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El alux está estrechamente relacionado con el viento, el maíz y los espíritus de los antepasados

Encontramos en las más diversas culturas tradicionales temas que se repiten. Uno de ellos es la noción de duendes, enanos, gnomos u hombrecillos pequeños que están relacionados con la protección de los lugares. En la religión romana encontramos una concepción general de esto con el término genius loci, el genio o espíritu del lugar, que debía ser propiciado con ritos y ofrendas para que protegiera a las personas. Existe la creencia de la que naturaleza es un lugar animado y que los espacios silvestres son una encrucijada de fuerzas que responden a ciertos actos y a ciertos elementos. Una vida sana y abundante depende de vivir en armonía con los pobladores de este mundo sutil.

En la cultura maya encontramos una manifestación de ello, por supuesto, con sus propias particularidades. Se trata del alux, una especie de duende, de un tamaño similar a un niño pequeño, generalmente asociado con el maíz y con el cuidado de las milpas. Pese a su corta estatura y a que se caracterizan por las más impredecibles travesuras, los aluxo’ob o, en español, los aluxes, al igual que los duendes, suelen ser representados con rostros adultos o ancianos. comúnmente son vistos en los campos usando sombrero y alpargatas, con machete o escopeta y a veces acompañados de un perro. 

Hay dos principales concepciones de los aluxes entre los pobladores de las antiguas zonas mayas en Quintana Roo, Yucatán y Guatemala, según documenta Nancy Beatriz Villanueva en su artículo "La concepción de los aluxes, según niños de ascendencia maya yucateca". Una de ellas sostiene que se trata de formas animadas, de pequeñas estatuas, posiblemente de barro, en las que los sacerdotes o chamanes vertían gotas de su propia sangre. A través de esta operación las estatuillas cobraban vida. De esta forma mantenían una continuidad espiritual -pero tangible- con los antepasados. La otra concepción sugiere que los aluxes son seres de otra humanidad que de alguna manera lograron sobrevivir, posiblemente gracias a poderes mágicos. Así, se considera que son seres divinos o semidivinos, las extensiones de poderosos hechiceros antediluvianos.

Más interesante aun que de dónde vienen es qué hacen los aluxes. Estos seres son los guardianes de campos de cultivo, especialmente de las milpas, y en ocasiones de otros lugares como cuevas o cenotes. Ya sea que fuesen creados por los mismos propietarios de la milpa, como una especie de gólem, o que desde antes fueran los genios de los lugares, los pobladores de estas zonas cuentan numerosas leyendas sobre la relación de los aluxes con la tierra. Fundamentalmente su función parece ser proteger un terreno de ladrones o de visitantes indeseados. Para ello suelen emplear vientos para hacer ruidos escalofriantes, mover las ramas de los árboles o incluso lanzar objetos. Se dice que cuando alguien entra a un terreno sin permiso o caza algún animal como un venado, los aluxes pueden producirle enfermedades relacionadas a los "vientos" del organismo, enviándole "malos aires".

Otros recuentos apuntan a que los aluxes no sólo sirven como guardianes de ciertos terrenos sino que también operan para producir abundantes cosechas, llamando a la lluvia y dotando a la tierra de fertilidad. Usualmente se les asocia en particular con el viento y, por ello, con el espíritu mismo o la fuerza vital que todo lo permea. Asimismo, tienen una relación simbiótica y analógica con el maíz. En la cosmogonía maya el ser humano fue creado con maíz y el maíz es el eje o sostén de la vida. La relación entre los aluxes y el maíz es un componente más de la extraordinaria y mágica cultura del maíz que existía y existe todavía en México (otro ejemplo son los chaneques, figuras igualmente relacionadas con el maíz).  

Para que los aluxes hagan su trabajo, los dueños de la milpa deben propiciarlos ofreciéndoles alimentos y regalos. Algunos les construyen pequeñas casas y altares. Cuando los aluxes no son alimentados y consentidos, suelen crear todo tipo de problemas para los dueños. A veces objetos importantes, e incluso personas que van por el monte, se extravían inexplicablemente. O los dueños o sus familiares pueden padecer dolores de cabeza, diarrea y otros males que los obligan a ir con un chamán para curarse o para realizar las acciones necesarias para aplacar al alux. En ocasiones, cuando se vuelven incontenibles, los dueños buscan matar a estos pequeños seres y para ello emplean trucos y engaños, como los mismos aluxes, que son una especie de tricksters encarnados.

Lo anterior también es una práctica muy común en otras partes del mundo. Por ejemplo, en algunos países del sur y del sureste de Asia comúnmente se construyen pequeñas casas para los espíritus ancestrales y se les ofrecen alimentos. De otra manera pueden ser fuerzas que perturban y siembran caos por todas partes. Para calmar a estas fuerzas se deben realizar ritos y ofrecer ciertos alimentos que les son caros. Por ejemplo, en el caso de los naga, especie de espíritus serpentinos que controlan todos los cuerpos acuáticos, es necesario ofrecerles leche y dulces, pues de lo contrario pueden producir enfermedades y malestar generalizado. Se dice que estos seres reaccionan de manera especialmente negativa cuando se destruyen sitios sagrados o cuando se contamina el agua. En el caso de los aluxes, al parecer les gusta beber sakab, una bebida tradicional hecha con base de maíz y leche. Para tener contentos a los aluxes es usual esparcir este líquido en la milpa o en lugares que requieren protección. 

Uno de los eventos de aluxes más notorios en los últimos tiempos ocurrió con los pesadillescos problemas a los que se enfrentaron los trabajadores que construyeron un escenario para el concierto de Elton John a lado de la pirámide de Kukulkán en 2010. Los numerosos conflictos culminaron en que el escenario se desplomó, causando que tres trabajadores resultaran heridos. Los involucrados atribuyeron lo sucedido al descontento de los aluxes. 

Los aluxes, como algunos de los otros seres elementales aquí mencionados, son testimonio de que la naturaleza no es inerte o muda sino una compleja madeja de vida que habla, se oculta, seduce y, para quienes saben servirla, manifiesta incontables bienes, casi como la mítica gema que concede todos los deseos. De estas historias, además, se desdobla la enseñanza fundamental de que para que la vida pueda prosperar es necesario llegar a una especie de acuerdo con todas las formas de vida que existen -visibles e invisibles- y auténticamente respetar y cuidar la diversidad de la existencia. 

Una bella introducción al mundo encantado de los aluxes puede encontrarse en el libro infantil El alux. Un pequeño protector de la milpa.


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Imagen de portada: Yucatán Magazine