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Las fotógrafas Eliška Kyselková y Katarína Támová han elaborado esta desafiante serie en la que retratan delicadamente la obscenidad del consumismo contemporáneo

El hiperrealismo es uno de los fenómenos más interesantes de nuestra época. Teóricamente, uno de sus principales estudiosos fue el sociólogo francés Jean Baudrillard, quien a finales del siglo XX detectó una suerte de fluctuación ideológica por medio de la cual el capitalismo ha sido capaz de generar una suerte de velo que impone sobre la “realidad de las cosas”, esto en relación directa con el consumo.

Cuando observamos a personas que duermen afuera de una tienda Apple y forman largas filas para ser los primeros en comprar el nuevo iPhone, cuando sabemos que hay mercancías comunes y corrientes (zapatos, sillas, alimentos, etc.) que sin embargo tienen precios de venta exorbitantes, somos testigos de esa hiperrealidad, ese estado de nuestra realidad contemporánea que en cierta forma es y no es, existe pero sólo porque hay un sistema que lo genera así en aras de su propia supervivencia, porque en su forma contemporánea, el capitalismo depende casi exclusivamente del consumo.

Para exhibir desde otra perspectiva esta situación, las fotógrafas de origen checo Eliška Kyselková y Katarína Támová realizaron un ejercicio de hiperrealismo fotográfico, para lo cual tomaron a amigos, modelos y compañeros de clases y los colocaron en un escenario que es una suerte de metáfora obscena: la composición evoca pureza, pero los elementos que la integran nos llevan de inmediato a los terrenos pantanosos de la fetichización de la mercancía.

Es curioso que, un poco, el efecto final de estas fotografías sea el hartazgo e incluso cierto asco, un poco en el sentido en el que Slavoj Zizek habla de la dificultad o la imposibilidad de salir de la ideología (“Yo ya estoy comiendo del contenedor de basura todo el tiempo”), en la medida en que esta es nuestro único puente de acceso entre el mundo y lo que somos como sujetos.