Estimar a ciencia cierta la fortuna personal de los líderes de Estado le daría dolor de cabeza a cualquier economista, quien probablemente necesite tener algo de político y de novelista para saber que el poder no necesariamente recae en propiedades, activos y dinero en efectivo. En noviembre del 2007, Stanislav Belkovsky, un prominente miembro de la sociedad moscovita, afirmó en una entrevista que el primer mandatario ruso Vladimir Putin controlaba el 37% de la compañía petrolera Surgutneftegaz y 4.5% del monopolio de gas natural Gazprom. A partir de esa entrevista, los medios estimaron la fortuna de Putin en $40 mil millones de dólares.
El problema era que los medios sólo se citaban a sí mismos, y los reporteros siempre topaban con la misma pared: Belkovsky parecía haberse sacado la cifra de la manga, aunque años después afirmara que la fortuna de Putin habría crecido hasta elevarse entre $60 y $70 mil millones de dólares, una cifra que ronda las de los hombres más ricos según Forbes, Carlos Slim y Bill Gates.
La figura de Belkovsky como mentiroso profesional también es problemática: en su juventud fue programador de computadoras para luego dedicarse a la consultoría política. Con todo, Belkovsky tiene tiempo para escribir libros sobre política rusa (varios de ellos sobre Putin mismo) y obras de teatro satíricas; sus columnas suelen retratar a Rusia como una monarquía constitucional comandada por alguna figura como el Príncipe Harry de Inglaterra, y sus lectores crecen cada año.
¿Qué ha dicho Putin sobre su aparente fortuna? Cuando le preguntaron en una conferencia de prensa del 2008, Putin salió con una respuesta retórica y elegante: luego de afirmar que eran chismes "sacados de las narices" y "embarrados sobre pedazos de papel", el mandatario afirmó que era "no sólo el hombre más acaudalado de Europa sino de todo el mundo. Colecto emociones, soy acaudalado en que el pueblo ruso me haya confiado dos veces con el liderazgo de una gran nación como Rusia --creo que esa es mi mayor riqueza."
Pero dicha riqueza de emociones podría compensarse con algunos objetos de lujo, como su colección de relojes suizos --imposibles de adquirir con su salario oficial, que suma $200 mil dólares al año. Boris Nemtsov, opositor de Putin y primer ministro provisional luego de Boris Yeltsin, publicó el año pasado un reporte sobre la corrupción en los círculos cercanos de Putin: utilizando sólo fuentes periodísticas, Nemtsov demostró cómo los amigos y parientes de Putin se han beneficiado durante su mandato. Por otra parte, Nemtsov también ayuda a desvelar indirectamente el misterio de los $40 mil millones que Belkovsky colocaba en la cuenta de banco de Putin: los políticos rusos no necesitan dinero.
Como jefe de Estado, el presidente ruso en realidad no necesita contar con dinero: todo el país está a su disposición. Una llamada y sus amigos de las petroleras pueden venderle acciones a quien Putin solicite, a un precio preferencial; ¿decoración para una nueva residencia oficial?, otra llamada y algún empresario privado se encargará de todo.
Vladimir Putin podría acceder a un tercer periodo presidencial en 2018, a los 65 años. Mientras tanto, los empresarios rusos simplemente administran y explotan los bienes que son --sin excepción-- propiedad del Estado, por lo que el coleccionista de votos y emociones, ríe al último, tras su carismática presencia.