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Por una reivindicación del sentido estético de la espera, ese tiempo que quizá no es tiempo y que, mejor, parece hecho de deseo, inquietud, una proyección hacia otro momento que en cierta forma también habitamos.

esp

I said to my soul, be still, and wait without hope
For hope would be hope for the wrong thing; wait without love
For love would be love of the wrong thing; there is yet faith
But the faith and the love and the hope are all in the waiting.
Wait without thought, for you are not ready for thought 

T.S. Eliot, The Four Quartets

Recientemente intenté dejar de fumar. El periodo que duré sin prender un solo cigarro fue breve, pero me permitió distinguir cuáles eran los momentos en los que surgía en mí la necesidad de fumar. La mayoría de las veces apareció cuando tenía que esperar, cuando tenía que rellenar un lapso de tiempo con algo. Sin duda, la sensación que provoca la espera (lo previo a algo más) es para algunos una causa de inquietud y para otros, como es mi caso, de intranquilidad e incluso de ansiedad. Lo que sigue es necesariamente hablar de un síndrome moderno (o quizá intrínseco de la condición humana): la incapacidad de sentirnos tranquilos, de estar en el momento en el que estamos, en el lugar en el que estamos sin pensar en qué sigue, la incapacidad de dar un trago a la copa de vino, sin pensar mientras lo hacemos en el siguiente bocado de comida.

Pero, ¿qué sería de un libro como la Odisea si sus lectores no hubiéramos aprendido a disfrutar de lo previo y de la espera, de todo lo que pasa antes de que suceda lo que precisamente estamos esperando, todo lo que pasa antes de llegar al destino? En su poema Ítaca, Constantino Cavafis lo describe a la perfección: finalmente la vida de una persona es la espera de lo que todos, sin excepción, tenemos que vivir: la muerte. Las Ítacas son nuestros destinos, pero las Odiseas, son todo lo demás y tal vez convendría poner atención a estos segmentos de tiempo y aprender a encontrar la tranquilidad y la belleza, justo ahí o como lo escribió el poeta griego: “Desea que sea largo tu camino.”

Samuel Beckett es otro más de los artistas de la espera. Dentro de su absurdo universo, atascados en ese páramo remoto, Estragón y Vladimir esperan a Godot y mientras tanto, enuncian algunos de los más hermosos diálogos en la historia del teatro, dándole así un sentido a la espera. Al final, esperar a Godot es sólo la esperanza que los mantiene vivos y los mantiene ahí, una excusa (Godot nunca llega y los dos personajes permanecen donde empezaron). Al final, lo importante es esperarlo:

Pero la cuestión no es esta. “¿Qué hacemos aquí?”, es lo que tenemos que preguntarnos. Tenemos la suerte de saberlo. Sí; en medio de esta inmensa confusión, una sola cosa está clara: esperamos que venga Godot.

Lo importante es el tiempo previo y saber que somos afortunados los que sabemos qué es aquello que estamos esperando.

Saber esperar y darle sentido y belleza a esa espera, he ahí el meollo. La palabra esperar en inglés, wait, deriva del proto-indoeuropeo weǵ, que significa “estar fresco, alegre, despierto”. Y no es una casualidad que la palabra espera y la palabra esperanza tengan la misma raíz latina. ¿Cómo hacer de la espera un acto bello o productivo o, incluso, un acto de epifanía? No se trata aquí de hacer una oda a la paciencia, vista como esa virtud que encontramos tantas veces en libros como el I-Ching. Es en nuestra vida de todos los días, donde podríamos desarrollar la capacidad de aprender a ver la belleza en lugares donde normalmente no la vemos, como en el acto de esperar: “the faith and the love and the hope are all in the waiting”.

Twitter de la autora: @MissMariaaaa