Imagina la escena: estás en medio de una apasionante sesión de besos con la persona que más deseas, la ropa está cayendo a su alrededor, la respiración de ambos se acelera... De pronto, el o ella hace una pausa abrupta. "Espera", te dice. Y saca su smartphone. Justo cuando creías que ibas a ser la estrella de un video porno amateur, él o ella toma un pequeño video de sí mismo: dice su nombre, el tuyo, y unas palabras con las cuales acepta consensualmente tener relaciones sexuales contigo; claro, no dice exactamente cómo ni cuántas veces, ni siquiera dice que le gustes demasiado (probablemente serás sólo un acostón de una noche y mejor superarlo rápido), pero el sentido es claro: tu pareja de esta noche tiene instalada una de las apps que graban el permiso explícito de una persona para tener sexo con otra. Luego te pedirá que hagas lo mismo.
Un escenario así puede parecer risible, pero es justo lo que apps como We Consent o Good2Go están haciendo para marcar sin lugar a dudas la delgada frontera entre el consentimiento sexual y las atribuciones unilaterales que transforman a un amante en un violador, según quién cuente la historia. Cada parte da su aceptación o negación (produce o niega el consentimiento), y sólo la aceptación de las dos partes produce la palabra mágica: consenso.
Tomemos un caso muy sonado en nuestros días, el del actor de televisión Bill Cosby; a pesar de que durante años mantuvo una imagen pública de padre ejemplar y encarnación de los buenos valores monógamos, Cosby fue acusado de abuso sexual hace 10 años. Las declaraciones del actor fueron mantenidas en secreto hasta que el New York Times las hizo públicas. En un interrogatorio de 4 días, el actor aceptó ser un seductor nato, que ocasionalmente (i. e. casi siempre) utilizaba su fama, influencia, la mentira pura y dura y también fuertes sedantes para llevarse a la cama a jóvenes aspirantes al mundo del estrellato.
A pesar de que no se considera un violador, Cosby puso en palabras lo que seguramente muchos violadores pensaron sobre sus técnicas de seducción antes de ser denunciados por la policía: "Creo que puedo leer a la gente y sus emociones bastante bien en este asunto romántico y sexual, como sea que quieran llamarlo"-
Otro caso fue el del activista y fundador de WikiLeaks, Julian Assange, que fue acusado de violación en una corte sueca, aunque él asegura que todo ocurrió de manera consensuada.
Pero si creen que una app donde cada participante exprese su consentimiento es demasiado excesivo, antisexy y contrario al más básico sentido común, vale la pena recordar una estadística del Reino Unido (que ha lanzado también una campaña nacional de educación sobre el consenso y las relaciones sexuales, especialmente en estudiantes), la cual indica que una de cada tres estudiantes universitarias ha sido violentada o acosada sexualmente.
La situación en México es alarmantemente peor. Se estima que en el país ocurren unas 112 mil violaciones al año, de las cuales apenas 14 mil son denunciadas, y menos de 3 mil derivan en condenas para los perpetradores. Según datos de Amnistía Internacional, esto indica que sólo uno de cada 21 casos de violación tiene consecuencias legales, aunque entre siete y 26 de cada 100 violaciones terminen en embarazos no deseados.
Se dice que alguien de 17 años puede tener sexo consensual, pero ni siquiera un anciano como Bill Cosby puede explicar claramente qué es o en qué consiste dicho consenso. El consenso puede entenderse como un contrato verbal o no donde dos (o más) personas acuerden tener relaciones sexuales entre ellas. Proponer el uso de apps puede parecer radical, pero universidades como Oxford y Cambridge ya aplican cursos obligatorios sobre consenso sexual para los estudiantes de primer ingreso, y leyes como el Affirmative Consent Project en Estados Unidos pretenden llevar la iniciativa al terreno legislativo.
Una campaña canadiense llamada 'More Than Yes' coloca el consenso en estos términos: "El consenso real es mutuo y seguro. No sugerido, frágil, dudoso o temeroso. Nunca es incierto, asumido o silencioso". En otras palabras, no hay manera correcta o incorrecta de "leer a las personas", ni de interpretar inciertas señales de su parte. El consenso incluso puede dar lugar a dudas: si alguno de los participantes decide retirar su consenso, esto también entra en la órbita del consenso; aunque lo percibamos como un contrato, el consenso sexual no obliga forzosamente a una persona a llegar al final de una relación sexual. Dicho de otra manera, podríamos decir que el consenso es aquello que siempre se está decidiendo, y que permite un rango de acción mientras la otra persona no lo retire expresamente.
¿Por qué es tan difícil, entonces, ponerse de acuerdo en que sí es sí y no es no? Sabemos que las relaciones sexuales deben darse entre adultos (aunque cada legislación es diferente y algunas consideran sujetos de consenso a los chicos de 16 o 17 años, de otro modo estaríamos hablando de pedofilia), dentro de un contexto de comunicación interpersonal (todos los idiomas tienen maneras de expresar sí y no), y si la persona no puede comunicarse y afirmar su consenso, también estamos hablando de abuso y violación.
El blog Philosophical Disquisitions publicó una interesante semblanza del consenso en uno de sus aspectos más prácticos y más discutibles: el consenso bajo intoxicación --alcohólica, por ejemplo. Digamos, si una persona que ha ingerido alcohol, drogas o medicamentos que interfieran con su juicio y percepción de su entorno acepta tener relaciones sexuales con otra, ¿está realmente consintiendo? El caso es interesante porque mucha gente se arrepiente a la mañana siguiente de haber dado su consenso la noche previa --pero no todos los casos terminan en una demanda por violación.
Stephen J. Schulhofer, uno de los impulsores de leyes contra la violación, insiste en que una ley que incite a declarar el consenso sexual sin lugar a dudas podría reducir drásticamente las incidencias de delitos sexuales, como ocurre con las leyes de tránsito: "Aunque millones de personas conduzcan a más de 65 millas por hora a pesar del límite establecido de 55, la ley sigue salvando vidas. En tanto la gente sepa cuáles son las reglas de tránsito, la gran mayoría va a respetarlas".
Existen muchas más vertientes en este asunto de las que podríamos abordar en un breve post. Sin embargo, mientras las leyes se ponen de acuerdo acerca de su mejor aplicación, es responsabilidad de cada uno de nosotros (hombre o mujer, hetero, homo o polisexual) dejar perfectamente claro que queremos tener relaciones con otros, y aún más claro cuando no lo deseamos. Un 'sí' debe ser tan firme como un 'no'. No importan los motivos (el investigador Alfred Kinsey llegó a diferenciar casi 300 razones por las que la gente tiene sexo consensual, el aburrimiento es uno de ellos), sino que la aceptación y el rechazo sean establecidos claramente.