*

Del mito medieval y la superstición cristiana al ícono del cine de horror con Jason Voorhees: así fue como el viernes 13 se convirtió en una fecha temida, deseada y tatuada en el inconsciente colectivo

Dicen que el miedo también es una forma de fe. Que cuando los rituales fallan y las certezas se resquebrajan, quedan los símbolos: números, fechas, repeticiones. Como el 13, y más aún si cae en viernes. Esa combinación que se desliza por calendarios con sigilo y se instala en la conciencia como un presagio. El viernes 13 no solo es una fecha: es una alegoría colectiva del mal augurio, una sombra que la cultura ha alimentado durante siglos, capa sobre capa, hasta volverla mito, trauma, mercancía y película de culto.

El 13: un número que llegó tarde y mal

Hay algo en el número 13 que inquieta desde mucho antes de que Hollywood le pusiera máscara y machete.

Desde los albores de la civilización, el número 12 ha representado armonía: 12 meses, 12 signos del zodiaco, 12 horas de día y 12 de noche. Incluso 12 apóstoles. Doce es un número cerrado, circular, como un reloj. El 13, por tanto, irrumpe. Rompe la danza. Es el invitado no esperado. El vértice incómodo.

 En la mitología nórdica, se cuenta que doce dioses cenaban en armonía en el Valhalla hasta que un treceavo invitado no deseado, Loki —el embaucador por excelencia—, llegó sin avisar. No venía con brindis ni ofrendas: solo trajo muerte. Engañó al dios de la oscuridad para que asesinara al dios de la alegría. Desde entonces, el número 13 carga con el estigma de haber quebrado el equilibrio.

La tradición cristiana también tejió su propio mito: en la Última Cena, eran trece los presentes, y el número trece fue Judas. El traidor. El que interrumpió la armonía con un beso envenenado. Si a eso le sumamos que la crucifixión fue un viernes, el cóctel está servido.

Pero lo curioso es que no hay registros sólidos de que el viernes 13 fuera una combinación maldita hasta el siglo XIX. Antes de eso, el viernes y el 13 ya llevaban fama de por sí, pero caminaban separados. Fue la modernidad, con sus ansiedades y su fascinación por los presagios, la que los emparejó para siempre.

Los templarios, el calendario y el miedo

Una fecha que muchos señalan como el punto de ignición fue el viernes 13 de octubre de 1307, cuando cientos de Caballeros Templarios fueron arrestados por orden del rey Felipe IV de Francia. Tortura, traición, hogueras. Algunos historiadores dicen que es una coincidencia; otros, que ahí se sembró el miedo.

En la Francia del siglo XIX ya se hacían chistes sobre nacer un viernes 13 y cargar con la desgracia desde la cuna. Y en 1907, el escritor T.W. Lawson publicó una novela titulada Viernes 13, donde un corredor de bolsa manipula el pánico supersticioso para provocar caos en Wall Street. La idea prendió: la cultura ya estaba lista para creer.

Da click aquí para encontrar el libro

El nacimiento de un ícono del horror: Jason y la cultura pop

Pero fue hasta el siglo XX, con la llegada del cine slasher, que el viernes 13 terminó de tatuarse en el inconsciente colectivo. En 1980, la película Friday the 13th convirtió esta fecha en sinónimo de muerte sangrienta y juventud condenada. Aunque en su entrega original el asesino no era Jason Voorhees, fue él —con su máscara de hockey, su presencia silenciosa y su machete implacable— quien terminaría por adueñarse de la franquicia y del imaginario.

Jason no era solo un personaje: era el espectro de un trauma mal procesado, el hijo deformado de la represión, el que regresa desde lo profundo del lago para castigar la transgresión. A través de las décadas, Friday the 13th se volvió más que una saga de terror: fue una institución. Alimentó la estética del miedo, el culto al gore, y convirtió el viernes 13 en una especie de navidad pagana del horror. Las referencias cruzaron al cómic, los videojuegos, la moda, los tatuajes. Jason dejó de ser un monstruo y se volvió un tótem.

En otros calendarios, otros miedos

Curiosamente, no en todos los países el viernes 13 es el villano. En las culturas hispánicas y en Grecia, es el martes 13 el que carga con la maldición. Los griegos lo asocian con Ares, dios de la guerra, y con las derrotas históricas que arrasaron Constantinopla. En Italia, el fatídico es el viernes 17, porque XVII puede reordenarse como vixi, que en latín significa "he vivido" —una manera elegante de decir “ya morí”.

Mientras tanto, el 13 se ha rehabilitado en otras latitudes: para algunos es número de poder, de feminidad, de transformación. Como si el mismo símbolo pudiera ser semilla o veneno, según quién lo invoque.

Miedo con nombre propio

La paraskevidekatriafobia —el miedo al viernes 13— afecta a millones de personas. Hay quienes no vuelan, no trabajan, no se casan ese día. Se estima que la economía estadounidense pierde casi 900 millones de dólares por supersticiones asociadas a esta fecha. Y sin embargo, algunos estudios muestran lo contrario: que la gente se vuelve más precavida y ocurren menos accidentes. ¿Será que el miedo también nos protege?
En Finlandia, por ejemplo, el gobierno lo convirtió en el Día Nacional de los Accidentes para fomentar la prevención. Y en Estados Unidos, el viernes 13 es día festivo en los estudios de tatuajes, donde se ofrecen diseños temáticos con el número. Porque hay quienes creen que, al tatuarse el 13, engañan al destino. Que la mala suerte, al ver el número ya inscrito, pasa de largo.

El conjuro eterno

El viernes 13 no es solo una superstición: es una narrativa viva. Una excusa para mirar el azar con suspicacia, para justificar lo injustificable, para sentir que aún existe una lógica en el caos —aunque sea una lógica torcida. Es una fecha que invita a jugar con el miedo, a domesticarlo, a disfrazarlo de película, de meme, de tinta sobre piel.

Quizás por eso persiste. Porque nos recuerda que, por muy racionales que nos creamos, todavía creemos en fantasmas. En señales. En números que cortan el aire como presagios.

Y en días que, como Jason, siempre regresan.


También en Pijama Surf: El flautista de Hamelín y la cruzada de los niños: la historia real detrás del mito


Imagen de portada: BBC