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Roberto Saviano desmorona la fantasía de nuestra sociedad de que el narco, las corporaciones y las instituciones son cosas distintas

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Ningún periodista actualmente ha sido capaz de dimensionar en todas sus aristas el problema del narcotráfico como el italiano Roberto Saviano. Con una escritura mordaz e inclinada no sólo al periodismo sino a la gran literatura, Saviano ha emparentado de manera coherente, como una fórmula infalible del mercado, a la cocaína, el capitalismo, las mafias del narco, los bancos y las corporaciones. Decir esto le ha costado tener que vivir aislado, bajo protección y en constante sigilo (ya que vive amenazado por la mafia napolitana).

El periodista de The Guardian Ed Vulliamy ha escrito un perfil sobre Saviano luego de un enecuentro fallido en Perú, tomando declaraciones del italiano y algunas citas de su reciente Cero Cero Cero, exposé del inextricable binomio narco-capitalismo.

Saviano dice que Pablo Escobar fue el oscuro visionario, "el Copérnico del crimen organizado", que "entendió que no es el mundo de la cocaína el que debe orbitar alrededor de los mercados", revelando de tajo cómo el sistema financiero global se alimenta de la cocaína y del narcotráfico.

"Ningún negocio en el mundo es tan dinámico, tan incansablemente innovador, tan leal al espíritu del mercado libre como el negocio de la cocaína", dice el periodista en una extraña y llamativa mezcla de romantización del narco, hipérbole de sus habilidades y contundente lucidez. Los capos son los grandes emisarios secretos del capital. 

El grueso de sus aseveraciones y lo más inquietante es lo siguiente:

El capitalismo necesita a los sindicatos criminales y a los mercados criminales... esto es lo más difícil de hacer entender. Las personas --incluso aquellos observando el crimen organizado-- pasan de largo esto, insistiendo en una separación entre el mercado negro y el mercado legal. Es esta mentalidad la que hace que personas en Europa o Estados Unidos piensen en un mafioso como alguien que va a la cárcel como un gangster o un pandillero. Pero no, es un hombre de negocios, y su negocio, el mercado negro,  se ha convertido en el mercado más grande del mundo.

Saviano nos muestra una especie de visión no dual del crimen y de la economía: lo ilegal y lo legal son un mismo continuum; el capo y el CEO se entrelazan; el dinero y la sangre todo lo permean; esto es el terrible territorio de la economía global, cuya única (sombra de) ética es incrementar sus ganancias.  

En The Guardian Vulliamy llama esto una "sagaz herejía", que no queremos escuchar en Occidente porque queremos seguir con nuestro cuento de hadas para adultos, continuar con nuestro teatro moral y seguir apilando dinero, creyendo en las instituciones y en el esquema maniqueo de los malos contra los buenos, los policías contra los ladrones (¿cómo no ver que son los mismos?). La sociedad anglosajona, dice Saviano, quiere "seguir creyendo en la salud de la sociedad, pero esto es una fantasía"; de hecho, el distrito financiero de Londres es un centro de lavado de dinero mucho más grande que las Islas Caimanes. Los criminales están asimilados a la sociedad en sus más altas e invisibles esferas. Vulliamy lo sintetiza así: "corporación como cártel; cocaína como puro capitalismo, capitalismo como cocaína, conocida en su estado puro como cero-cero-cero --una ácida referencia al nombre del mejor grado de harina, ideal para la pasta".

A fin de cuentas el esquema en el que está incrustado el narcotráfico y por el cual es imprescindible para el capitalismo y el mercado libre, según Saviano, es el de  un sistema que perpetúa "la explotación de la mayoría para el enriquecimiento de los pocos".