En la tradición clásica es bien conocida la historia de Ulises (también conocido como Odiseo) que, luego de 10 años en la guerra de Troya, emprendió el viaje a Ítaca, su isla natal de la que además era rey. Este motivo, por sí solo, ha sido tomado como una de las grandes metáforas sobre el regreso, la fidelidad, el reencuentro con el pasado y otras situaciones afines que en mucho están relacionadas con la angustia que puede provocar la combinación de saberse sujeto del tiempo (esto es, que el tiempo transcurre a pesar nuestro) y también de las circunstancias: que hay hechos que pasan aunque nosotros no lo queramos. Y sin embargo… algo en nuestra existencia nos lleva a creer que podemos sobreponernos a ambos, al tiempo y las circunstancias, y que si bien nunca existe un regreso exacto, no es posible regresar como éramos cuando nos fuimos, quizá, a pesar de todo, podemos reanudar, volver a unir lo que en cierto momento se interrumpió.
Uno de los mejores intérpretes de este motivo fue el poeta de origen griego Constantino Cavafis, uno de cuyos textos más conocidos (o quizá el más) se llama “Ítaca”, precisa y sencillamente, pues Cavafis retoma el regreso de Ulises sin añadirle nada extraordinario pero sí viéndolo de otra manera, desde otro ángulo, uno que nos sugiere que quizá la “odisea” de Ulises no sólo fue necesaria sino incluso enriquecedora. Que quizá, en efecto, pasar 10 años lejos del hogar y después vivir una y mil peripecias y contratiempos al volver tiene algo de ironía, de broma divina, pero también de regocijo inesperado por todo lo vivido. Una expresión sin duda inconmensurable pero aun así aprehensible para quien sabe bien qué es vivir, experimentar, existir.
La vida, nuestra propia vida, es en sí misma un viaje a Ítaca, quizá no en el sentido de un regreso (¿o sí?) pero sí en el matiz que le otorga Cavafis: es un viaje arduo, difícil, extendido. Y por eso a esta luz podemos darle la razón al poeta y, con él, pedir que la travesía sea larga, llena de aventuras y experiencias.
A continuación compartimos una adaptación gráfica del poema realizada por Zen Pencils y traducida por el sitio elguindilla.com. De ellos mismos hemos publicado antes un poema de Bukowski sobre las condiciones auténticas de la creación artística, algo más a partir de un inspirador texto de Albert Camus y, recientemente, una frase de Séneca contra el miedo en un épico storyboard.
Compartimos además el poema en la traducción de Pedro Bádenas de la Peña, publicada a su vez por Alianza Editorial.
Y ahora ya lo sabes: cuando regreses a Ítaca, pide que tu viaje sea largo.
ÍTACA
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
C. P. Cavafis. Antología poética.
Alianza Editorial, Madrid, 1999.
Edición y traducción, Pedro Bádenas de la Peña
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Imagen de portada: 'Ulysses Deriding Polyphemus', Joseph Mallord William Turner (1829)