la libertad, nunca fue solo una lucha de los hombres. Fue, desde sus inicios, también una lucha de las mujeres, las mismas que el poder siempre ha querido reducir a la sombra, a la estatua inerte del sacrificio. Mujeres de los barrios obreros de París que, en 1792, se rebelaron contra la escasez de azúcar. Lavanderas en 1793 que clamaron justicia contra los especuladores que las despojaban de su ya mísera existencia. La historia se repite, pero se olvida, o se ajusta a un relato que sigue excluyendo a la mitad de la humanidad.

En el corazón de Pan y rosas, D’Atri recoge esas voces silenciadas, aquellas de las mujeres que no solo lucharon por el pan, sino por lo que él representa: dignidad. Pero no solo eso, también rescató las rosas que el mundo les negó. La revolución, para ellas, no era solo un cambio político; era una revolución cultural, una lucha por un espacio que jamás les fue otorgado. En los clubes revolucionarios, junto a las mujeres de la burguesía y las capas medias, lucharon por la igualdad de derechos, pero la contradicción era feroz. La “igualdad” proclamada por la revolución nunca fue más que una ilusión, una cortina de humo para ocultar la feroz exclusión de las mujeres.

La crítica de Pan y rosas no es solo hacia un sistema patriarcal que niega la libertad a las mujeres, sino también hacia la Revolución misma, que, en su afán de destruir una aristocracia opresiva, construyó otras formas de opresión, más sutiles, pero igualmente crueles. La Revolución Francesa no solo fue un movimiento por el pan, fue un intento por modificar el alma misma de la sociedad. Sin embargo, a las mujeres se les negó lo que les correspondía: la capacidad de escribir su propia historia, de ser reconocidas no solo como sombras del hombre, sino como seres completos.

Con una precisión crítica, D’Atri explora cómo el feminismo emergió de esa contradicción. Mientras las mujeres de las clases bajas se levantaban por pan y justicia, las mujeres de la burguesía y las capas medias comenzaban a reclamar el derecho a ser escuchadas, a ser visibles, a tener su lugar en el escenario público. El feminismo que surge aquí es el reflejo de una lucha más amplia, la lucha contra una revolución que, en su promesa de igualdad, olvidó a las mujeres. No solo la igualdad de derechos civiles, sino también el derecho de las mujeres a ser completas, a ser lo que deseen ser, sin que su vida se reduzca a la maternidad o al rol subordinado.

Pan y rosas no es solo una consigna histórica, es una invitación a mirar más allá de lo que el poder nos quiere mostrar. Es una exigencia de justicia que no se limita a la supervivencia, sino que se extiende hacia la plenitud. La lucha por el pan sigue siendo urgente, sí, pero las rosas, esas que florecen en medio de la oscuridad, son el verdadero motor de la revolución. Las mujeres luchan por algo más sobrevivir: por florecer, por tener el derecho a existir plenamente en su humanidad.

Andrea D’Atri, con su pluma firme y su mirada crítica, nos invita a cuestionar no solo el pasado, sino también el presente. Porque las rosas, aunque a menudo despreciadas y arrancadas antes de tiempo, siguen siendo parte fundamental de lo que somos. La lucha que comenzó en las calles de París, con el pan en las manos y las rosas en el corazón, sigue viva, sigue necesitando ser escuchada. Porque el pan alimenta el cuerpo, pero las rosas alimentan el alma. Y es hora de que entendamos que no se puede tener uno sin el otro. Porque si la revolución no incluye a las mujeres, si no nos ve en nuestra totalidad, entonces esa revolución es incompleta.

En las páginas de Pan y rosas, la autora no sólo da voz a las mujeres olvidadas de la historia, sino que nos recuerda, con la dulzura de las rosas y la dureza del pan, que la lucha nunca fue solo por el derecho a vivir. Fue, y sigue siendo, por el derecho a florecer.

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