El campo magnético de la Tierra protege la vida en el planeta, sirviendo como un escudo que nos protege de radiación, además de moderar nuestro clima. Es un hecho tan constante e invisible que la mayoría del tiempo nos olvidamos de su presencia, pero entonces podemos imaginar: ¿qué pasaría si en algún momento el campo magnético de la Tierra colapsara?
Aunque no lo parezca, la magnetósfera es una fuerza que constantemente cambia en fuerza y en orientación.
El corazón de nuestro planeta es una enorme masa de hierro del tamaño de la Luna, tan caliente como la superficie del sol (entre 5,000oC y 7,200oC), pero que permanece en estado sólido por la enorme presión que ejerce sobre ella el resto del planeta.
Alrededor de este núcleo sólido, hay una segunda capa compuesta básicamente por una aleación de hierro y níquel, casi tan caliente como el núcleo (entre 4,000oC y 5,000oC), pero que es líquida porque soporta menos presión.
Fuera de este núcleo exterior se extiende una capa de densa roca, llamada manto, el cual fluye como asfalto bajo un gran peso. Con temperaturas de 870oC, donde toca la corteza terrestre, y de unos 2,200oC, donde se encuentra con el núcleo externo, es relativamente más frío comparado con el núcleo.
Se necesitan cumplir muchas condiciones específicas para que el campo magnético surja, pero a grandes rasgos podemos decir que la diferencia de temperatura entre el núcleo y el manto, junto con la rotación terrestre, hacen que la Tierra se convierta en un gran imán. Sin embargo, esto no sucedería si no existiera un campo magnético de origen que interactuara con la dinámica terrestre, en este caso, el campo magnético solar.
Desde que en 1831 James Ross determinó su ubicación, el polo norte magnético se ha movido más de 900 kilómetros, y en los últimos años, el cambio se ha acelerado a una velocidad promedio de entre 10 y 40 km por año. Se espera que en una pocas décadas su ubicación cambie del polo norte a Asia. Además, a lo largo de los últimos 200 años, el campo magnético ha disminuido su fuerza 15%.
La disminución del campo magnético podría causar terribles consecuencias, como el aumento de muertes por cáncer al haber más radiación, el colapso de la red eléctrica debido a tormentas solares, además de severos cambios en el clima.
Durante los últimos 20 millones de años los polos se han invertido en promedio cada 200 o 300 mil años. Sin embargo, estamos muy retrasados para uno de estos cambios, pues la evidencia del último data de hace 780,000 años.
Gracias a las marcas magnéticas encontradas en rocas y sedimentos se sabe que el campo cambia constantemente. Estos cambios son generalmente lentos, pero son complejos y llega a haber incluso momentos en que el campo tiene más de dos polos por un tiempo, hasta que aumenta su fuerza y los polos cambian de dirección.
Debido a la disminución del campo durante los últimos dos siglos, algunos científicos creen que nos estamos aproximando a otro cambio a largo plazo. Incluso hay quien relaciona el inicio del hundimiento de los Países Bajos con un cambio en el campo durante el mismo periodo.
En los últimos años, se ha encontrado evidencia de que estos cambios pueden suceder muy rápidamente. En 2012, se encontró evidencia que indica que hace 41,000 años hubo un cambio en el campo que ocurrió 10,000 veces más rápido de lo normal, haciendo que el campo se moviera unos 53 grados en un solo año.
Según parece, este campo de polaridad duró por unos 440 años y la fuerza del campo disminuyó hasta un cuarto de su fuerza actual (bajando en periodos hasta un 5%), haciendo que se perdiera la protección contra rayos cósmicos aumentando significativamente la radiación. Se cree incluso que esta pudiera ser la causa de varios cambios climáticos extremos durante la última era del hielo.