Un manifestante se derrama leche sobre los ojos para mitigar el daño provocado por gas lacrimógeno.
El distrito financiero de Nueva York, popularmente conocido como Wall Street y considerado el epicentro del actual sistema financiero, ha sido testigo de una histórica movilización. A partir del 17 de septiembre pasado comenzó una masiva acampada como encarnación de una loable lucha en contra de la mafia financiera, la misma que es flagrantemente responsable del castigo económico que ha sufrido la población mundial desde 2009 (o incluso desde hace más de un siglo).
Y lo que arrancó con poco más de cien manifestantes que decidieron cristalizar su hastío e indignación ante la cínica opulencia de banqueros y compañía, a dos semanas de la primera noche de acampada, este sábado primero de octubre, se han multiplicado hasta llegar a aproximadamente cinco mil (de acuerdo con cálculos de algunos medios, tal vez pudiesen ser más). Por cierto, una de las premisas puntuales de esta manifestación es la de exigir una ruptura entre el mundo de la política y el de los negocios, algo fundamental para aspirar a una mejor calidad de vida para los ciudadanos del mundo, sobre todo si recordamos que esta debiese ser la función esencial de todo gobierno y no querer saciar la voracidad de una élite que desde el surgimiento de las corporaciones asumió descaradamente el control del rumbo político.
Una de las constantes alusiones del movimiento es al 1% de los habitantes que concentran un buen porcentaje de las riquezas pero que, paradójicamente, son los que menos impuestos pagan.
Policías de evidente sobrepeso guardan la escultura de bronce Charging Bull, emblema del distrito financiero de Nueva York.
La policía ha levantado una barricada que franquean solo los empleados de bancos, corredores de bolsa y analistas financieros.
Convivencia obligada: Los yuppies, ataviados con trajes de marca y corbatas finas, deben de pasar junto a los manifestantes, diariamente, para llegar a sus oficinas.
Hombres de negocios observan fríamente a los manifestantes, tal vez calculando el tiempo —que es dinero— que este movimiento les hace perder.
La brutalidad policiaca juega un rol protagónico en este histórico suceso.
En la actualidad es difícil pensar en un movimiento civil que no recurra a los medios digitales para organizarse, promoverse y difundirse.
Algunos medios internacionales han cubierto el movimiento, lo cual contrasta con el silencio de los medios estadounidenses del mainstream, quienes han ejercido, acorde a sus tradicionales prácticas, un cerco informativo.
Ciento de pancartas invitan a la ciudadanía a unirse y condenar el actual sistema financiero, regido ventajosamente por una minúscula porción de personas entregadas a la ambición y la voracidad.
El filósofo Cornel West, uno de los muchos intelectuales que han manifestado abiertamente su respaldo al movimiento.
"No hay personas más esclavizadas que aquellas que falsamente creen que son libres", Goethe.
Michael Moore se presentó en el campamento para incentivar a los manifestantes.
¿Por qué si hay abundancia suficiente para alimentar a miles de millones de personas más que las que actualmente habitan este planeta, todavía muchos mueren de hambre?"