Hacía falta un hombre como Kafka para ver lo que nadie ve y producir la más genial y original interpretación de Don Quijote de la Mancha. Lo que define a Kafka es su mirada curiosa y silenciosa, su capacidad de soportar la tensión y de ver lo que nadie más ve (pues no pone la suficiente atención). Walter Benjamin escribió que no sabemos si Kafka rezaba, pero su capacidad de poner atención recordaba lo que había dicho Malebranche: "la atención es la plegaria natural del alma".
El pequeño cuento que a continuación compartimos fue titulado "La verdad sobre Sancho Panza". Kafka admiraba profundamente el texto de Cervantes y produjo esta interpretación celebrada por Borges, pues constituye el punto exacto en el que la imaginación de estos dos escritores se encuentran, como los dos grandes genios de la literatura fantástica y de las interpretaciones alternativas de la literatura.
Al correr de los años, y gracias a una gran cantidad de novelas caballerescas y picarescas leídas en las horas vespertinas y nocturnas, Sancho Panza —quien por lo demás nunca se vanaglorió de ello— consiguió despistar de tal modo a su demonio —al que luego daría el nombre de Don Quijote—, que este acometió como barco sin remos las más locas hazañas, las cuales, no obstante, por falta de un objeto predestinado —que justamente hubiera debido ser Sancho Panza—, a nadie perjudicaron. Sancho Panza, un hombre libre, acompañó sereno a Don Quijote en sus andanzas, quizás por un cierto sentido de la responsabilidad, y obtuvo de ello una muy grande y útil diversión, hasta el fin de sus días.
El gran editor y escritor italiano Roberto Calasso analiza esta interpretación, que le parece la más bella que conoce:
Para Kafka, el verdadero y único protagonista no es Don Quijote, sino Sancho Panza. Este, atormentado por los demonios y para sobrevivir, tiene que inventarse a Don Quijote. Y lo más extraordinario es que, al final de las líneas que le dedica, Kafka dice que Sancho Panza es un hombre libre. Es la única vez que menciona la palabra libre. En esta transferencia de demonios, Kafka es como Sancho Panza.
Y ese es el punto esencial: Kafka se identifica secretamente con Sancho Panza. Él también ha creado toda su literatura, él como nadie más, para lidiar con sus demonios, para transformarlos o transferirlos. ¿Qué es la gran literatura sino una forma de transferir demonios o de capturar al Espíritu? La literatura de Kafka está poseída por estos demonios, algunos de ellos abstractos, y siempre con una dimensión metafísica. Don Quijote es el sueño mágico, el sueño curativo de Sancho Panza, de la misma manera que lo es Gregorio Samsa para Kafka o de una manera más enigmática y pesadillesca lo que le sucede a K en El Castillo y a Josef K en El proceso. Queda, sin embargo, la pregunta: ¿era Kafka un hombre libre?