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La tecnología digital tienen efectos más perniciosos que las drogas en la atención humana

La crisis global de la atención es uno de los problemas principales que enfrenta la humanidad, pese a que no se discute mucho. La situación es compleja, pues además de la tecnología digital que vive de enganchar a los usuarios de manera similar a las drogas o la comida rápida, diferentes factores como la contaminación ambiental y la alimentación contribuyen a que exista un claro declive en la capacidad de concentrar la mente y cultivar estados mentales no aflictivos. 

En los últimos años han surgido muchos libros que tocan este tema. Uno de los más notables es el del escritor Johann Hari, Stolen Focus (traducido en español como El valor de la atención: Por qué nos la robaron y cómo recuperarla), el cual investiga las razones de este declive global. Hari cuenta un experimento bastante inquietante. En una entrevista con el diario El Confidencial, explica:

un ejemplo: en Hewlett-Packard, la compañía de impresoras, contrataron a un científico para estudiar la productividad de sus trabajadores. Los dividieron en dos grupos. Al primer grupo se le ordenó seguir con sus tareas, sin interrupciones. Al segundo grupo se le ordenó hacer su trabajo al mismo tiempo que contestaban llamadas y correos electrónicos sin parar, que es más o menos como vivimos casi todos ahora. El experimento se alargó en el tiempo y, al acabar, el segundo grupo había perdido diez puntos de coeficiente intelectual sobre el primero. Cuando te fumas un porro de marihuana y estás muy colocado, tu coeficiente cae un 5%. Es decir, las interrupciones constantes tienen un efecto sobre tu inteligencia a corto plazo dos veces superior al de la marihuana.

Fumar marihuana, aunque puede tener algunos beneficios, particularmente para quitar el dolor, en general también afecta la memoria y procesos cognitivos, pero esto no se compara con tener un teléfono móvil prendido o pasar el tiempo en una red social. Así que de alguna manera es como si todos estuviéramos siendo drogados, y lo aceptamos sin ningún sobresalto. 

El efecto es doble; por una parte está el medio, independientemente del mensaje: el simple hecho de estar siendo interrumpidos por contenidos cortos que obligan al cerebro a una alternancia y a pagar el "costo de la alternancia". En este sentido, la tecnología no es neutral; no es sólo cómo se usa, sino el hecho de que se utiliza y la cantidad que se usa. 

Por otro lado está el efecto del mensaje y la calidad del mismo: en general las personas consumen contenido de poca calidad, que moldea su imaginación, sus deseos y sus intereses, acoplándolos a la cultural global basada en el entretenimiento.

Así se crean hábitos difíciles de superar que van haciendo a las personas poco despiertas intelectualmente. Pasivas y amodorradas, pero a la vez ofendidas y polarizadas por el tipo de contenidos que se viralizan más fácilmente en las redes sociales.

Por suerte, lo más común es que el daño cerebral sea reversible, pero ello requiere de regímenes de desintoxicación digital.


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Imagen de portada: Man of Many