A mediados del siglo XX, gran parte de la población en Japón atravesaba condiciones de pobreza tales que la gente rara vez podía comprar textiles para ropa de uso personal y de cama. En las zonas del norte, la incapacidad para cultivar algodón debido al clima de la comunidad de Tohoku motivó la práctica de coser restos de tela usada en artículos utilitarios, incluidas mantas, abrigos y edredones. Estas prendas de uso rudo, reelaboradas a lo largo de varios años, fueron reparadas repetidamente de generación en generación sin ser desechadas.
A esta técnica textil se le conoce comúnmente como boro, derivado del boroboro onomatopéyico japonés, que significa "algo hecho jirones" o "reparado". Esta palabra también se traduce al español como "harapos" o "andrajos". Así fue como, en el siglo XIX y principios del XX, al usar los campesinos tejidos de retazos hechos a mano, adquirió este nombre.
Los textiles boro eran la práctica cotidiana del hombre común en Japón y representaban un pasado colectivo y empobrecido. Fueron olvidados en gran parte después de mediados del siglo XX, cuando la sociedad cambió hacia la modernización y urbanización a gran escala. Sin embargo, son la encarnación tangible de un legado cultural al que sólo recientemente se le ha dado un nombre formal y ha recibido una consideración estética y artística.
Los textiles boro representan algunos principios esenciales de la ética y la estética tradicionales japonesas:
Shibui: recuerdo y nostalgia por las cosas del pasado que fueron buenas.
Wabi-sabi: que no oculta las imperfecciones, las hace parte de la creación.
Mottainai: demasiado bueno para desperdiciarlo.
Todas estas características atestiguan un respeto por la singularidad de las cosas que se opone a la sociedad actual, impulsada por el consumo. Esta práctica tiene una estima por nuestros recursos disponibles, trabajo y objetos cotidianos.
Además, según el galerista Stephen Szczepanek, radicado en Nueva York:
los textiles boro con parches irregulares presentan una asombrosa similitud con la estética del collage del arte moderno, recordando al espectador de hoy las obras de los artistas Paul Klee y Robert Rauschenberg o los diseñadores brasileños Fernando y Humberto Campana.
En medio de la crisis climática que atraviesa nuestro planeta, el boro está ganando reconocimiento internacional a medida que las personas aprecian su belleza y poder, de la misma manera que valoran el arte abstracto o las antigüedades. Esta es una de las muchas formas en las que podemos ganarle un poco la partida a la contaminación y sobreproducción de productos que fácilmente son desechados.
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