La naturaleza, consideraron muchos de los grandes místicos, es un templo viviente en el que se puede adorar la creación a través de la forma. El jardín es un templo y el templo es un jardín. Barry Cox, un hombre de Nueva Zelanda, ha tomado este principio de manera literal, creando un extraordinario espacio para la piedad y la contemplación.
Cox seleccionó cuidadosamente diferentes árboles para crear la atmósfera indicada; espacios de sombra y espacios de luz. Se benefició de ser dueño de una compañía que reubica árboles, Treelocations. Su inspiración fueron sus viajes observando iglesias en todo el mundo. Al regresar a su casa notó que el espacio "necesitaba una iglesia", así que tomó lo mejor de los dos mundos, la fe religiosa y la jardinería, haciendo una obra que seguramente cumplirá con su propósito y hará más agradable la devoción y el proceso de recogimiento.
Además de las estructuras arborescentes, la iglesia cuenta con un altar de mármol italiano y un jardín de flores. Todo el conjunto le ha llevado a Cox 4 años, según informó Stuff NZ.