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De acuerdo con el doctor James Fallon, neurocientífico de la Universidad de California, el rechazo puede provocar malestar si uno le brinda importancia

Entre las necesidades más básicas del ser humano se encuentra el gregarismo, aquel que promueve la cercanía entre las personas para su supervivencia, así como la necesidad social de aceptación, que nace a través del deseo de formar parte de un grupo social –principalmente uno que brinde seguridad, apoyo o incluso superioridad. Estos dos elementos proveen la capacidad de sentirse identificado con un entorno. ¿Qué pasa, entonces, cuando nos enfrentamos al rechazo?

En su momento el escritor Oscar Wilde sentenció que “Cuando la gente está de acuerdo conmigo siempre siento que debo de estar equivocado”, refiriéndose a la necesidad de cuestionar la credibilidad de una sociedad considerada como enferma. Si bien la ovación total puede provocar un placer inmediato, el rechazo posee una mayor eficacia en función de la introspección, evolución y trascendencia. No obstante, lidiar con el rechazo puede ser doloroso y abrumador. 

De acuerdo con el doctor James Fallon, neurocientífico de la Universidad de California, el rechazo puede provocar malestar si uno le brinda importancia. Para llegar a esa conclusión, Fallon ha investigado en torno a la empatía en la mente de la psicopatía: asumiendo que en este trastorno de personal existe nulo interés en el otro, ¿qué lecciones puede dar ello sobre cómo ignorar un insulto? 

Fallon, siendo él mismo un psicópata socialmente funcional, considera que el gran problema del psicópata es que no le importa nada, pues “Sólo sé que puedo hacer cualquier cosa que quiera y algo mejor aparecerá”. Sin embargo, comprender que todo tiene que ver con las probabilidades y porcentajes, ayuda a reducir la presión tanto de la toma de decisiones como de la necesidad de aceptación por parte de otras personas:

Por ejemplo, si pienso en que algo está en contra mía en alrededor 20:1, pondré 20 versiones diferentes para asegurarme de conseguir lo que quiero. Hacer eso ayuda a alcanzar las expectativas. Si las probabilidades son 20:1 y sólo lo pones en un intento, entonces no puedes enfadarte si no funciona.

Esto implica programar las expectativas tanto de éxito como de fracaso en tres diferentes maneras, entre lo que es más y lo que es menos probable. Tener la habilidad de contemplar por ejemplo que, en un grupo de 100 personas, habrá unas que tiendan a la aceptación y otras al rechazo de un nuevo integrante, por lo que aceptar que no todos estarán de acuerdo facilita el crecimiento y la evolución de este nuevo personaje. 

Una vez considerando esta posición Fallon recomienda cuestionarse “¿Por qué alguien me rechazaría?” en vez de “¿Por qué no estoy siendo aceptado o valorado?”, pues si uno es consciente de las propias habilidades y capacidades (por ejemplo, él considera lo siguiente sobre sí mismo: “soy más inteligente y más capaz que una gran parte de las personas. No creo ser mejor persona, sólo soy más capaz y tengo mejores insights. Pero no me creo superior moral ni espiritualmente”) será mucho más fácil cuestionarse si el grupo del que se pretende formar parte no es el que está mal:

¿Estoy buscando a la persona equivocada, la agencia equivocada, al editor equivocado? ¿Estoy tratando de alcanzar una meta equivocada? Siempre se trata de mejorar el objetivo y la técnica, o de conocer si se está cazando la cosa equivocada. Eso es todo. Cuando yo me siento rechazado, me siento mal durante 2 segundos, y después pienso: “Oh, ¿cómo puedo arreglarlo?”

Para condicionar al cerebro con este pensamiento es indispensable disminuir la estimulación en la corteza cingular mediana. Ésta es una región asociada con el sentimiento de miedo y dolor al rechazo constante, y se cree que suele estar completamente desactivada en el caso de la psicopatía. De acuerdo con Fallon, la psilocibina, un compuesto que existe en los hongos alucinógenos, ayuda a reducir el miedo psíquico y el dolor del rechazo social:

Hay una investigación que salió el año pasado en donde se mostraba que una droga podía reducir ambos síntomas. Esto en un experimento con pacientes de cáncer que tenían miedo a morir. Ellos tenían el sentimiento de “Voy a morir y no hay nada después de la muerte”. Esta duda existencial. Pero cuando se les brindó psilocibina, el miedo desapareció.