Retratos ocultos: Pablo Picasso y el amor como territorio de conquista
Arte
Por: Carolina De La Torre - 03/29/2025
Por: Carolina De La Torre - 03/29/2025
El amor para Pablo Picasso no era un refugio ni una certeza, sino un terreno minado. Sus relaciones no se tejían con la dulzura de una caricia ni con la complicidad de una mirada o sonrisa compartida: eran conflictos perpetuos, pulsos de poder disfrazados de deseo y amor, donde él siempre debía salir avante. Amaba con la misma intensidad con la que devoraba y, cuando la pasión se atenuaba, sólo dejaba ruinas: mujeres reducidas a sombras de sí mismas, cicatrices en forma pinceladas.
En Retratos ocultos: Las historias jamás contadas de seis mujeres que amaron a Picasso, Sue Roe reconstruye la crónica de aquellas que orbitaban alrededor del pintor. Pero la historia de ellas es también la historia de él —el mito del prodigio no sabe existir sin una víctima en su altar—- Desde Fernande Olivier hasta Jacqueline Roque, todas fueron musas, sí, pero también trofeos ocultos de guerra en una batalla donde el pintor era verdugo. La única que se atrevió a escapar fue Françoise Gilot, quien, con una fría y contunednte elegancia, dio la espalda a aquel que se creía inabandonable.
"Una mujer deja a un hombre como yo", exclamó él, incrédulo, cuando Gilot lo dejó en 1953. Porque en su imaginario, solo él tenía el poder de deshacer vínculos, de exprimir la inspiración de un cuerpo hasta la última gota y luego desecharlo. Pero Gilot, a diferencia de las demás, no reaccionó con la tragedia que él esperaba; no suplicó, ni se quebró, no convirtió su dolor en ego para él. Simplemente siguió con su vida. Publicó sus Memorias, avanzó en su propio camino del arte y borró la idea de que él era el principio y el fin de su historia. Fue su mayor derrota.
Las demás, en cambio, quedaron atrapadas en un laberinto donde cada pasillo llevaba de vuelta a él. Marie-Thérèse Walter se ahorcó. Dora Maar se desvaneció en la locura. Olga Khokhlova pasó sus últimos años consumida por la obsesión de un amor que nunca la perteneció por completo. La historia de Picasso es la historia de un hombre que creía poseer no solo a las mujeres, sino su arte, su alma y hasta su derecho a existir fuera de su sombra.
El libro de Roe intenta darle voz a estas mujeres, pero el fantasma de Picasso sigue pesando sobre cada página. Aun cuando su intención es rescatarlas de la condición de "mujeres de", el relato nunca logra desprenderse de su figura. Porque en el arte, como en la historia, los grandes nombres suelen devorar a los pequeños. Y a veces, la única forma de escapar de una prisión es la misma que encontró Gilot: dejar que el carcelero se consuma en su propio ego y alejarse sin mirar atrás.