La religión del entretenimiento: suave distracción, simulacro y programación de masas
AlterCultura
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 09/09/2011
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 09/09/2011
Aldous Huxley ha sido acusado de muchas cosas, entre ellas, junto a su hermano Julian, de ser parte del brazo ideológico del Nuevo Orden Mundial. Esto parece ser mera conspiranoia apoyada en tomar los ejercicios de ciencia ficción de manera literal, como ejercicios de un think-thank o de wishful thinking—, pero lo que sí es evidente es que la lectura de Huxley puede ayudar justamente a desalinearse del orden mundial y volver a concientizar los mecanismos de programación masiva característicos del paradigma sociocultural en el que vivimos.
Huxley escribió sobre una amplia gama de temas y entre legendarios libros como Las Puertas de la Precepción, Un Mundo Feliz, Moksha o La Isla, por citar algunos con predilección, puede pasar desapercibido su brillante ensayo Propaganda en una Sociedad Democrática, nunca tan vigente y en el cual encomiamos su capacidad temprana, a la McLuhan, de detectar la tendencia del uso de los medios de comunicación como aparatos del Estado con el fin de ejercer una versión más sofisticada de la añeja práctica de control de las masas a través de la distracción y del adoctrinamiento tautológico. Al igual que Borges, quien dijo que "la democracia es la superstición de nuestra era" y Louis-Ferdinand Céline, que notó que hacer que el pueblo vote es la forma moderna de velar la esclavitud, Huxley advirtió que la democracia es parte de este gran simulacro de la libertad, lo cual, con gran agudeza, lo hace un insospechado precursor de Jean Baudrillard. El entretenimiento que generalmente se considera como algo neutral, y veces incluso positivo, que hace que el hombre pase "bien" el tiempo, en realidad nos distrae de nuestro presente y aquello que más nos concierne: conocernos a nosotros mismos y buscar, en la guerra perpetua del instante, la libertad, a través de la cual accedemos al lado activo del infinito.
Traducimos algunos extractos que contienen, según se dice en la tradición zen, sendos satori:
«En lo que respecta a la propaganda, los primeros defensores del alfabetismo universal y de la prensa libre advirtieron solo dos posibilidades: que la propaganda sea verdad o que sea falsa. No previeron lo que en realidad ha sucedido, sobre todo en nuestras sociedades occidentales capitalistas: el desarrollo de una vasta industria de comunicación masiva, que no lidia ni con lo falso ni con lo verdadero, sino con lo irreal, lo que es casi siempre totalmente irrelevante. En una palabra, fallaron en tomar en cuenta el apetito casi infinito del hombre por las distracciones.
»En el pasado la mayoría de las personas nunca tuvieron una oportunidad de satisfacer del todo este apetito. Podían haber anhelado distracciones, pero esas distracciones no eran provistas. La Navidad llegaba una vez al año y las fiestas eran "solemnes y raras"; habían pocos lectores y poco que leer y lo más cercano a un cine de barrio era una capilla, donde los espectáculos, aunque infrecuentes, eran algo monótonos. Por condiciones remotamente comparables a las que ahora prevalecen tenemos que remontarnos a la Roma imperial, donde se mantenía al pópulo de buen humor con dosis frecuentes y gratuitas de diversos tipos de entretenimiento —desde dramas poéticos a luchas entre gladiadores, desde recitales de Virgilio hasta rounds de boxeo, conciertos, ensayos militares y ejecuciones públicas. Pero incluso en Roma no había nada comparado con el sinfín de distracciones que proveen los diarios, las revistas, la radio, la televisión y el cine. En Un Mundo Feliz las distracciones sin cortes de la naturaleza más fascinante (the feelies: películas también táctiles, orgy porgy, sexo grupal bajo la influencia de las drogas, centrifugal bumblepuppy, una futurista versión de espirobol) son deliberadamente usados como instrumentos de política pública, con el propósito de impedir que la personas presten mucha atención a las realidades de la situación social y política. El otro mundo de la religión es diferente al otro mundo del entretenimiento; pero se asemejan en que decididamente "no son de este mundo". Ambos son distracciones y, si se viven continuamente, pueden volverse, como en la frase de Marx, "el opio del pueblo" y, por consiguiente, una amenaza a la libertad. Solo los que vigilan pueden mantener sus libertades y solo los que están constante e inteligentemente en el aquí y en el ahora pueden autogobernarse efectivamente por procedimientos democráticos. Una sociedad, cuyos miembros pasan buena parte de su tiempo no en el presente, no en el aquí y en el ahora y en el futuro calculable, sino en otro lugar, en los otros mundos irrelevantes del deporte y las telenovelas, de la mitología y la fantasía metafísica, encontrarán difícil de resistir las invasiones de aquellos que controlan y manipulan la sociedad.
»En su propaganda los dictadores de hoy dependen fundamentalmente de la repetición, supresión y racionalización —la repetición de eslóganes que desean que sean aceptados como verdad, la supresión de hechos que quieren que sean ignorados y la estimulación y racionalización de pasiones que pueden ser usados en el interés del Partido o del Estado. Al tiempo que el arte y la ciencia de la manipulación son mejor entendidas, los dictadores del futuro indudablemente aprenderán a combinar estas técnicas con las distracciones interminables que, en el Oeste, amenazan con ahogar en un mar de irrelevancia la propaganda racional esencial para mantener las libertades individuales y la sobrevivencia de las instituciones democráticas».