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Este experimento científico demuestra que sentirnos invisibles reduce enormemente la ansiedad social

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De todos los súperpoderes, la invisibilidad suele ser el favorito. ¿Correríamos desnudos?, ¿entraríamos en lugares prohibidos?, ¿espiaríamos a alguien? Quizá solamente nos sentaríamos por ahí a sentir nuestra propia ausencia, pero sólo pensarlo puede ayudar a aligerarnos. Todos hemos probado, en algún momento de la vida, las mieles del anonimato (que es ya como una capa ligera de invisibilidad que se puede disfrutar enormemente), pero la invisibilidad es un prospecto que rebasa el placer de sentirse anónimo, y la ciencia parece haber descubierto por qué.

De acuerdo con un reciente experimento publicado en Scientific Reports, sentir que uno es invisible calma los nervios durante acontecimientos enervantes como tener a una multitud mirándote. Es decir, reduce muchísimo las respuestas automáticas de ansiedad social. La pregunta, por supuesto, es: ¿cómo pueden saber esto los científicos si la invisibilidad es, hasta ahora, físicamente imposible?

Aparentemente la tecnología está muy cerca de lograr hacer “capas de invisibilidad” para el cuerpo humano –y de hecho los desarrolladores de la tecnología son los mismos que en este estudio–, pero para este experimento utilizaron realidad virtual. Equiparon a 23 personas con visores y les pidieron que miraran abajo, hacia sus pies, mientras un científico rozaba sus brazos, piernas y torso con una brocha. Mientras, el científico hacia movimientos idénticos con su otro brazo sobre el aire, el espacio vacío. Una cámara, montada arriba del espacio vacío sobre el que pasaba la brocha mandaba video a los visores de los participantes y les daba la impresión de ser invisibles (veían la brocha moviéndose sobre el espacio vacío pero sentían los roces de esta).  

En una escala del 1 al 100, los participantes reportaron su nivel de estrés en un promedio de 25 en condiciones de invisibilidad. La sensación de ser transparentes bajó su ritmo cardíaco, lo cual sugiere que sentir que no tenemos una imagen física nos relaja enormemente.

Los resultados podrían ser usados para diseñar mejores terapias para la ansiedad social, o también podrían tener implicaciones relevantes para los neurocientíficos que tratan de entender el fenómeno del “miembro fantasma”. A nosotros nos queda la certeza de que nuestra versión mortal de invisibilidad, el anonimato, sí es una suerte de descanso de la ansiedad social. Un descanso comprobado por la ciencia y, por lo demás, delicioso.

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