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La guerra civil más la intervención de potencias extranjeras han masacrado a Siria: en tan sólo 5 años la expectativa de vida ha caído 15 años y más de 470 mil personas han muerto

Las consecuencias de un conflicto armado que ha durado ya 5 años en Siria y en el que han participado también las grandes potencias mundiales son completamente devastadoras. Según un reciente estudio publicado por el Syrian Centre for Policy Research, el número de muertos asciende a 470 mil personas y el número de heridos a 1.9 millones de personas, lo que significa que 11.5% de la población de este país con una enorme y antiquísima cultura se encuentra seriamente afectado. Se estima que las pérdidas económicas llegan a los 255 mil millones de dólares y que la expectativa de vida se ha reducido de 70 años en 2010 a 55 en 2015. 

El conflicto intestino en Siria ha sido reforzado por la intervención de diferentes países como Rusia, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Con el ataque de París la intervención se ha recrudecido, siendo que Siria es considerado el centro neurálgico de ISIS y desde hace unos años los poderes aliados han apoyado a los grupos opositores al gobierno de Assad. La cruzada por eliminar a los terroristas ha acabado con un importante porcentaje de la población, la mayoría de los cuales no tiene nada ver con los ataques que han recibido países occidentales. Recientemente la crítica ha sido dirigida a los ataques aéreos rusos, los cuales, según Estados Unidos, no discriminan entre la población y los grupos armados.

Actualmente se discute la posibilidad de hacer un cese al fuego (y, según la BBC, se habría llegado a un preacuerdo). Moscú habría enviado una carta a Washington proponiendo el 1 de marzo como la fecha. Mientras tanto, Siria está prácticamente destruida.

Resulta dramático ver cómo la reiteración de una política intervencionista rinde siempre resultados similares (antes Irak, y previamente Afganistán). Todo lo cual se agrava cuando se analiza la formación de los extremistas musulmanes, un proceso relativamente reciente, el cual es inexplicable sin el fondeo y el aliento propagandístico de los programas de inteligencia de Estados Unidos primero en Afganistán y luego en otros países. Un caso sumamente alarmante pero que no recibe casi nada de atención fue el programa de radicalización en las escuelas de Afganistán y Pakistán, donde por más de 1 década agencias estadounidenses colocaron textos editados por expertos de universidades de su  país en los que los alumnos aprendían a contar con tanques y bombas y fueron expuestos a una versión alterada del Corán para mostrarles un destino bélico y familiarizarlos con la violencia. Esto, entre otras cosas (incluyendo los constantes ataques que reciben sus países), ha criado una hueste de musulmanes extremistas. Por lo anterior es adecuado decir que el problema del terrorismo no es religioso, es político.