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El telescopio espacial Hubble captó recientemente la imagen de esta proto-estrella, una de las más brillantes del universo y la cual, por sus características, podría convertirse algún día en un astro como nuestro Sol.

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Por la naturaleza misma de nuestro universo y el ritmo con el que ocurren sus fenómenos, estamos un tanto habituados a considerarlo como algo estable, fijo. Sus transformaciones son, para nuestra escala, tan lentas, que en ocasiones pareciera que estas no ocurren en realidad. Y sin embargo se mueve, como dijo Galileo.

Recientemente el telescopio espacial Hubble captó la imagen de una proto-estrella que, de acuerdo con el estudio científico al respecto, tiene características que la asemejan a nuestro Sol o dicho de otro modo, llegará el momento en que se convierta en un astro sumamente similar al que mantiene en orden al sistema en el que habitamos.

Se trata de una formación de gas y polvo con una extensión de un año luz, localizada a su vez a 4,500 años luz de la Tierra. Se le clasifica dentro de las estrellas de tipo O y también entre las más brillantes y cálidas del universo. Oficialmente su nombre es IRAS 20324+4057 y se le localiza en la asociación conocida como “Cisne OB2”, una región conocida por su densa formación de estrellas e la constelación homónima.

En el caso específico de la IRAS 20324+4057, se trata de un “nudo con forma de oruga”. Su estado es más bien incipiente y todavía recolecta material de la nube de gas que la rodea. Al final, cuando su etapa de formación concluya y sea ya una estrella joven, puede ser que su masa sea hasta 10 veces la de nuestro Sol, pero también puede ser que la radiación de estrellas cercanas destruya ese capullo de gas en que se encuentra, con lo que su masa sería la misma que la del Sol.

Una imagen que de algún modo nos hace pensar en lo que era el Universo antes de ser, dicho en términos humanos, el universo conocido.

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