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Hacer responsable a individuos concretos de los desastres financieros que producen las corporaciones es el primer paso para sanear la economía mundial, según demuestra de forma elocuente el caso de Islandia

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Islandia es el único país que se ha recuperado de la crisis financiera de 2008. ¿Cómo? Una de las estrategias fue vender uno de los tres bancos más grandes del país, Íslandsbanki, cuyo importe será repartido entre todos los ciudadanos islandeses. ¿Cuánto le toca a cada uno, preguntan ustedes? Probablemente 30 mil coronas (unos 240 dólares) no parezca una fortuna, pero el impacto es mayor si consideramos que gracias a movimientos de este tipo Islandia logró pagar (por adelantado) su deuda con el Fondo Monetario Internacional.

La crisis financiera global de 2008 creó un movimiento popular islandés que encarceló a una veintena de banqueros, vendió uno de los bancos más grandes del país y saneó las finanzas públicas en menos de 1 década. Inspirado por ellos, un movimiento en Suiza llamado Swiss Sovereign Money (SSM) busca limitar la especulación monetaria de los grandes bancos que han dado fama de paraíso financiero al país.

La premisa es sencilla: 90% de las transacciones en Suiza se realizan con dinero electrónico. Lo que el SSM buscará es obligar a los bancos a respaldar todo el dinero electrónico con reservas de oro y plata, de modo que dejen de producir dinero "de la nada". Hasta el momento se han recabado más de 110 mil firmas para llevar a plebiscito la propuesta del SSM.

Uno de los blancos prioritarios del SSM es reducir el poder del Banco de Pagos Internacionales (BPI), con sede en Basilea. Se trata de una compañía privada operada por algunos de los bancos más grandes del mundo, prestándoles dinero que de hecho no está respaldado físicamente (i.e.: dinero electrónico que no existe); cuando un banco crea una línea de crédito, el BPI produce dinero electrónico para respaldarlo, cobrando los intereses respectivos. Limitar esta práctica prevendría que la burbuja de especulación financiera vuelva a estallar, como en 2008, hundiendo muchas economías internacionales y dejando a miles en la calle.

De aprobarse, se trataría de un golpe poderoso contra la élite de banqueros a nivel mundial, a menudo descrita por los medios como un “cártel” capaz de crear deuda a voluntad. Como en la teoría del caos (donde, a grosso modo, el aleteo de una mariposa en California produce un huracán en Japón), la especulación financiera de los grandes mercados afecta globalmente el movimiento de capital. 

Se trata también de recordarnos que el dinero es un consenso de colaboración pública y que como tal, puede ser modificado. A menudo pensamos que el dinero es una especie de fuerza natural, pues hemos fetichizado a tal grado su supuesto poder que dejamos que las élites corruptas administren los recursos a su antojo. En la medida en que la gente logre organizarse y tipificar como crimen la creación de deuda (cuyos únicos beneficiados son los bancos y sus dueños, el 1% del que nos alertara Occupy Wall Street en 2012), el dinero podrá convertirse en energía materializada para hacer cosas en favor de todos, y no en una fuente irrefrenable de acumulación y especulación.

 

(Waking Times)