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¿Cómo se percibiría la diversidad sexual si desde la infancia se educara a niñas y niños en el hecho innegable de que el erotismo humano adquiere múltiples expresiones al desarrollarse?

Yo nací recibiendo una educación y una serie de estímulos culturales, por todos los medios, que me enseñaban la heterosexualidad y me inducían a ella. No sabía que existía tal cosa como la homosexualidad u otras alternativas, porque todas las personas que observaba, todas las manifestaciones de amor, todas los cuentos que me leían y dibujos animados que veía, mostraban un mundo exclusivamente heterosexual, que era el único que entonces conocía.

Mi dibujo animado predilecto tenía por eje el amor romántico entre hombre y mujer. Aprendí profundamente el amor romántico, porque era parte de lo más entrañable de mi alma, de mi espíritu, pero no así el amor entre hombre y mujer: yo me enamoré perdidamente de la princesa. Tenía 4 años de edad y en mis juegos realizaba escenografías en las que yo y la princesa terminábamos juntas en un amor feliz para siempre. Este incidente me muestra que uno aprende en parte gracias a la educación, sí, pero sólo aquello que está en su propia naturaleza, no aquello que no lo está: debe existir una confluencia entre los estímulos externos y los factores innatos. Yo era (y soy) una romántica de alma y por eso aprendí el amor romántico como pocos; pero no era heterosexual (ni soy) y por eso no pude aprender el amor entre hombre y mujer. Desde que tengo memoria y uso de razón me gustaron-enamoraron las mujeres.

Viví los años que vi la serie enamorada de la princesa y después pensaba que cuando creciera podría casarme por la Iglesia con mi mamá, a quién también amé románticamente, pues tuve el complejo de Edipo en lugar del de Electra. A menudo intentaba besarla en la boca, y ella sonreía, con esa magnífica sonrisa que era la de una deidad para mí, y desviaba el rostro, y luego me decía que debía besarla en la mejilla, no en la boca. Pero, pese a esa instrucción, yo deseaba besarla en la boca, así que cuando se distraía a veces lograba robarle algún beso. Entonces ella se desconcertaba y disgustaba, pero luego reía pensando que era un juego infantil sin importancia, y yo sabía que había triunfado en ese beso que era todo para mí.

Yo era una niña lesbiana. Los niños también se enamoran y pueden ser heterosexuales, homosexuales, bisexuales y demás. Hubiese sido maravilloso que desde el inicio me explicasen que existía tal cosa como el enamoramiento entre mujeres. Entonces hubiese comprendido todo y me hubiese ahorrado años posteriores de confusión adolescente creyendo que me gustaban los hombres, aun cuando no había sentimiento genuino de por medio y se trataba más bien de una especie de conceptualización artificial forjada con base en mi educación, que no correspondía con mi naturaleza real. No supe que existía la homosexualidad hasta muy tarde y todo a causa de que siempre era ocultada. Por eso considero fundamental que los niños estén informados de la diversidad de sensibilidades de la vida real, que pueden ser las suyas, y que no les sea impuesto, a través del ocultamiento de todas las demás y de la promoción de una sola, una que posiblemente no corresponda a su naturaleza y les cree confusión e inadaptación.

Retornando a lo anterior, esto me ha mostrado que la naturaleza se sobrepone a la educación y que esta sólo pueden influir respecto a lo que ya está presente de forma rudimentaria en nuestra naturaleza, potenciándolo o aminorándolo, sólo si es acorde a ella, no si es contraria. Así, a otras personas les ocurrió lo que a mí pero en otros aspectos: muchos heterosexuales, a pesar de haber sido educados en el amor romántico, tienen poco o nada de románticos, nunca pudieron asimilar la sublimidad del amor. Eso se debe a que su sensibilidad no es capaz, por naturaleza, de sentir de esa forma tan sublime, porque su naturaleza es más pedestre, pragmática y fría que idealista, soñadora y apasionada. La naturaleza es la pólvora y la educación el fuego. Sin pólvora, por más fuego que se coloque, no se da la explosión.

La verdad es que me hubiese gustado que desde el inicio, a través de los cuentos infantiles y demás, me educasen en el lesbianismo.


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De la misma autora en Pijama Surf: ¿Por qué leer 'Una habitación propia' de Virginia Woolf? 

 

Imagen de portada: Ilustración de Barry Moser para Alicia en el país de las maravillas (1982; detalle)