Mark Wagner, el artista que destruye dinero para crear sus obras
Por: Javier Barros Del Villar - 12/10/2013
Por: Javier Barros Del Villar - 12/10/2013
Con el paso de los siglos, y supongo que por múltiples razones, el dinero se ha consagrado como una de las abstracciones más influyentes de la realidad humana. Esta especie de sofisticado programa cultural, se convirtió en el máximo criterio para definir el valor del trabajo, así como un instrumento definitivo para dibujar jerarquías sociales y una certera herramienta de control. Lo anterior ha provocado que millones de personas no podamos concebir la existencia de capital sin remitirnos a una divisa.
Vale la pena recordar que su naturaleza abstracta le otorga una cualidad esencialmente neutra, receptiva a los códigos que se le impriman. Por esta razón, Douglas Rushkoff sugiere que el dinero es en realidad algo así como un software psicocultural, el cual puede programarse a voluntad: “Los dineros son programados. Se comportan de cierta forma porque se les ha codificado con ciertos patrones de conducta", advierte el neoyorquino, en una franca invitación a tomar el control de nuestra propia ficción financiera.
De acuerdo con lo anterior, podríamos determinar que el dinero no es 'bueno' o 'malo' per se. Y si bien resulta una pésima estrategia generar un discurso ideológico de choque e inaugurar una batalla frontal contra él, también es evidente que alrededor de esta abstracción se ha construido, culturalmente, un modelo nefasto, alimentando conceptos como la escasez, la competencia, la jerarquización de bloques sociales, entre otros. Y tal vez por esto último es que la obra artística de Mark Wagner resulta particularmente llamativa, ya que sus piezas emergen a partir de la "destrucción" de dinero.
Billetes de dólares de diferentes denominaciones son empleados por Wagner como materia prima para generar peculiares piezas de arte collage. Los billetes, elemento icónico del sistema financiero –especialmente si se trata de dólares–, son fragmentados y sus elementos se reorganizan para crear entornos surrealistas, que contrastan con la disposición original tan familiar para el imaginario colectivo.
El billete de un dólar es el trozo de papel más ubicuo de Estados Unidos. El collage lanza la interrogante: ¿qué se necesita hacer para convertirlo en algo más? Es un material viejo: impreso en talla dulce sobre robusto papel de lino, decorado con filigrana, y conceptualmente escarpado con símbolos. Una navaja y pegamento lo transforman, reproduciendo los efectos de tapices, pinturas, grabados, mosaicos y computadoras, consiguiendo así algo bizarro, hermoso, o inusual… lo extraño en lo familiar.
Wagner es considerado uno de los más hábiles artistas de collage, y en su extensa serie compuesta por trozos de billetes se aprecia una insistente técnica. Por otro lado resulta relativamente cómodo recurrir a "destruir" billetes para generar una obra "impactante". Sin embargo, no deja de ser interesante el mensaje de este acto creativo, pues al detonar una especie de oxímoron visual –la gráfica de un billete pocas veces es descontextualizada de esta manera, para terminar dando vida, por ejemplo, a dinosaurios–, promueve una reflexión en torno a lo que en realidad es un billete. Y es que lejos de tener un valor absoluto en la realidad, estos trozos de papel son "dinero" por el código cultural con el cual son impresos.
En síntesis, la lección que nos comparte Wagner es bastante clara: un billete es sólo lo que tú quieras que sea...
Twitter del autor: @ParadoxeParadis