Quizá de la misma manera que en los años sesenta los hippies creían que las drogas psicodélicas realmente traerían amor y paz, los entusiastas del Internet de los años noventa serán recordados por creer ilusoriamente que la Red traería conocimiento y libertad.
El escritor francés Michel Houellebecq sugiere en su última novela, Aniquilación, que el Internet, en vez de conducir hacia el supuesto progreso, nos arrastra hacia la ineludible decadencia de nuestra sociedad nihilista.
Houellebecq es quizá el escritor vivo más importante de Francia y uno de los pocos escritores, en esta época decadente, que tienen realmente algo que decir que no sea un lugar común, aun cuando su mensaje sea sumamente depresivo. Las noveles de Houellebecq se van apilando como anticipaciones de un desolador panorama que se avecina para una humanidad que no cree en nada más que en la tecnología y en el placer inmediato. En Aniquilación, Houellebecq vuelve a poner en juego su mirada crítica, lúcida y pesimista y narra el desierto que se viene cuando llega una nueva realidad totalitaria.
Houellebecq escribe: "le gustaba decir que Internet sólo servía para dos cosas: para descargar porno y para insultar al prójimo sin riesgos". Una frase lapidaria. Y aunque es cierto que Internet obviamente sirve para otras cosas, con el tiempo, estas son las dos actividades que parecen haberse convertido en las que mejor definen el quehacer cotidiano de los internautas. Especialmente si ampliamos la noción de "porno" al soft porn que mayormente constituye el contenido de redes sociales como Instagram o TikTok y entendemos la frase "insultar al prójimo sin riesgos" como la actividad principal de una red social como Twitter, en el marco de una especie de guerra cultural. El ser humano contemporáneo parece creer que pasar todo el tiempo discutiendo con extraños en una red social sobre los últimos acontecimientos noticiosos o "debatir" sus opiniones sobre temas políticos tan polémicos como intrascendentes no es perder una preciosa oportunidad, pues no valora realmente la vida.
El escritor francés utiliza en su novela el término "agotamiento vital" para describir nuestra época, en la que ya no esperamos mucho, ciertamente no los grandes ideales y narrativas. Entre este hastío generalizado, anestesiado por el entretenimiento masivo, queda la búsqueda de ocasionales experiencias límites de placer, que son mejor definidas como formas de turismo: turismo sexual, turismo psicodélico, turismo espiritual.
Houellebecq, el viejo amargado –y lúcido– de las letras francesas, es de alguna manera el heraldo de la destrucción de la civilización occidental, él mismo incapaz de no encarnar sus vicios fatales.