La misteriosa historia de cómo llegó el símbolo del ojo en la pirámide al billete de 1 dólar
Política
Por: Alejandro Martinez Gallardo - 06/27/2015
Por: Alejandro Martinez Gallardo - 06/27/2015
We are led to believe in a lie, when we see not though the Eye.
William Blake
El símbolo del ojo en la pirámide que aparece en el reverso del billete de 1 dólar y en el Gran Sello de los Estados Unidos es posiblemente el símbolo esotérico más reconocido del mundo, asociado actualmente con todo tipo de conspiraciones. En realidad este símbolo trasciende credos y filiaciones políticas y su origen se pierde en el tiempo entre la iconografía religiosa de todas las eras. Es, por supuesto, el Ojo de la Providencia, un símbolo utilizado por el cristianismo a lo largo de la historia. Guarda relación también con el Ojo de Horus, un símbolo que aparece en los complejos ritos fúnebres egipcios. Horus es el hijo de Isis y Osiris y simboliza la conquista de la muerte por parte de Osiris, que renace a través de él. Esta deidad solar pierde su ojo luchando contra Seth, pero luego Thoth (el Hermes egipcio) restaura este ojo, simbolizando la luz interior que debe desarrollarse para cruzar las regiones oscuras del Am Duat, el ultramundo. En términos generales, es un claro símbolo solar, ya que el ojo es concebido por la mayoría de las culturas como un sol microcósmico; y, también, un símbolo de la visión mística o de los estados de percepción más elevados que son alcanzados desarrollando lo que se conoce como el "tercer ojo", ubicado comúnmente en la glándula pineal dentro de la anatomía esotérica.
En 1782 se decidió que el símbolo de un ojo sobre una pirámide truncada con 13 escalones fuera parte del Gran Sello de Estados Unidos; a esta imagen le acompañó la rúbrica en latín "Annuit Coeptis", que se traduce como "aprueba nuestro comienzo" o "aprueba nuestra misión", posiblemente queriendo decir: la providencia (el ojo en la pirámide) aprueba la fundación y el proyecto de nación; abajo dice Novus Ordo seclorum, una frase adaptada de Virgilio, que significa literalmente el "nuevo orden de los siglos". En la otra parte del sello aparece un águila con una rama de olivo y 13 flechas (los estados originales). Esta águila, según dice Manly P. Hall, en un principio estuvo inspirada en un fénix renaciendo de sus cenizas.
El Gran Sello de Estados Unidos es el resultado de tres comités que se formaron desde 1776 con la intención de definir este símbolo. La base del símbolo, incluyendo el ojo en la pirámide y la leyenda en latín, fue ideada por Benjamin Franklin, Thomas Jefferson y John Adams, quienes recurrieron para el diseño al dibujante Pierre Eugene du Simitiere. Estos tres "padres fundadores" de Estados Unidos han sido vinculados con los masones de manera bastante contundente. Manly P. Hall, a quien consideramos una autoridad en estos temas, señala en su libro America's Assignment with Destiny que, en la época en que se redactó la constitución de Estados Unidos, 50 de 55 miembros del Congreso eran masones. El historiador Robert Allen Campbell cuenta en su libro Our Flag que un misterioso hombre conocido como "The Professor" tuvo un rol decisivo en la selección de la bandera estadounidense, ejerciendo gran influencia en Washington y Franklin. Hall cree que este hombre, de quien se dice que era vegetariano y tenía un refinado carácter, debía de ser un mítico maestro rosacruz, de quien también se dice que fue clave en la redacción de la Declaración de Independencia. Este es uno de los episodios más extraños de la historia de Estados Unidos, y quizás solo sea un mito para engrandecer la leyenda esotérica del "destino secreto de Estados Unidos". De cualquier forma, no hay duda que para los fundadores de Estados Unidos la masonería y la simbología oculta eran importantes. Por ejemplo, en el George Washington Memorial Museum se muestra la indumentaria masónica de Washington, y se puede ver en su traje el símbolo del Ojo de la Providencia.
El símbolo del ojo en la pirámide tardaría cerca de 150 años en imprimirse también en el billete de 1 dólar y la historia de cómo llegó ahí no es menos fascinante. Fue la insistencia de Henry Wallace, secretario de Agricultura y Vicepresidente de Estados Unidos bajo Roosevelt, lo que llevó a este poderoso símbolo al papel de mayor circulación en el mundo. Wallace creía que Estados Unidos debía cumplir su destino divino y llevar al mundo a un nuevo y más alto orden bajo la ley del Gran Arquitecto. Por supuesto, Wallace también era masón. Sin embargo, curiosamente fue la influencia de otro místico, el pintor ruso Nicholas Roerich, la que probó ser decisiva en este caso.
Wallace quedó encantado por la refinación espiritual y los conocimientos esotéricos de Roerich, quien había trabajado con Stravinksy y otras personalidades del más alto nivel en el mundo del arte y la política, y quien era conocido en esa época por haber viajado en busca del del mítico reino del cielo en la Tierra, Shambhala (en el que se basa la película de Capra sobre Shangri-La). En este lugar perdido cerca de los Himalayas supuestamente hay una ciudad de maestros ascendidos en la que reina la Gran Hermandad Blanca. La pintura de Roerich refleja los mitos y paisajes de este nodo espiritual planetario.
La amistad esotérica de Wallace y Roerich los llevó a celebrar reuniones en el penthouse del museo del pintor ruso en la ciudad de Nueva York (a cuya inauguración habían asistido jefes de estado, Einstein, Tagore, etc.). Se dice que a estas reuniones asistieron entre otros el presidente Roosevelt, que quedó muy impresionado con Roerich, y el historiador hermético Manly P. Hall, quien fundara la Philosophical Research Society, en cuyas instalaciones podemos ver una estatua de Roerich y una de Blavatsky.
Fue la recomendación de Roerich de que pusieran el símbolo del "Ojo que todo lo ve" dentro de la pirámide incompleta en una moneda, lo que llevó al entonces secretario de Agricultura, Henry Wallace, a mostrarle la imagen del Gran Sello al presidente. Wallace escribe en una carta:
Mientras Roosevelt veía una reproducción a color del Sello lo que primero le llamó la atención fue el “Ojo omnividente”, una representación masónica del Gran Arquitecto del Universo. Luego le impresionó la idea de que la fundación de un nuevo orden de las edades había sido sentada en 1776 pero sería completada solo bajo el Ojo del Gran Arquitecto. Roosevelt, como yo, era un masón grado 32. Sugirió que en vez de una moneda, pusiéramos el símbolo en el billete de 1 dólar.
Roosevelt no solo era masón, era miembro de la sociedad secreta de los “Shriners” (Ancient Arabic Order of Nobles of the Mystics Shrine). En la inscripción Novus Ordo Seclorum, Roosevelt vio una analogía con su “New Deal”, el Nuevo Trato lo que podía verse como sinónimo de Nuevo Orden.
La confianza y la injerencia de Roerich en Wallace y quizá en Roosevelt estaban fincadas en su promesa de obtener la “piedra del destino”. En una serie de cartas en las que llamaba a Roerich “gurú” y que más tarde serían filtradas por la prensa, afectando su carrera política, Wallace escribió:
He pensado en la advertencia de ‘Espera la Piedra’. Esperamos la Piedra y te recibimos otra vez con los brazos abiertos a esta gloriosa tierra del destino.
Esta piedra del destino es la también llamada Piedra Chintamani, la cual legendariamente fue traída del cielo y entregada al Rey del Mundo en Shambhala, Sanat Kumara, según la teosofía. Otras versiones cuentan que esta piedra cayó de un meteorito y confiere a quien la tiene poderes especiales. En otra carta Wallace le escribió a Roerich:
La búsqueda, ya sea por la palabra perdida de la masonería, el Santo Grial o el potencial del porvenir, es un objetivo supremamente valioso. Todo lo demás es deber kármico. Pero seguramente todos somos un potencial Galahad. Así que esmerémonos por el Cáliz y la llama arriba de él.
Nicholas Roerich sostuvo haber encontrado la piedra y por algún tiempo viajó con ella por el mundo, aparentemente exaltado por los poderes psíquicos de la piedra. Se sabe que las expediciones de Roerich por Asia en busca de Shambhala cubrieron más de 25 mil km de 1923 a 1928. Sus pinturas y crónicas de las montañas de Nepal y del desierto de Gobi contribuyeron a mitificar la existencia de esta tierra imaginal, tierra pura de luz, el lugar deseado por todo místico. Se dice que Roerich llevó al Tíbet la piedra Chintamani, para reunirla con su piedra madre, una enorme joya, en el corazón de Shambhala. En este punto la historia se complica y entramos ya a una niebla metafísica, en la que es difícil saber si esta historia es parte de una narración sobrenatural, de una gigantesca fantasía o de una arcana alegoría que no logramos del todo comprender por no estar iniciados.
En la piedra, según cuenta Roerich, yace la siguiente inscripción (traducida del sánscrito):
Through the Stars I come. I bring the chalice covered with the shield. (A través de las estrellas he venido. Traigo el cáliz cubierto con el escudo).
Existen serias dudas sobre si Roerich habría llegado o no a Shambhala --donde los mahatmas habían fundado su ciudad etérica según la teosofía-- o si solo accedió a Shigatse, por cuyas cuevas, se dice, se asciende a Shambhala y en donde estudió Blavatsky. Existe posiblemente una contradicción en buscar un lugar que supuestamente yace en otro plano con un largo viaje material, aunque quizás la justificación es que la entrada a ese plano de conciencia elevada era facilitado por un proceso material o que en cierto lugar existe una superposición de planos y una percepción aguda puede, solo en ese sitio, alcanzar a vislumbrar esta ciudad del más grande y sutil esplendor.
Roerich regresó a Asia en representación de la Secretaría de Agricultura de Estados Unidos en 1934, oficialmente para recolectar hierbas y hacer un compendio botánico de la medicina tradicional de la misma región a la que había peregrinado años antes en busca de Shambhala. Aquí se mezclan las historias, puesto que también se dice que su viaje tenía como finalidad traer la piedra del destino a Estados Unidos (o al menos eso es lo que creía Wallace). Wallace, de manera controversial para su carrera política, financió estos viajes (lo que acabaría costándole caro, como menciona este artículo del New York Times). En 1933 se había impreso el nuevo billete de dólar con el ojo en la pirámide truncada, siguiendo la recomendación de Roerich. La inclusión de este poderoso símbolo en el billete del dólar ha generado una impronta en todo el planeta, reflejando un misterioso designio y convirtiéndose en el emblema de numerosas teorías de la conspiración, la mayoría de las cuales se reúnen bajo el nombre paraguas de los Illuminati, la sociedad secreta fundada curiosamente también el mismo año de la Declaración de Independencia, en 1776, en Bavaria, por Adam Weishaupt. El símbolo del ojo en la pirámide, la leyenda del nuevo orden mundial y el águila-fénix en el dólar son una constelación de símbolos centrales en la época reciente a lo que podemos llamar la historia secreta de este eón; una oscilación confusa entre lo que parece ser un verdadero misterio esotérico (con sus claves iniciáticas) y una enorme cantidad de desinformación que ha desvirtuado y empantanado la posibilidad de acceder a la verdad, al menos para cualquiera que se acerca a esto sin contar con información privilegiada.
En 1935 los fondos se Roerich fueron retirados, al parecer Wallace se había desencantado de su gurú. Demasiado tarde puesto que eventualmente le costaría el apoyo de su partido para la candidatura a la presidencia --la cual más tarde emprendió por el Partido Progresista con un rotundo fracaso. Roerich, sin embargo, logró establecer el Roerich Peace Pact en 1935, un pacto que obliga a las naciones a respetar museos, catedrales, librerías y universidades de la misma manera que se hacía con los hospitales; más tarde sería aceptado por las Naciones Unidas.
La piedra Chintamani, en la tradición budista, es considerada como una piedra capaz de conceder cualquier deseo, una joya (mani) filosófica. Se dice que la piedra cayó del cielo durante el reino de Lha Thothori Nyantsen. Existe todo tipo de especulaciones en torno a un supuesto origen extraterrestre (se habla de la estrella Sirio), al igual que numerosas asociaciones entre esta piedra y el Santo Grial (el lapis exilis) o la piedra filosofal de los alquimistas. Sobra decir que aquí se mezclan metáforas y alegorías filosóficas con interpretaciones literales. Un conocimiento preciso sobre la verdadera naturaleza de esto último --de la piedra, de Shambhala y el secreto de las naciones-- va más allá de lo que podemos encontrar investigando someramente y quizás sea imposible de dilucidar a través de la investigación bibliográfica. Probablemente requiera del desarrollo del mismo símbolo utilizado en el billete de 1 dólar, de ese ojo omnividente que logra penetrar los misterios.
Twitter del autor: @alepholo