¿Cómo empezarías a contar tus últimas vacaciones? Probablemente dejarías fuera de tu relato la parte en la que empacas tus cosas, en la que esperas en aeropuertos, en la que se pierde tu reservación, etc., y te concentrarías en las partes más interesantes, como el color del mar, las cosas que comiste o las personas que conociste. Más o menos de esta forma funciona la conciencia.
Una investigación de David Eagleman había postulado que la conciencia opera con un desfase de hasta 80 milisegundos (ms) entre la percepción de un estímulo y la conciencia de tal estímulo, lo que además de una interesante paradoja filosófica (¿dónde está el "presente" si lo que experimentamos como presente en realidad ya terminó?) parece tener eco en un nuevo estudio de psicofísica, una rama de la psicología que mide la relación entre un estímulo externo y su percepción.
Michael Herzog de la École Polytechnique Fédérale de Lausanne (EPFL) y Frank Scharnowski de la Universidad de Zurich presentaron un modelo de la conciencia según el cual nuestro cerebro procesa los estímulos durante unos 400ms antes de producir una manifestación consciente/sensorial de dicho evento.
"La razón de esto", comenta Herzog, "es que el cerebro quiere darte la información más clara y mejor que sea posible, y esto requiere una cantidad considerable de tiempo. No hay ventaja en hacerte consciente de su procesamiento inconsciente, porque esto sería inmensamente confuso".
Una vez que el cerebro ha procesado el estímulo, nos lo presenta en forma de imagen o percepción sensorial durante unos 50ms durante los cuales dejamos de recibir nueva información del ambiente y "sentimos" el resultado del proceso inconsciente. Se trata de un proceso continuo y encadenado con mínimos espacios de desfase, que sirven para admitir nueva información y proyectar los resultados del análisis a la percepción, a esa "imagen mental" en la que se desarrolla nuestra conciencia día a día.
Actualmente se llevan a cabo más exámenes que logren probar si este modelo se sostiene efectivamente en la práctica, aunque por lo pronto es fascinante imaginar que siempre vamos un poco retrasados con respecto a lo que nuestro cerebro ya sabe o ya conoce: como si la conciencia fuera siempre a la zaga de ese saber escondido que se nos vuelve claro y tangible a cada momento.