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Para entender el pensamiento metafísico moderno es necesario remitirse a Helena Petrovna Blavatsky

 

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Cada vez es más común encontrarnos con conceptos de metafísica y filosofía esotérica que provienen originalmente de Oriente; se han incorporado al cuerpo de conocimientos occidentales y por lo tanto al imaginario globalizado. Sin embargo, hace poco más de 1 siglo penetrar en los arcanos de la India o de Egipto era algo bastante remoto.

Esta asimilación, profunda o superficial según sea el caso, del misticismo oriental por parte de Occidente difícilmente se podría entender sin la obra de Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891). El escritor Gary Lachman, también exbajista del grupo Blondie, argumenta en Madame Blavatsky: Mother of Modern Spirituality que Blavatsky es en realidad la figura clave para entender la espiritualidad moderna.

Perteneciente a la nobleza rusa, Blavatsky generalmente es percibida como la fundadora de un movimiento esotérico cuya filosofía hermética poco tiene que ver con la evolución del pensamiento moderno. Pero como Lachman demuestra, su trabajo también representa una crítica del materialismo y el reduccionismo científico, alumbrando en el hombre una dimensión más amplia de pertenencia en la evolución cósmica.

Aunque su obra más conocida es La doctrina secreta, es en Isis sin velo donde se exponen de manera más clara las ideas fundacionales de la espiritualidad moderna. Uno de los argumentos centrales de esta obra es que todas las religiones derivan de una fuente común, que Blavatsky identifica con la filosofía hermética –la filosofía perenne o prisca theologia

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Lachman apunta que Blavastky ofrece una de las primeras críticas intelectuales a la teoría de la evolución de Darwin. Esto es algo que retomaría Samuel Butler cuando dijo que Darwin había “desaparecido a la mente del universo”. Blavaksty consideraba que el universo era una emanación del espíritu y que la evolución también tenía un cauce espiritual.

En palabras del académico estadounidense Theodore Roszak, Blavatsky presenta “la imagen evolutiva como el viaje de redención del espíritu a través de los reinos de la materia”, ofreciendo “la primera filosofía de la evolución psíquica y espiritual que ha aparecido en el pensamiento occidental” (aunque La fenomenología del espíritu, de Hegel, puede citarse como un antecedente).

El sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin, autor de la teoría de la noósfera, escribió famosamente: “No somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual. Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana”. Esta frase, que revierte el dualismo materialista de Descartes y que hoy es reiterada profusamente, fue articulada antes por Blavatsky: “No es el espíritu el que habita en la materia, es la materia la que se adhiere temporalmente al espíritu”.

En otro plano, el de la arqueología esotérica, Blavatsky también es responsable de popularizar la fascinación por buscar o detectar rasgos de civilizaciones perdidas –como la Atlántida o Lemuria, y lo mismo en relación con mundos dentro de este mundo, como marca la leyenda de Shambhala o de Agartha, sitios en los que supuestamente habitan maestros ascendidos.

Finalmente tendríamos que apuntar que Madame Blavaksty y su legado teosófico constituyen un pilar del movimiento new age, sugiriendo que la humanidad se encontraría atravesando un trance evolutivo en aras de ascender hacia un plano espiritual superior o una "edad de oro".

Rodeada de un aura misteriosa y acusada de charlatanería, para muchos las ideas de Madame Blavatsky no serán muy creíbles o fáciles de insertar dentro de la lógica del pensamiento racional. Sin embargo, no hay duda de que su influencia en el mundo en el que vivimos –en cómo nos acercamos a la experiencia religiosa, particularmente desde fuera de la religión establecida— es insoslayable.