La ola de protestas en Irán contra el uso del hijab continúa
Sociedad
Por: Monse Aguilar - 09/27/2022
Por: Monse Aguilar - 09/27/2022
El pasado 13 de septiembre, Mahsa Amini, de 22 años de edad, salió del metro de Teherán con el cabello oscuro cubierto con un pañuelo negro en la cabeza. Poco después, la Patrulla de Orientación de la ciudad la vio. Eran miembros de la notoria "policía moral" de Irán, ejecutores de las reglas conservadoras de vestimenta y conducta islámicas que han regido la vida diaria de los iraníes desde la revolución de 1979, recién fortalecidos bajo la presidencia de Ebrahim Raisi, quien asumió el cargo el año pasado, endureciendo desde el principio la observancia de los valores tradicionales del islam.
De acuerdo con dichas normas, Amini estaba mal vestida, lo que podría significar algo tan simple como un mechón de cabello que sobresalía de su pañuelo en la cabeza. Los agentes la subieron a una camioneta y la llevaron a un centro de detención, donde la someterían a reeducación. Tres días después, el 16 de septiembre, estaba muerta.
El pañuelo en la cabeza, conocido como hijab o hiyab, es un tema especialmente incendiario en el país: la ley que exige que las mujeres usen túnicas sueltas y se cubran el cabello en público ha sido un pilar de la teocracia gobernante y un bastión ideológico para los iraníes reformistas durante décadas, siendo el motivo central de una de las primeras protestas contra los ayatolás por parte de mujeres que no querían verse obligadas a cubrirse, después de la revolución del '79.
Durante el mandato de el reformista Hassan Rouhani, entre 2013 y 2021, se había logrado disuadir a la policía de la moral de hacer cumplir las leyes iraníes contra las mujeres (especialmente estrictas para ellas), en particular el requisito de que usen el hiyab en público de la manera adecuada, cubriendo completamente su cabello. Eso llevó a las mujeres jóvenes a mostrar más cabello, incluso en ciudades devotamente conservadoras como Qom. A los hombres y mujeres solteros se les permitió mezclarse en público en algunos lugares, mientras que la música occidental contemporánea resonaba en los cafés de estilo occidental en el exclusivo norte de Teherán.
Pero el liderazgo conservador del país vio la caída de los estándares como una amenaza para los cimientos teocráticos de la república, por lo que, cuando Raisi asumió el poder, pidió que las leyes de vestimenta conservadora se implementaran en su totalidad, argumentando que "los enemigos de Irán y el islam estaban atacando los fundamentos y valores religiosos de la sociedad".
Después de esto, la policía moral de Irán, que patrulla las áreas públicas por infracciones de las reglas islámicas, intensificó la aplicación de los estándares del hiyab, y tres cafeterías en el centro de Qom fueron cerradas por tener clientes con la cabeza descubierta.
Pero la incendiaria reacción a la muerte de Mahsa Amini ha sido tan fuerte que los iraníes religiosamente conservadores se han pronunciado junto con los liberales. En las redes sociales, las mujeres que usan el hiyab por elección han iniciado campañas de solidaridad que cuestionan la aplicación estricta de las leyes, y un destacado líder religioso, Ali Vaez, ha dicho que la policía de la moralidad sólo está alejando a las mujeres jóvenes de la religión. Incluso los medios de comunicación estatales, estrictamente controlados, han reconocido el problema, transmitiendo al menos tres debates que contaron con voces reformistas, lo cual es una rareza.
La información sobre las protestas sigue siendo parcial en el mejor de los casos. El acceso a Internet continúa interrumpido o completamente bloqueado, especialmente en aplicaciones de mensajería ampliamente utilizadas como WhatsApp e Instagram, lo que dificulta que los iraníes se comuniquen o compartan actualizaciones sobre los disturbios con el mundo exterior.
Sin embargo, los testigos dicen que las manifestaciones, que se extendieron a por lo menos ochenta ciudades el sábado, son las más enérgicas y envalentonadas que recuerdan. Desesperados por dañar a los poderes fácticos antes de la inevitable represión, los videos que circulan en las redes sociales y se comparten con medios internacionales muestran que los manifestantes incendiaron vehículos de seguridad y agredieron a miembros de las temidas fuerzas paramilitares de Irán.
La información que se ha filtrado (con muchas horas de retraso) también sugiere una escalada de la represión. Las autoridades se han movilizado para aplastar las manifestaciones con violencia, incluyendo el uso de armas de fuego y gases lacrimógenos. Decenas de personas han muerto, según referimos en un artículo previo. El Comité para la Protección de los Periodistas dijo el sábado pasado que al menos diecisiete periodistas habían sido detenidos, incluido uno de los primeros en informar sobre la hospitalización de Amini, y que también han aumentado los arrestos de activistas.
Para ayudar a los iraníes a acceder a Internet, el gobierno de Joe Biden autorizó a las empresas de tecnología a ofrecer plataformas y servicios seguros dentro de Irán, siempre sin riesgo de violar las sanciones de Estados Unidos que normalmente impiden hacer negocios con Irán. También dio luz verde a la exportación de equipos privados de Internet por satélite, como el servicio Starlink ofrecido por SpaceX de Elon Musk.
Ahora, a lo largo de ocho días de ira, euforia y batallas callejeras, la mayor manifestación de ira contra el sistema gobernante en más de una década, el nombre de Mahsa Amini ha estado en todas partes. Manifestantes iraníes en docenas de ciudades han coreado "¡Mujeres, vida y libertad!" y "¡Muerte al dictador!", rechazando el gobierno teocrático de la República de Irán al atacar uno de sus símbolos más fundamentales y divisivos: el líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei, quien se encuentra enfermo.
En varios de los videos del levantamiento que han arrasado las redes, las mujeres se arrancan los pañuelos de la cabeza y los queman en hogueras callejeras, incluso en ciudades profundamente religiosas como Qom y Mashhad. En un video se puede observar a una mujer joven que, encima de un gabinete de servicios públicos, se corta el cabello frente a una multitud de manifestantes rugientes. En otro, mujeres jóvenes bailan con la cabeza descubierta frente a la policía antidisturbios.
Los manifestantes en la Universidad de Teherán corearon el sábado pasado: "¡Muerte al pañuelo en la cabeza! ¿Hasta cuándo debemos tolerar tal humillación?".
Según los analistas, la gran diversidad de los manifestantes refleja la amplitud de las quejas de los iraníes, desde una economía enfermiza y una corrupción descarada hasta la represión política y las restricciones sociales, frustraciones que el gobierno de Irán ha intentado sofocar en repetidas ocasiones, sin éxito.
"La ira no es sólo por la muerte de Mahsa sino porque, en primer lugar, nunca debería haber sido arrestada", dijo Shadi Sadr, una destacada abogada de derechos humanos que ha hecho campaña por los derechos de las mujeres iraníes durante dos décadas.
Mohamed Ali Kadivar, un sociólogo nacido en Irán que trabaja en la Universidad de Boston, en donde estudia los movimientos de protesta en Irán y en otros lugares, dijo:
Los principales líderes del régimen siempre han dicho: "No vamos a hacer concesiones, porque si hacemos una pequeña concesión, tendremos que hacer concesiones más grandes". Tal vez saquen a la gente de la calle, pero la gente quiere un cambio y la represión no va a detener esto. Incluso con medidas enérgicas, simplemente se irían a casa por un tiempo y regresarían.
El escenario sin duda se ha complejizado, no sólo por las circunstancias sociales al interior del país, sino también por la importancia que este tiene en el contexto internacional. No parece tan descabellado pensar que estas manifestaciones podrían ser aprovechadas para impulsar otros intereses y causas.